- Los
olvidados orígenes de la literatura puertorriqueña. Boletín Instructivo y
Mercantil (1839-1842).
Antología
Edición anotada de Eduardo Forastieri-Braschi y Nadja N. Fuster
Editada por la Academia
Puertorriqueña de la Lengua Española y Editorial Plaza Mayor
INTRODUCCIÓN
En esta antología se reúnen los primeros impresos de la literatura
puertorriqueña en el siglo XIX que trazan un relieve histórico continuo. Se
sigue el estilo de un compendio filológico en el
que el registro de sus transcripciones aspira a instalar cada texto en el
contexto de su producción original. De entrada al contexto de esta instalación
inaugural se destaca la fundación en 1839 del Boletín Instructivo y Mercantil,
en el que el señuelo de su título (Instructivo) ya insinuaba un tardío remedio
colectivo que era, al mismo tiempo, un síntoma de la penuria cultural de la
Isla. De conformidad con esto, Menéndez Pelayo acotaba en 1893, con razón, que
la ausencia de universidades, a diferencia de Cuba y de Santo Domingo, explicaba
“la ausencia de tradiciones literarias en la [I]sla durante tres siglos” (326).
Durante las décadas de 1830 a 1840 la Sociedad Económica de Amigos del País y su
Junta de Comercio intentaron remediar el rezago de la cultura insular, entre
otros esfuerzos —como el establecimiento de un Colegio Central—, con la
publicación de un periódico instructivo como ya había propuesto el primer
secretario de la Junta, Florentino Gimbernat, en su famosa Memoria leída por el
Secretario (D. Florentino Gimbernat) de la Junta de Comercio de Puerto Rico en
la apertura de sus sesiones el 7 de
enero de 1838. En el discurso se trazaron las mismas líneas de razonamiento con
las que abrieron los primeros editoriales del Boletín Instructivo y Mercantil.
Ya lo había señalado Pedreira en El periodismo en Puerto Rico: “[E]s en las
páginas de este rotativo donde hay que buscar las primeras manifestaciones de la
literatura puertorriqueña” (84). Sin embargo, todavía no se han registrado estos
textos ni se le ha dado XIII énfasis y perspectiva a la gran contribución de
aquellos primeros intentos literarios. Todavía una nube de olvido y de descuido
documental opaca la aurora del Boletín Instructivo y Mercantil (1839- 1842)
1.
LA INSTRUCCIÓN, LA LITERATURA Y LAS COSTUMBRES EN EL BOLETÍN
El primer artículo que aparece en el número 1 del Boletín del sábado 2 de marzo
de 1839, “La [i]mprenta y los [p]eriódicos”, abre el contexto dentro del que hay
que establecer los fundamentos de la literatura puertorriqueña:
Un testimonio de gloria se debe igualmente [a] aquel que llevando la prensa [a] su último complemento y poniendo sus ventajas al alcance de todo el mundo, ideó los
periódicos, por su medio fácil, cómodo y poco dispendioso al acceso de todas las
capacidades y de todas las fortunas; un d[í]a revela [a] otro d[í]a los sucesos del d[í]a que le precede. Apenas se enriquece la ciencia con un nuevo secreto, se publica[,] circula y penetra el palacio del potentado, el retrete del negociante, el taller del artista y
aun la choza humilde del pobre labrador.
Se expone en el mismo artículo la indigencia de las producciones insulares en
comparación con otros países:
Hace tiempo que nos animaba el m[á]s vivo deseo de ver establecido en
nuestra Isla un periódico que [a] la vez nos sirviese
de instrucci[ó]n, de utilidad y de recreo. Una ojeada hacia la madre patria,
la Francia, Inglaterra, Alemania, los Estados Unidos
y aun la [i]sla de Cuba nos llenaba de amargura al comparar su riqueza
literaria con nuestra e[x]trema pobreza. ¿Ser[í]amos incapaces
de aplicarnos los inmensos beneficios que la [i]mprenta ha brindado [a] los
pueblos?
María Bibiana Benítez, considerada la primera poeta puertorriqueña de
nombre conocido (Manrique Cabrera 74), inaugura este primer número del 2 de
marzo de 1839, con un soneto en el que estampa
el relieve del Boletín de conformidad con los mismos propósitos del periódico:
Salud, ¡[p]atria feliz! Un [s]ol prop[i]cio en brazos de Mercurio se presenta, y en tus fértiles campos incrementa la dulce caña y el café nutr[i]cio.
¿Lo dudas? [¿]O al Oriente alg[ú]n ind[i]cio buscas del [a]stro? No, su luz ostenta en [e]ste [Boletín] y en él la cuenta verás de tu provecho, y tu perjuicio.
Por los ángulos todos de tu suelo resonará su voz. Máximas puras premios ofrecerán [a] tu desvelo.
Y si la fuente del progreso apuras, ¿cu[á]l suelo mereció mejor del [c]ielo? Todos se admirarán de tus venturas. –B.
