El objetivo principal de este libro consiste en establecer los procedimientos básicos mediante los cuales el lector pueda llegar a una comprensión más profunda del texto literario, establecer relaciones significativas entre la sociedad y la literatura, y lograr así el máximo aprovechamiento de la lectura como interpretación de la realidad. Un segundo objetivo es, principalmente, ayudar al estudiante a entender y a asumir una actitud activa con respecto a la cultura.
Todo lector está influido, de una u otra manera y en diversos grados, por lo que lee, aun sin darse cuenta. Mas el acto de la lectura debe ser consciente, y el lector saber que en este acto no sólo adquiere conocimientos, sino que también forma sus ideas, sus valores, su concepto de la realidad. Al mismo tiempo, cada lector, individual o colectivamente, influye sobre la producción de los escritores, al grado de que podría, y debería, considerarse “coautor” de su medio cultural. Al ser consciente de esta situación de influencia recíproca, el lector podrá entender, de manera adecuada, que su presencia es social y, por lo tanto, gravita en la cultura que, al mismo tiempo, le nutre. No es el lector un sujeto pasivo, beneficiario de una cultura, sino un sujeto activo que, directa o indirectamente, influye en ella.
Las lecturas que constituyen el presente libro son textos literarios, en que el autor denota emotividad como producto de la realidad en que vive, así como de su ideología, de lo que percibe y siente en el momento en que escribe la obra. El escritor se expresa por medio de un lenguaje metafórico y rico en expresividad. Los textos literarios son subjetivos y cada lector interpreta las obras desde su punto de vista particular.
No obstante, el libro comprende una selección de obras literarias representativas de distintos temas y épocas mediante las cuales el alumno podrá desarrollar una “visión de mundo” que le servirá de medio para interpretar la realidad. Es decir, el lector se capacitará para señalar los diferentes valores y actitudes culturales expresados en las obras literarias de otro período y cultura, e inclusive, podrá destacar la cosmovisión de mundo en obras contemporáneas que no configuran este volumen.
Por otro lado, introducirnos en el conocimiento de los distintos saberes literarios agrupados bajo la genérica denominación de visión de mundo nos obliga a efectuar unas necesarias precisiones iniciales de terminología y conceptos, con el propósito de que el lector pueda establecer un eficaz diálogo en su recorrido por las lecturas diversas que integran el texto. Advertimos: no perseguimos en este momento ofrecer una exposición de problemas teóricos con sus correspondientes soluciones, sino plantear algunos conceptos fundamentales, a fin de poder captar la relación entre la literatura y la sociedad, de forma tal que podamos lograr conceptualizar y comprender la visión de mundo que encierra cada obra. La primera cuestión fundamental que deseamos dejar expuesta es ¿qué se entiende por visión de mundo? En el siglo xix, el vizconde francés Louis de Bonald lanzó la frase emblemática: “La literatura es la expresión de la sociedad”. Un siglo más tarde, el estudioso Lucien Goldmann expone su concepto de visión de mundo en el ensayo Crítica y dogmatismo en la creación literaria.
“Si pasamos ahora al plano más general, comprobamos que los hombres, para poder vivir y orientarse, han tenido que introducir un orden más o menos consciente en su representación global del mundo, y que todo grupo tiende a crear tal representación, a la cual hemos denominado, en el caso de los grupos privilegiados que constituyen los sujetos de la creación cultural, una visión de mundo” (p. 76).
De aquí surge un sistema de análisis que consta de una serie de puntos sólidamente determinados y que parte del acierto de considerar el texto particular de cada obra como una totalidad estructural, en el que todas sus partes guardan relación con esa totalidad a la que pertenece.
De ahí que todos los elementos, tanto temáticos como formales, deban poder integrarse con la globalidad de la obra. Más o menos, el planteamiento inicial sería el siguiente:
1. Toda obra literaria refleja una visión de mundo, que en sí no es más que un planteamiento coherente y unitario sobre la realidad en su conjunto.
2. Ello es así porque el sujeto de la creación literaria es la colectividad a través del autor.
3. Son, por tanto, los deseos, voliciones y sentimientos de ese grupo los que conforman la visión de mundo a la que la obra hace referencia, en un proceso de estructuración y desestructuración.
