Quiénes somos  | Qué publicamos  | Distribuidores  |  Comprar     |   Contactar    Talleres para Maestros  |   Blog

 

 

 

 

Portada
Catálogo
En el Tintero
Fondo Critico
Presentaciones
Perfiles
De Nuestro Catálogo
Premio Novela
Registro
Archivo


 

Boletín

 

 Blog Plaza Mayor
  • Noticias
  • Mundo literario
  • Astrolabio
  • Abrapalabra
  • En imágenes
  • Comentarios
  • Más»



 

Boletín
  Lo Nuevo


 

En el Tintero / Archivo
 

Archivo

 

  • Del cañaveral a la mesa del Rey
    Pedro A. Galarza

 

Prólogo
 

Debo confesar que cuando mi buen amigo Pedro A. Galarza me pidió que escribiera el prólogo de este libro, no tenía idea de que sus relatos me fuesen a producir tanta emoción y que, en ocasiones, quiebran el alma.

Yo había estado presente en Barranquitas en febrero de 1988 cuando Pedro pronunció el discurso en ocasión del natalicio de Don Luis Muñoz Marín. Ese discurso, que luego se conoció como el “Discurso de los Pies Descalzos”, me conmovió, y pude apreciar aún más a Pedro y la importancia de su mensaje. Luego leí su primer libro Recuentos de mi Adolescencia y allí aprendí más de cerca sobre la vida en el campo y lo difícil que era para nuestros sufridos campesinos. Pero es verdaderamente en este libro de memorias que Pedro A. Galarza nos toma de la mano y nos lleva tierra adentro, a los barrios Collores y Palomas de Yauco, y nos narra una vida única, llena de esfuerzos, limitaciones, tristezas, pero también de mucho triunfos, marcadas por su amor a Dios, su familia y su patria.

Con gran sinceridad, Pedro nos cuenta su vida y los cambios ocurridos en ella: desde el Barrio Palomas; la lucha por la supervivencia, su anhelo de superación, su educación contra viento y marea; los años de servicio público que culminan con la presidencia de la Telefónica y un éxito profesional reconocido en todo el país. Su trayectoria coincide y es paralela con la revolución pacífica que ocurrió de 1940 a 1968 bajo el liderato de Don Luis Muñoz Marín. La vida de Pedro, sus luchas, su trabajo, su esfuerzo, su vocación al servicio público y merecido éxito profesional, van paso a paso con la transformación de un país pobre, mayormente rural y agrícola, a uno moderno, industrial y en pleno desarrollo.

La descripción que hace Pedro de la vida en el campo en las décadas de los años treinta, cuarenta y cincuenta, le recuerdan a uno la canción de Rafael Hernández, “Lamento Borincano”. Ese Puerto Rico ha pasado al olvido y mucha de nuestra gente, por razones obvias, no desea recordar. Pero Pedro sí lo recuerda y nos lo describe de tal forma que conmueve al lector. El trabajo en el cañaveral, la penuria, el hambre, las injusticias, eran la orden del día en nuestros campos. Ello fue tierra fértil para el mensaje revolucionario de Don Luis Muñoz Marín cuya reforma agraria y programas sociales trajeron nuevas oportunidades para nuestros campesinos.

Llevado de la mano por Pedro, logramos conocer y entender la pobreza y la falta de esperanza de nuestras familias campesinas. Vemos lo que eran las enfermedades rampantes en nuestros campos, los salarios de hambre que se pagaban a los que trabajaban de sol a sol, en otras palabras, las graves injusticias sociales de la época. A través de los ojos de Pedro aprendimos lo difícil y azaroso del trabajo en el cañaveral. También cómo construir una carbonera para hacer carbón, empacarlo y luego caminar millas para venderlo a veinticinco centavos el saco en el pueblo. Como decía la canción: “Sale loco de contento con su cargamento hacia la ciudad….". 