El segundo texto del Boletín, firmado por S. G. B. y publicado en el
número 12 del miércoles 10 de abril de 1839 2, también alude explícitamente
a estos mismos temas. Ya no se trata del editor, sino de un colaborador que aprovecha esta coyuntura de periódico para
discurrir sobre lo literario (“Literatura, Ensayo sobre la poesía
épica”) en ocasión de haber escuchado a un grupo de jóvenes debatir en un teatro sobre lo que era una tragedia:
Señor Editor[,] en uno de mis viajes [a] esa [c]apital, en [la]
que el teatro se hallaba abierto, tuve el gusto de o[í]r discurrir [a] varios jóvenes acerca de las piezas dramáticas. […] E[x]tranjero
en mi propia patria, no me fu[e] permitido introducirme en el circo y correr en auxilio del que se hallaba solo con tantos adversarios,
tuve pues el disgusto de ver que estas opiniones llevadas al e[x]tremo e[x]traviaban el buen juicio de jóvenes que
no careciendo de luces lo esperaban todo del arte olvidando la naturaleza. El recuerdo de esta disputa literaria me estimuló [a] emprender
la traducci[ó]n del ensayo sobre la epopeya de Voltaire, y como ha tomado [usted] [a] su cargo la publicaci[ó]n de un periódico,
aprovecho esta feliz coyuntura para que vea la luz pública y sirva para rectificar el juicio de aquellos apreciables compatriotas
m[í]os.¡Dichoso yo si con este pequeño trabajo logro despertar el amor [a] la literatura y abrir entre nosotros la carrera
de este vasto ramo del saber humano!
Asimismo, en el número 38 delmiércoles 10 de julio de 1839 leemos
en un Diálogo entre el Editor y el llamado Compadre (quien, además,
intervendrá en los próximos dos años como asiduo colaborador):
“En Puerto Rico empieza ya [a] sentirse cierta comezón y [a] despertarse
el deseo de saber; pero sin elementos la mayor parte[,]
¿c[ó]mo quiere [usted] que entiendan ni gusten los artículos de
Econom[í]a, ni de otras materias cient[í]ficas?” 3. En esta publicación
del Compadre se insinúa, además, una generalizada incultura,
para justificar, tal vez, las múltiples exigencias de los suscriptores.
Esta misma actitud se refleja en un remitido publicado en el número
242 del miércoles 23 de junio de 1841 por Francisco Vassallo en
respuesta a la obra de teatro El clásico y el romántico:
Aunque no podamos pasar por muy inteli[g]entes en achaque
de comedias, por la raz[ó]n muy sencilla de que estamos poco versados en tan delicada materia, y no tenemos los grandes
estudios
preliminares que se requieren para hablar con propiedad y fundamento del teatro, es tal el deseo que sentimos de decir
algo sobre la funci[ó]n dramática ejecutada anoche por otra nueva compañía de aficionados [a] beneficio de la casa de
Beneficencia,
que no podemos resistirnos [a] su impulsa, y vamos [a] dar nuestro pobre voto, que se apoyará solo en un tal cual criterio,
en la comparaci[ó]n de lo que vimos con lo que hemos visto antes, aquí y en otras partes, y en las manifestaciones públicas y
conversaciones particulares que anoche presenciamos.
Otra muestra de este perdurable intento que viene con los orígenes
del Boletín, entre 1838 y 1839, se declara en el artículo “Vida
de una colmena” del número 216 del miércoles 24 de marzo de
1841. También se expone explícitamente el asunto a partir de la primera
oración: “La sed insaciable de saber, el af[á]n de adquirir instrucci[ó]n y el deseo consiguiente en el que la posee de comunicarla
[a] otros parece ser el carácter distintivo del siglo en que vivimos”.
Otra muestra, posiblemente la más destacada en 1841, la expone
Francisco Vassallo (el llamado Buen Viejo, quien es, además, el protagonista
más destacado de las cuestiones literarias y costumbristas
de aquellos años) expresa a manera de colofón en la última de
sus celebradas veinte cartas publicadas en el número 259 del sábado
21 de agosto de 1841 del Boletín (“Carta XX y [ú]ltima del Buen
Viejo a los muchachos grandes”):
El público habrá tenido tambi[é]n presente que los objetos que
me propuse, al escribir, fueron fomentar y amenizar algo el único periódico que hay en el pa[í]s, fuera de la [Gaceta] ministerial;
destruir algunos pequeños lunares que hac[í]an sombra en los círculos de nuestra sociedad, calmar rencillas, reconciliar
ánimos y extirpar en su ori[g]en banderías, pandillajes y partidos entre nosotros.
