| Mireya Robles (izq.) durante la presentación de su novela en Nueva York, junto a la profesora Elena Martínez. |
En Una mujer y otras cuatro (Editorial Plaza Mayor, 2004), la última novela de Mireya Robles, como en Hagiografía de Narcisa la bella (1985), la preocupación por la subjetividad femenina es central. La novela narra la vida de la protagonista-narradora, su infancia en la provincia de Oriente, Cuba, sus años de juventud como estudiante en La Habana, su salida de Cuba, y sus vivencias en los Estados Unidos. A este personaje, como a Narcisa, también lo define su lesbianismo, su creatividad y curiosidad intelectual. La novela tiene dos motivos: la memoria y el deseo. La protagonista-narradora, Mochi, indaga en la memoria para rescatar el deseo. Los versos de Maya Islas que aparecen como epígrafe nos alertan de la importancia de las memorias: "Las memorias nos definen. Ese fluir de la vida en lo que tuvimos y ya no está como presencia, es lo que nos valida." El tema del fluir continuo de una vida se manifiesta en la estructura indefinida e indeterminada que Robles usa para narrar. La novela tiene forma de un prolongado monólogo interior lo cual resulta muy apropiado para narrar una vida. Empieza con un diálogo a media res que subraya la continuidad: "Y vine aquí para hablar de cuando era pequeña..." (p.11) La autora no usa signos de puntuación excepto puntos y comas o dos puntos. Tampoco se separa el discurso en oraciones, ni párrafos, ni capítulos. La elección de este estilo no es casual sino que parece ser una estrategia conciente para enfatizar la circularidad de las vivencias humanas. Precisamente, uno de los aciertos de la novela es romper las distancias entre presente y pasado, así como los límites espaciales, y las fronteras de identidad que separan a los individuos. Si en Hagiografía de Narcisa la bella la exploración de la identidad y la creatividad se centraba en la relación de Narcisa con su familia (Pascual, Flora, sus padres; y Florita-ita y Manengo, sus hermanos), en esta última novela Robles presta atención a las relaciones de la protagonista con sus amantes. Así, el tema del lesbianismo, el cual se presenta casi solapadamente en Hagiografía, se examina abiertamente en Una mujer y otras cuatro. El deseo es el gran tema de la novela. Este tiene dos manifestaciones distintas pero intrínsecamente relacionadas: el deseo por el saber, el conocimiento, y el deseo erótico. Desde las primeras páginas el deseo por llegar a saber juega un papel importante. Refiriéndose a su interés por la escuela, la protagonista-narradora dice lo siguiente:
lo mejor es la hora de la lección pero la hora de la lección casi nunca viene y cuando viene, es siempre, lo mismo, Cristo, A,B,C, …y yo creo que lo mejor es venir a la escuela a investigar cosas, pero ya le pregunté a la viejita que es la mamá de las Calderón, óigame, ¿para qué es esa tinaja tan grande, pero tan grande que está en el patio? Y la viejita, pues eso es para el agua, y yo, ¿y el agua se pone sucia? y la viejita que no, porque se cuela, y yo, con qué se cuela (p.13) La repetición del verbo "investigar" en estas primeras páginas demuestra la curiosidad de la niña y su insatisfacción ante un sistema familiar y escolar en que su curiosidad intelectual no se aprecia. Al contrario, vemos cómo las instituciones tratan de aplastar su curiosidad y de conformarla a la norma. Ya desde temprana edad la niña sabe que está marcada por la diferencia. Esa diferencia se verá más adelante en términos de su sexualidad y el no adaptarse a unos patrones heterosexuales. El ser diferente se ve primero en el uso de un lenguaje que la madre considera "raro." Uno de los personajes apunta que la niña "lo dice todo raro" y que nadie la entendía. Luego la madre se da cuenta que alguien le estaba enseñando palabras en árabe a la niña y que por eso usaba palabras que ellos no conocían. También al principio de la obra hay una anécdota reveladora y es cuando jugando con otras niñas hablan de lo que querían hacer cuando fueran grandes, y la protagonista-narradora dice que quiere casarse con Nelly. Este incidente hace que repriman a la niña y ahonda su sentimiento de soledad y de marginación. La interacción con las niñas de su edad está marcada por este sentimiento de "ser diferente". Este tema de la diferencia, según nos advierte la contraportada del libro, hace que el relato se aplique no sólo a mujeres homosexuales sino a cualquier persona que no forme parte del torrente de lo que se considera "la norma". Así, en las vivencias de la protagonista uno de los temas que se perfila es la confrontación entre la identidad individual y la del grupo: ...pasa el grupo y quiero llamar a cada una por su nombre, pero ninguna se detiene, empiezan a reírse sin mirarme y echan a correr, entonces empecé a sentir la cárcel cilíndrica transparente desde la que veo el espacio abierto y una vegetación exuberante como la del paraíso, para verlo y no tocarlo, para verlo y no estar en él porque siempre está ahí la prisión del cristal, del cristal grueso del que no puedo salir... (p.41) La protagonista-narradora se veía a sí misma como aislada de todo, y triste. La tristeza que siente al tratar de seguir el modelo convencional de vida se ve en sus relaciones con los muchachos de su edad. La falta de diálogo y de comunión con ellos agudiza su sentimiento de soledad. Unido al tema de la soledad está el dolor. El dolor es un tema recurrente en la narrativa de Robles y aquí aparece de distintas formas: primero, en el choque de su identidad con los patrones sociales aceptados; luego, en sus relaciones con las cuatro mujeres a través de su vida; y por último, en la experiencia de la creación artística y literaria. La narración y la escritura de las vivencias pasadas llevan a la protagonista narradora a sobrepasar su soledad y a encontrar una comunión a través del relato de las historias de amor. El final inconcluso de la novela cuenta el comienzo de un nuevo romance, confunde el sueño y la realidad y habla de una posible comunión salvadora: aprender a no irme cuando quiero quedarme a tu lado, aprender que la renuncia es algo tan estéril, aprender que no nos toca habitar una tierra desolada; o tal vez no lo dijiste, Chachi, por tantas cosas que ya sabes, por tantas verdades que hoy me guardo para soñar un poco más... (P. 190) Una mujer y otras cuatro termina con una separación y un nuevo encuentro. El final y el principio parecen unirse como se unen también presente y pasado; la mujer, y las otras cuatro. Uno de los aciertos de la novela es el uso de un lenguaje coloquial cubano, sencillo y directo unido a un lenguaje poético que favorece la reflexión. Es notable que a pesar de la estructura sin subdivisiones de oraciones ni capítulos, la autora logre mantener el interés en la narración. Otro de los logros de Una mujer y otras cuatro, como ya advirtió Madeline Cámara en "Romanza del amor oscuro: Una mujer y otras cuatro", es el establecer un vínculo estrecho entre la historia personal y la historia colectiva. Para terminar, en esta nueva novela, Mireya Robles nos presenta los temas universales del amor, el desamor, el dolor y la soledad unidos al tema lésbico. Así, Robles contribuye al sondeo de las subjetividades femeninas y ensancha esta temática en la literatura latinoamericana. Una mujer y otras cuatro reafirma el lugar destacado de Robles en las letras cubanas de hoy. ________________ *Baruch College y The Graduate Center (CUNY) |