Las generaciones más jóvenes van a encontrar una inspiración en la vida de Pedro A. Galarza. Del Barrio Palomas de Yauco, y con mucho esfuerzo y dedicación, fue escalando triunfos desde sus funciones en el Departamento de Hacienda, a un éxito profesional insospechado, hasta presidir la Telefónica y ser recibido y cenar con el Rey de España. La historia del esfuerzo propio, el trabajo, el servicio público y el éxito profesional de Pedro es también la historia de un ser excepcional; con gran amor a Dios y a su familia. El amor y la devoción de Pedro a toda su familia forma una constante a través de su vida. La devoción y cuido a sus padres y hermanos es notable. El ha sido pródigo en el amor y la fidelidad que siempre le ha tenido a la mujer de su vida, Ángela. Nunca tuvo reparos en brindarle a sus hijos el cariño y el apoyo que solamente un padre ejemplar puede proveer. Eso pues también ha sido Pedro A. Galarza: un hijo, esposo y padre ejemplar. Y esa devoción a su familia se desprende claramente de estas memorias.

Invito al lector a adentrarse con calma y sosiego en esta narración que hace Pedro A. Galarza. Conocerá a través de ella los valores que lo han guiado a través de su vida: amor, fe en Dios, familia, servicio público y, Puerto Rico por encima de todo. En sus experiencias le llevará paso a paso por la transformación que tuvo nuestro país en las décadas del 40 al 50, coincidiendo con la vida de Pedro A. Galarza desde el Barrio Palomas, hasta el Bankers’ Club y a la mesa del Rey de España.

Salvador E. Casellas

 

Introducción 

El lema progresivo de la humanidad es:
menos materia, más espíritu, menos carne, más alma
.

Luis Muñoz Marín.
 

Era una época de romántico atraso; para unos, los ricos, era romántica y para los pobres era sencillamente de un profundo atraso, de penuria, de estrechez en todos los sentidos. El desempleo y el analfabetismo combinados con la alta tasa de natalidad y, aún más alta, de mortalidad, unidas al salario de cincuenta centavos al día para los obreros, creaban un ambiente desolador y de desesperanza que rebasaba por mucho el sentimiento de depresión espiritual que algunas veces sufren hoy día los seres humanos.

En los años veinte se fraguaba una agrupación o alianza entre el partido Unionista que dirigía Antonio R. Barceló y el partido Republicano que, al morir José Celso Barbosa, dirigía José Tous Soto. Ambas agrupaciones defendían a “los de arriba” y en ese entorno surgió Santiago Iglesias frente a un confuso movimiento socialista que defendía a los obreros azotados y traumatizados.

Con ese respaldo los obreros se declaraban en huelga y detenían las labores del cañaveral. El azúcar, en la década de los años 20 al 30 había subido sustancialmente, pero los terratenientes, protegidos por la policía y por el Gobierno Republicano, se negaban a reconocer aumentos de salario que pudieran llamarse relativamente decentes. Esa negativa incluía romper cabezas y propinar toda clase de agravios a los obreros y sus familias. Este era el ambiente político y social para la época de mi nacimiento en 1924. Trece años más tarde, en el año 37, yo me había unido a los obreros del cañaveral, a aquella selva devoradora de seres humanos que mejor se describe en La Vorágine, de José Eustasio Rivera.

Poco a poco se fue apoderando de mí el pensamiento de que, por estar indefenso y no tener recursos económicos, no tenía gran valor como ser humano y que carecía de derechos porque éstos sólo se les reconocían a los ricos, a los hacendados y principalmente a los de linaje español o europeo. Dentro de ese estado de cosas fue que surgió Muñoz, quien siempre demostró un gran amor y preocupación genuina por los menos afortunados.

Con su prédica y acciones nos enseñó a reconocer nuestro valor como seres humanos y la fuerza que teníamos para transformar las viejas estructuras del país. No puedo, pues, callar ante aquel rescate humano que viví en carne y hueso.

Te invito, lector, a vivir una odisea que parece mentira, pero que es mi verdad.
 

El Autor.
 

Subir

 
 

Portada | Catálogo |  Expedientes  |  Colecciones  |  En el Tintero |   Fondo Crítico   |  Archivo 
          Quiénes Somos  |
Qué publicamos   | Distribuidores  |  Comprar Contactar

Términos de Uso   |   Política de Privacidad


© 1990-2011  Editorial Plaza Mayor
Alojamiento y Diseño por All Internet Services