La instrucción es, entonces, el marco en el que se engloba inicialmente
la producción escrita del Boletín. Se hilvana con la literatura
a lo largo de los artículos que tenían la intención de instruir,
como las publicaciones de costumbres de otros países, extraídas algunas
de revistas y periódicos peninsulares, como El Entreacto 4 y
El Panorama 5, que se caracterizaron por su tendencia hacia el romanticismo
español de aquella década. Los textos de costumbres
de otros países fueron el umbral que dio espacio a las publicaciones
de costumbres puertorriqueñas que darían después margen y
ocasión a las Cartas del Buen Viejo [Francisco Vassallo] y al trazo
inaugural con el que Manuel Alonso pactará acuerdos entre costumbristas
y románticos a partir del Álbum de 1844.
El sábado 16 de marzo de 1839 se publicó, en el número 5, el primer
artículo de este tipo titulado “Costumbres del Tirol”. El segundo,
titulado “Costumbres francesas. Secretos de una muchacha”,
se publicó en el número 11 del sábado 6 de abril del mismo
año.Ambos textos mencionados son anónimos, pero este último da
la primera señal del interés de Francisco Vassallo por las costumbres,
ya que fue él quien tradujo esta sección de L’Hermite de la [Gu-yane]. Relata el diálogo entre la adolescente Ida, con inteligencia
particular, y un ermitaño de ochenta años. Es imprescindible resaltar
unas líneas del final del texto que se relacionan con las ideas que
posteriormente Vassallo [El Buen Viejo] recalcará en sus famosas
Cartas:
Ida raciocinaba con tal discernimiento y me estrechaba con una
ló[g]ica
tan precisa, que empezaba [a] tropezar con grandes embarazos para contestarle; sin embargo, logré persuadirla que la
mayor parte de las contradicciones que notaba entre la educaci[ó]n
y las costumbres
no eran m[á]s que aparentes; que el interés
personal, las conveniencias, la civilidad y las circunstancias
de cada individuo lo pon[í]an alguna
que otra vez en la
necesidad de transi[g]ir con los principios de la [religión] y de la
moral, prob[á]ndole con varios ejemplos, que no por eso dejaban de ser aquellos dignos del mayor respeto, como la m[á]s segura
garantía de la estimaci[ó]n pública, sin la cual no hay goces verdaderos, ni mucho menos felicidad sólida.
Los números 12 y 13 publican el artículo mencionado anteriormente 6, “Literatura. Ensayo sobre una poesía épica”, en el que un tal
S. G. B. abre una sección instructiva sobre el género de la tragedia:
“Señor Editor, en uno de mis viajes a esa capital, en la que el teatro
se hallaba abierto, tuve el gusto de oír discurrir a varios jóvenes
acerca de las piezas dramáticas […] Se representaba una tragedia
[…]. El recuerdo de esta disputa literaria me estimuló a emprender
la traducción del ensayo sobre la epopeya de Voltaire, y como ha tomado
usted a su cargo la publicación de un periódico, aprovecho
esta feliz coyuntura”. Asimismo, de conformidad con los propósitos
inaugurales del Boletín, en el número 14 publica “Costumbres
de Córcega”, en el que se abunda sobre la erradicación de la costumbre de la vendetta en Córcega. El texto es anónimo, y al final
menciona aspectos que se repiten en el periódico desde su fundación,
como la instrucción pública, los progresos en la agricultura y
el comercio, y los medios de comunicación:
Esas costumbres tan próximas van [a] desaparecer del todo. La
administraci[ó]n contin[ú]a la pesquisa de armas, y la e[x]tiende indistintamente [a] todo el pa[í]s, lo mismo al
maquis que [a]
las montañas. Es preciso repetirlo, la introduc[c]i[ó]n del jurado ha facilitado maravillosamente esta medida, que tendrá su complemento
con el desarrollo de la instrucci[ó]n pública, y con los progresos de la agricultura y el comercio. Para estos progresos
la Córcega no necesita m[á]s que medios de comunicaci[ó]n.
Por este estilo también se publicó en el número 21 del sábado, 11
de mayo de 1839 el texto “Costumbres suizas. El cantón de Zug”,
que contiene, contrario a los publicados anteriormente, material relacionado
mayormente con las fiestas, los adornos, el trabajo, su
sentimiento hacia la tierra en que nacieron, entre otros aspectos. Es
la última publicación de costumbres de otros países que aparece en
1839. La próxima se registra dos años después en el número 208 del
miércoles 24 de febrero de 1841. Se desconoce si se publicaron más
en 1840, ya que no se conservan ejemplares del Boletín de este año.7
En el año 1841 se vuelven a registrar artículos de costumbres del exterior,
pero esta vez abundan las peninsulares, mayormente deMadrid.
Estas costumbres de otros países remiten a lo instructivo del
Boletín, y la pausa de tales artículos dio paso a la publicación de
costumbres isleñas.
Justo un mes después de la publicación de las costumbres suizas,
en el número 30 del 12 de junio de 1839, aparece el primer texto
de un suscriptor que alude a las fiestas puertorriqueñas. También
asoma por primera vez el romanticismo en el Boletín con la estampa
de P. [Pascasio Sancerrit] y su caracterización irónica de un romántico:
A[u]nque adeude cuatro meses el romántico al fondista la comida, y muchas veces sufra demandas por lista… no desmaye su valor[,] deber al sastre es peor.