El concepto operatorio de la visión de mundo es la manera más eficaz de poner en claro las categorías mentales, que por su grado de coherencia y de autenticidad, nos permiten juzgar, por un lado, el valor propiamente estético de una obra y por el otro lado, las relaciones significativas entre esas elaboraciones imaginativas y el resto de la vida social. En la teoría planteada por Goldmann, el término visión de mundo viene a cumplir una función mediadora: “Entre la visión de mundo como realidad y el universo creado por el autor, y entre este universo y el género literario, el estilo, la sintaxis, las imágenes o, en una palabra, los medios propiamente literarios empleados por el autor para expresarlos”.*
Asimismo, Lucien Goldmann define otro concepto denominado valor estético en dos de sus ensayos: La sociología de la literatura. Definición y problemas del método y El sujeto de la creación cultural. En cuanto al primer ensayo al cual hacemos referencia, Goldmann utiliza la misma definición de otro gran estudioso de la literatura, George Lukács:
“[…] quien define este valor como una tensión superada entre la multiplicidad y la riqueza sensible por una parte, y por la otra, la unidad que organiza esa multiplicidad dentro de un conjunto coherente. (Goldmann, p. 72) ...la función más importante de la creación literaria y artística es aportar, en el plano imaginario, esa coherencia que los hombres no pueden alcanzar en la vida real, exactamente de igual modo como, en el plano individual, los sueños, los delirios y lo imaginario procuran el objeto o el sustituto del objeto que el individuo no había podido poseer en la realidad”. (Goldmann, p. 91)
Nuestra interpretación del valor estético es la siguiente: la transposición al plano literario de las respuestas de los grupos sociales a sus problemas, además de tener una importancia histórica particular, constituye el elemento a partir del cual se establece el valor artístico de una obra, ya que es precisamente la visión de mundo la que aporta coherencia y riqueza al universo imaginario del escritor.
La literatura cumple así con la función de servir de pantalla a los grupos sociales, de forma tal, que estos elaboren un mundo imaginario donde puedan, a su vez, proyectar los recursos más significativos de sus posibilidades conceptuales. Es decir, se considera la obra literaria como aspiración de la tensión entre el “polo de la unidad y de la coherencia” y el “polo de la multiplicidad y la riqueza sensible”. La visión de mundo desarrollada por el sujeto colectivo garantiza la coherencia que caracteriza la obra artística; la experiencia en el mundo, reiteramos, nutre el polo de la multiplicidad y riqueza sensible. Por lo tanto, debe contarse con el hecho de que las estructuras del universo de la obra sean parecidas con respecto a las estructuras mentales de la colectividad; aunque el escritor posee una total libertad a la hora de poner en juego los mundos imaginarios que están regidos por esas estructuras. Es decir, que el estudio de los hechos humanos debe ser, según Goldmann, el análisis comprensivo y explicativo de cada fenómeno. La comprensión nos conduce a identificar la estructura interna que organiza la obra, la estructura significativa inmanente (asunto, personajes, técnicas y estructura que constituyen el texto). Por otro lado, la explicación nos conduce a visualizar que la significación de la obra literaria se concreta en la aproximación del resultado del análisis inmanente a las estructuras sociales, históricas, que servirán de base fundamental en la explicación del hecho literario.
Finalmente, la antología está dividida en once épocas culturales. Sus respectivas introducciones nos permiten, además de un análisis enriquecedor del texto literario, ubicarnos en el espacio y en el tiempo de la obra estudiada, así como subrayar las características artísticas de cada uno de estos importantes movimientos literarios.
De igual manera, otro objetivo que perseguimos es el establecer la correlación entre el acto de leer y el acto de escribir. De ahí el énfasis en la lecto-escritura. Para lograrlo, incluimos una serie de ejercicios de comprensión de lectura al final de cada obra representativa del período estudiado.
Esta práctica auspicia que el salón de clases pueda convertirse, también, en un seminario-taller para el desarrollo de las destrezas de la redacción y la composición. Así, actividades que promuevan la escritura tales como informes orales o escritos, redacción de preguntas de discusión, ensayos expositivos y argumentativos sobre el análisis literario o algún tema seleccionado, prosificación de poemas o paráfrasis de textos, resumen de algún pasaje, son algunas, entre otras, de las posibilidades sugeridas.
Una de las grandes preocupaciones pedagógicas que reconocemos es que, por más que la lectura sea una tarea ineludible en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no basta con leer. Se hace necesario destacar que ciertamente, la lectura nos pone en contacto con los grandes maestros de la literatura universal, mas también hay que denotar que el acto de escribir es una tarea tan imperiosa y tan urgente como la propia lectura de los escritos. ¿Por qué?, inquirirá el alumno o la alumna. Porque aprender a leer es aprender a escribir y aprender a escribir es aprender a pensar.
Verdaderamente, el ser humano no descubre su propia verdad hasta que no la traduce en palabras, hasta que no estructura la palabra formalmente y con ellas constituye la arquitectura de un escrito. Como dijera el escritor José Javier Ciordia en El arte de escuchar: “Sí, cuando se aprende a escribir se aprende a pensar, porque el hecho de plasmar nuestros pensamientos por escrito supone la exploración de la propia conciencia, el vuelo en la reflexión, el ejercicio de la libertad creadora y, con ella, el desarrollo de la sensibilidad estética” (p. 6).
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* Goldmann, Lucien. Para una sociología de la novela. Madrid: Ciencia Nueva, 1967.