Miente en tertulia con sal, inventa modas e[x]trañas, sombreritos de panar, calzones de telarañas, los peinados, de vapor, que estar callado es peor.
Que sea triste Puerto Rico, escaso de diversiones; témase el chismoso pico, que arrastra tantas pasiones y en[g]endran el mal humor[.] ¡Otras tierras hay peor!
P.
La participación de Pascasio Sancerrit se advertirá significativamente
diez días después en el número 33 del sábado 22 de junio de
1839, ya que en este mismo número habría de aparecer por primera
vez un artículo de “Costumbres” [de Puerto Rico], escrito por un
autor desconocido que firmó A. B. C. D. &. Su primera oración es
contundente: “Cada pueblo tiene sus costumbres. Aquí entraría un
escritor [a] instruirnos de las del Jap[ó]n, de la China, de la Tartaria
y pasando luego al [Á]frica, [a] la Europa, [a] la América, y por fin
[a] la Oceanía, nos describiría, [a] costa de mil embustes de otros
tantos viajeros, las costumbres de esas diferentes re[g]iones”. El
autor especifica que es empleado y le “sobra tiempo para leer en la [o]ficina y en [e]sta no hay otra cosa que leer sino la [G]aceta y el
[Diccionario]…”. Luego enfatiza que no ha salido de Puerto Rico,
por lo que su autor no podría ser Francisco Vassallo ni otro peninsular
radicado en la Isla:
Lo que digo es que cada pueblo tiene sus costumbres, y h[e]me
aquí al principio del art[í]culo. Si es verdad [o] n[o], otros serán los que lo prueben si quisieren: yo no he salido de Puerto Rico.
Pero aquí tenemos nuestras costumbres, y en una parte de la Isla son diferentes de las de la otra parte: de donde yo infiero, [o]
m[á]s bien deduzco, (porque soy algo ló[g]ico) que en el resto del mundo sucederá otro tanto, contando con la otra premisa de que
los hombres y mujeres son los mismos aquí como en Francia.
El autor equipara en estas líneas la variación de las costumbres
como parte de una condición humana en todos los países. Esto
marca, en definitiva, la transición de las publicaciones de las costumbres
de otros países a las tradiciones criollas que Vassallo hará
suyas después en las Cartas del Buen Viejo a los muchachos grandes.
En las siguientes líneas el autor anónimo simula la posibilidad, casi
paródica, de aleccionar sobre costumbres, pero luego enmienda y
subraya que su propósito es solo hablar de una costumbre que considera
buena en Puerto Rico:
El epígrafe nos promete un artículo de costumbres, y hasta
ahora despu[é]s de tanto escribir, y harto para quien lo hace como [usted], aún nos tiene todavía suspensos, sin adivinar
siquiera
de qu[é] costumbres piensa instruirnos, [ó] cuáles merecen su alabanza [ó] vituperio. _ ¿Vituperio? ¡Cáscara! Yo no
tengo esa misi[ó]n: quiero hablar de una costumbre buena que hay en Puerto Rico; de las malas toca [a] otro ministerio.
La mención irónica de “otro ministerio” o ministro, parece aludir al
gobierno, mientras que la referencia escrita “de qué costumbres
piensa instruirnos” remite al lineamiento sobre las costumbres con
las que el Boletín ya estaba comprometido. No sería hasta la publicación
de las veinte Cartas del Buen Viejo entre 1840 y 1841 que este
trazado “instructivo” sobre buenas o malas costumbres habría de
plantearse en el Boletín.
Aunque no se sabe quién es el autor del texto, Pascasio Sancerrit,
quien publicaba con la signatura abreviada de P., podría tener
alguna relación en el asunto. Debajo y corrido al texto de costumbres
puertorriqueñas, firmado en esta ocasión por A. B. C. D. &, sigue
un poema de P. titulado “El San Juan” en el que se describe de
modo jocoso y crítico la celebración del día de San Juan. Sancerrit,
curiosamente, repite en varios de sus poemas publicados en el Boletín
el tema del mal humor: primero, en el mencionado número 30
del 12 de junio de 1839, que termina “Que sea triste Puerto Rico, /
escaso de diversiones; / témase el chismoso pico, / que arrastra
tantas pasiones / y en[g]endran el mal humor[.]” A su vez, el escrito
anónimo de A. B. C. D. & sobre costumbres, concluye: “Esta es
la costumbre: ahora yo no me meto en repulgos, comentarios ni reflexiones:
otros lo hagan, si les cumple. Estaba de humor, había
poco que hacer en la oficina, y me puse a escribir lisa y llanamente
contando con que Dalmau me haría el favor de ponerle en el Boletín”.
En ese mismo año, en el número 45 del sábado 3 de agosto,
P. (Pascasio Sancerrit) publica el poema “El baile”, en el que se dirige
a las damas que van a los bailes en los siguientes versos: “En
parte vuestras monadas / causa de caeros son, / [porque] dais solo
un dedito / y eso aun de mal humor / cuando exi[g]en los varullos
/ (que se llaman bailes hoy) …”. Posteriormente, en el único texto
literario recogido en el número 178 de 1840, Sancerrit menciona
constantemente el término en el poema titulado “Mi mal humor”.
Pese a esto, sería arriesgado confirmar que es el autor del primer
texto de “Costumbres”. Lo que sí puede confirmarse a ciencia cierta
es que el texto de “Costumbres”, firmado A. B. C. D. &, y el poema
“El San Juan” de Pascasio Sancerrit sirvieron de enlace entre los
textos de costumbres de otros países. En resumen, el poema de Sancerrit
publicado concurrentemente con el llamado “Costumbres”,
firmado A. B. C. D. &, abrió el planteamiento inaugural de una de las
más antiguas y destacadas costumbres puertorriqueñas registradas
desde el siglo XVI; las mismas que Manuel Alonso y Alejandro
Tapia estamparían después en el siglo XIX.
Después de estas publicaciones comenzó un intercambio de charadas,
remitidos, epigramas y poemas entre varios suscriptores
que, en su mayoría, enviaban sus publicaciones con seudónimos,
como El Jíbaro, también Jíbaro de Mayagüez, El Compadre, El Observador,
El Pulpero, entre otros; también participaban Ignacio Guasp y
Francisco Vassallo. La primera evidencia tangible de charadas aparece
en el número 44 delmiércoles 31 de julio de 1839, en la que El Jíbaro
de Mayagüez, uno de los seudónimos más comunes en estos intercambios
de charadas, remitidos y poemas, anuncia charadas
publicadas en números que actualmente no se tienen disponibles, y
publica una en este número con el propósito de estimular la pluma
y las respuestas de P. [Sancerrit]: “…Deseoso de que [usted] siga insertando
algunas para distracción de sus suscritores, envío yo una
con el fin de estimular la vena del [s]eñor P. comprometi[é]ndome
[a] pagarle en la misma moneda siempre que tenga [a] bien remitirnos
alguna por el mismo conducto”. Mientras P., en el mismo número
44, contesta charadas publicadas por Francisco Vassallo en el
número 41, ausente en el material del Boletín. Si aproximamos la
fecha, esta concurrencia sobre el tema se da en el número 41 del sábado
20 de julio de 1839; un mes después de la iniciativa de Sancerrit
por las costumbres puertorriqueñas. Es la fecha más temprana
en la que se ha registrado la publicación de charadas. Es decir,
Francisco Vassallo no solo traduce el segundo artículo de costumbres
de otros países, sino que escribe la primera charada registrada,
continúa su intervención con poemas y charadas durante este primer
año, y luego interviene en 1840, del que no guardamos registro
alguno, con las Cartas del Buen Viejo a los muchachos grandes. 8
Estas cartas inauguran un paradigma que continuará a lo largo de
1841, desde el número 193 del sábado 2 de enero, que publica la “XI
Carta [a] los muchachos grandes”, encabezada por “El Aguinaldo
del Buen Viejo”, hasta el número 259 del sábado, 21 de agosto; esta
última titulada “Carta XX y [ú]ltima del Buen Viejo a losmuchachos
grandes”, que expone detalladamente el propósito de sus cartas. En
1842, sin embargo, Francisco Vassallo no publica en el Boletín. Solo
se registran algunos artículos que lo mencionan por su desempeño
en la Sociedad Económica de Amigos del País. Sin embargo, este silencio
dura poco y su intercambio con los jóvenes románticos (muchachos
grandes, duendes) se reanuda en el Aguinaldo puertorriqueño
de 1843. Muy significativamente, el Aguinaldo cierra con una carta
típica de Francisco Vassallo en la que responde a un prospecto—del
que no se conserva copia en los archivos— que había sido publicado
por los autores en el Boletín. 9 A esto se le añade que Manuel
Alonso también alude, en un romance jíbaro de El Cancionero de
1846, a otra carta desaparecida de Vassallo. El género epistolar era
el medio literario elegido por Vassallo. Por ejemplo, Salvador Brau
incluyó en la segunda edición de El Gíbaro de Alonso en 1883 un
fragmento de una carta, en la que Vassallo celebraba el éxito que
tuvo en Puerto Rico el Álbum de 1844 reunido por los jóvenes puertorriqueños
que estudiaban en Barcelona, mientras también estimulaba
a los jóvenes de San Juan (los jóvenes autores del Aguinaldo) a
continuar el intercambio de producciones literarias. 10 La Conclusión
del Álbum redactada por Alonso no solo respondía a la carta de
Vassallo publicada también al final del Aguinaldo, sino que esta iba
orientada a todo el debate entre costumbristas y románticos que se
dio en el Boletín entre 1840 y 1842. El Gíbaro de Alonso fue, en gran
medida, el producto indirecto de aquella contienda: 11
… que también se manifiesta en el romance jíbaro de la Escena
XIII del primer Gíbaro de 1849 (“Ami respetable amigo el Sr. [don] Francisco Vassallo en respuesta a una carta suya”). En aquel romance
jíbaro en respuesta a la carta de Vassallo ya Alonso asumía el referido de una correspondencia literaria costumbrista:
“[E]n cuanto a aquey papelito / de sosio corresponsay, / jaremos pol mereseyo / a fueysa e trabajal, / y onde no yegue ey
sentío, yegará la boluntá” (Alonso 127-128).
Las publicaciones sobre las costumbres encendieron la chispa
que el afán instructivo del Boletín inauguró y que después habría
de transformarse en un debate literario y cultural entre el costumbrismo
y el romanticismo; entre lo ‘viejo’ y lo ‘nuevo’; entre El Buen
Viejo, Francisco Vassallo, y los que emergen en el romanticismo
puertorriqueño en las páginas del Boletín en 1842, en el Aguinaldo
de 1843 y en la serie antológica de Aguinaldos de esa década y las
siguientes. En las publicaciones de charadas se desarrolló una trifulca,
a manera de acertijo, entre un grupo de autores de Mayagüez
y otro de la capital. Tales intercambios provocaron el cuestionamiento
de varios suscriptores sobre lo que era verdaderamente útil
en el periódico, y sopesaron algunos la poca importancia de la literatura.
También se nombrará en ellos, por primera vez, en el número
55 del sábado, 7 de septiembre de 1839, escritores románticos
que publican en el periódico, como posteriormente se expondrá.
En 1842 hubo un giro en el Boletín: aparece alguna que otra charada
que no recibe respuesta, aunque se incrementan los poemas
de los autores que habrían de colaborar en el Aguinaldo puertorriqueño
de 1843. Se destacan: Ignacio Guasp, Martín J. Travieso, Jacobo
(Francisco Pastrana), Hernando (Juan Manuel Echevarría), Mario
Kolhman (Eduardo González Pedroso) y Carlos Cabrera. Curiosamente,
en 1842 no se publicaron textos titulados “Costumbres”,
como sucedió en 1839 y 1841, pero sí aparecieron textos, como “Poblaciones
de Rusia”, “Las islas Filipinas”, “Culto tributado a los
animales en Indostán. El toro bracman”, “Bella superstición”, entre
otros, que mencionan costumbres del exterior. Al igual que los que
se titulaban “Costumbres”, recalcan aspectos relacionados al modo de vivir, como
sucede en “Poblaciones de Rusia” 12 y “Las islas Filipinas”, 13 esta última incluso de
la lengua, o dialectos, y la literatura producida en el
lugar. 14 Es decir, en 1842 reaparecen las publicaciones
de costumbres extranjeras, que abundaban también a
principios de 1839 hasta el 22 de junio y que se ausentaron hasta el
artículo encabezado Costumbres y titulado “XI Carta del Buen Viejo
a los muchachos grandes” en el número 93 del sábado 2 de enero
de 1841, cuando comenzaron a publicarse costumbres de la Península;
luego de la “Carta XX”, la última del Buen Viejo en el Boletín,
regresan los artículos titulados “Costumbres” de otros países. En el
año 1842 se publican textos que contienen costumbres de otros países,
pero sin tal título.
En el número 34 del miércoles 27 de abril de 1842 se encuentra
un pequeño texto, de corte jocoso, titulado “Personas que pueden
mentir, escudadas por la costumbre”, que menciona, entre las personas
que pueden mentir, a los poetas: “Los poetas y retóricos. / La
retórica [a] mi ver / autoriza la mentira, / pues, ¿qué otra cosa son
/ las hipérboles m[á]s lindas?”. Sin embargo, se encuentra un texto
particular, llamado “Misceláneas”, en el número 46 del miércoles 8
de junio de 1842, en el que su autor, quien utilizó el seudónimo Un
patriota, cuestiona el título por el contenido del texto: “No sé, [o] no
me he querido tomar el trabajo de deslindar [a] qué [g]énero pertenecerá
este artículo, aunque bien pudiera haberlo llamado de Costumbres,
y encabezá[n]dolo con este título, puesto que [a] ellas se refiere;
pero me hubiera impuesto grandes obligaciones, y yo ni
tengo pretensiones de escritor, ni tiempo siquiera para rever este
borr[ó]n”. En el remitido critica las peleas de gallo: “No intento
describirla porque soy mal observador, y pocas son por otra parte
las veces que he pisado la gallera, llevado de otro objeto; pero se me
alcanza que ser[í]a un asunto digno de la pluma del desgraciado
Larra [o] del célebre Mesonero”. Su concepción del juego es tajantemente
negativa: “Imposible es que ning[ú]n pa[í]s mejore de costumbres,
ni adelante en industria y civilizaci[ó]n lo que debiera,
como se consienta [o] disimule el juego”. Esta es la única publicación
de 1842 que contiene explícitamente costumbres puertorriqueñas,
en la que, sin embargo, falta la chispa del entusiasmo y del
buen humor del Buen Viejo.
En este año proliferaron publicaciones de poemas anónimos y
de autores que habrían de colaborar después en el Aguinaldo de
1843, como se ha mencionado. Pero, además de esto, la instrucción
se hilvana íntimamente con la literatura mediante publicaciones
que remiten, o incitan, el estudio de las letras. Por ejemplo, el número
50 del miércoles 22 de junio de 1842 se publica un artículo titulado
“Examen anal[í]tico de las obras de Miguel de Cervantes
Saavedra”, en el que se realiza un examen de sus obras, especialmente
la poesía y el teatro. En este mismo artículo se menciona que
en el número 39 del mismo año publicaron la biografía de Cervantes.
Meses después, en el número 90 del miércoles 9 de noviembre
de 1842, se publica “El estudiante de la Edad Media”, en el que se
pondera la importancia de la lectura y la escritura:
Si el hombre naciera (como la fabulosa Minerva) dotado de facultades
capaces de apreciar instintivamente todo lo que sienten [o] perciben los sentidos, y de una memoria de la cual no se borrase
ni un solo átomo de la e[x]periencia y saber adquiridos, la lectura y la escritura le ser[í]an enteramente inútiles. Con solo
mirar [a] las estrellas aprender[í]a todo cuanto han ido acumulando miles de siglos, y le bastar[í]a respirar la atmósfera no solo
para sentir su influencia, sino para conocer su composici[ó]n.
Otro ejemplo en el que se recupera la vertiente instructiva, el
único en volver a temas literarios en 1842 (en el número 91 del sábado 12 de
noviembre) trata “De la poesía considerada como ciencia” y plantea la cuestión polémica de que “las reglas del arte de la
poesía pueden deducirse de alg[ú]n principio [g]eneral que la eleve
[a] la dignidad de ciencia”. Igualmente especial, y también único en
el Boletín, es el artículo publicado en el número 26 del miércoles 30
de marzo de 1842, “Importancia de la instrucción del bello sexo”,
en el que se critica “que se haya mirado siempre con cierto abandono
mezclado de desd[é]n la educaci[ó]n de las jóvenes”. Es único
también al entrelazar las mujeres y las costumbres: “Es indudable
que las mujeres contribuyen tanto [o] m[á]s que los hombres [a] la
conservaci[ó]n de la virtud y mejora de las costumbres, que son los
fundamentos verdaderamente sólidos de la felicidad de los pueblos”.
Estas afirmaciones delatan, sin duda, una perspectiva decimonónica
y atávica sobre las mujeres en la historia —casi al estilo
de Boccaccio en el siglo XIV (De mulieribus claris)—; y esto se confirma
con la muestra de las mujeres ilustres e instruidas del pasado
que se mencionan: Veturia, Cornelia y la infanta Doña Blanca, hija
de Alfonso IX de Castilla.
También tendríamos que instalar este atavismo decimonónico
junto al vector instructivo del Boletín en su contexto de época con
otro artículo de concesión aristocrática que conjuga la educación
popular con las costumbres como remedio social: “Inter[é]s de las
clases acomodadas en la instrucci[ó]n popular”, del número 30 del
miércoles 13 de abril de 1842, en el que se arguye que la clase alta
debería fomentar la instrucción para garantizar así sus propios
bienes y riquezas.
Sin educaci[ó]n en vano se dictarán leyes, se publicarán códigos
criminales, se levantarán patíbulos, todo esto no es bastante si una masa fuerte y numerosa carece de costumbres. Ya lo dijo
[hace] cerca de dos mil años un poeta, al que no le faltó nada para ser tambi[é]n un filósofo, y un grande conocedor de la especie
humana. [¿]De qué aprovechan las leyes si no están apoyadas en las costumbres? […] Costumbres, costumbres y virtudes
sociales y reli[g]iosas, y estas economizarán el uso de las leyes penales, que, como dice el sagrado testo [sic], no se han
dictado para el bueno, sino para el malo; para el que no siente el freno del honor ni el de la moral, y mucho m[e]nos el de la
reli[g]ión; frenos dulces y suaves que impone la educaci[ó]n.
1 Tenemos que reconocer que Eloísa Rivera-Rivera destacó inicialmente en su
libro La poesía en Puerto Rico antes de 1843 (1965) la urgencia de explorar las
primeras
manifestaciones que precedieron en la prensa al Aguinaldo puertorriqueño (1843).
En la perspectiva panorámica y diacrónica de su aproximación, sin embargo, no se
advierte la continuidad y la coherencia que ahora puntualizamos.
2 Esto se imprimió un mes y varios días después de haberse publicado el primer
número del Boletín, que fue el miércoles 2 de marzo de 1839.
3 El Compadre —cuya identidad todavía no hemos podido determinar— reconoce
las dificultades que enfrentaba el editor para complacer a sus suscriptores,
que ya rondaban los trescientos.
4 El Entreacto: periódico de teatros, literatura y artes es su título completo.
Se publicaba
bisemanalmente (jueves y sábado) en Madrid de 1839 a 1841. En la redacción
toman participación José Zorrilla, Juan Eugenio Hartzenbusch, Ventura de la Vega
y Patricio de la Escosura. Véase la Hemeroteca Digital del Ayuntamiento de
Madrid
en línea:
http://catalogos.munimadrid.es/cgi-bin/hemeroteca/O7454/IDd87a5964/NT2.
5 Se
subtitula como el periódico de literatura y artes, y después se amplía a
periódico de moral, literatura, teatros y modas. Su publicación es de carácter
ilustrado “que se suman al movimiento romántico y a una nueva generación de
literatos españoles”. Los principales contenidos del periódico son textos
literarios, artículos de costumbres, de divulgación histórica, de filosofía,
moral, educación, actualidad literaria, teatral y cultural, entre otros.
Contenía ilustraciones, entre ellas muchas costumbristas. Sus dos épocas de
publicación también coinciden con el Boletín Instructivo y Mercantil: la primera
corresponde a 1838, y la segunda comienza en 1839, con un último documento
encontrado el 13 de septiembre de 1841. Véase en línea la Hemeroteca Digital de
la Biblioteca Nacional de España:
http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?q=id:0004044963&lang=es
6 Número 12 del miércoles 10 de abril de 1839, y número 13 del sábado 13 de
abril de 1839.
7 Solo se registró el número 178 del sábado 14 de noviembre de 1840, en el que
P. (Pascasio Sancerrit), según expondremos más adelante, publicó un poema
titulado
“Mi mal humor”.
8 Las alusiones entre charadas cuyos textos no se conservan, ya que tampoco se
conservan ejemplares del Boletín de 1840, pueden recuperarse gracias a las
menciones
de los propios autores en sus publicaciones posteriores de 1841.
9 Los mismos colaboradores del
Aguinaldo incluyeron unas líneas de este
prospecto
en la Introducción de la antología, en la que afirmaban que pretendían sustituir
“con ventajas a la antigua botella de jerez, el mazapán y a las vulgares coplas
de Navidad”; mientras Vassallo incluye un fragmento elidido por estos en la
carta
que cierra el Aguinaldo: “las vulgares coplas de Navidad de nuestros abuelos”.
Esto
fue una provocación para Vassallo, dado a que sus observaciones culturales se
enfocaban
en gran manera en la gastronomía, como apunta Alonso en la Conclusión
del Álbum de 1844 almencionar “el parecer juicioso y gastro-espiritual del Sr.
F[rancisco]
V[assallo]”.
10 Las cartas representan la definición clásica de lo que es un paradigma: una
praesentia in absentia, es decir, aquella presencia implícita que ejerce una
influencia
decisiva a pesar de su ausencia, cuando esa ausencia es la condición de
posibilidad
para la eficacia de sus consecuencias. Las desaparecidas Cartas y aquellas
costumbres
que ya estaban a punto de desaparecer desde mediados del siglo XIX todavía
ejercen su influencia implícita como una refracción de espejo: todavía nos
preguntamos
si sus estampas fueron reales, o si se trata, en cambio, del diorama oscuro de
un recuerdo que también está a punto de desaparecer. Posiblemente la sombra de
Vassallo todavía nos aguarde en el zaguán; en la puerta de entrada de la
literatura
puertorriqueña.
11 La deuda de Alonso a Vassallo es incontrovertible y muy significativa: la
composición y la publicación del Álbum de 1844 —en el que aparece su primer
romance
jíbaro, “La fiesta del Utuao”— es también cómplice de aquella misma movida
por asentar costumbres y tradiciones.
12 “La diversidad de costumbres ymodo de vivir nacional ha de buscarse en las
poblaciones del interior, que son la residencia de la clase media y de la m[á]s
pobre” (número 21, sábado 12 de marzo de 1842).
13 “Entre las costumbres del indio filipino distínguese su afici[ó]n al baño, de
que diariamente usan hombres y mujeres reunidos, el tabaco y el buyo, que
consiste
en los pedacitos de una nuez llamada bonga […] Cuidan mucho del pelo, que es
sobremanera hermoso y largo, y que suavizan con aceite de coco. Andan descalzos
unos y otros, y solo para afuera se ponen chinelas. Las de las mujeres suelen
estar
bordadas de oro y plata, cubriéndoles solo los dedos” (número 61, sábado 30 de
julio de 1842).
14 “Muchas y diversas son las lenguas [o] más bien dialectos de una misma que
los indios filipinos hablan hoy día […] Su poesía antigua ha desaparecido con la
conquista …” (número 61, sábado 30 de julio de 1842).
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