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 Introducción

 1. Observaciones preliminares

 1.1. La situación geográfica de Puerto Rico, favorable a todo tipo de influencias lingüísticas desde la época colonial, explica la riqueza léxica de su español caribeño. Desarrollada a lo largo de los siglos, esta variedad regional es el resultado de sucesivas convivencias étnico-culturales que, integrándose en una realidad social compleja, motivaron su perfil actual, de carácter innovador dentro del español moderno.1.2. El léxico peninsular trasplantado a Puerto Rico, no sólo fue adoptando palabras de las lenguas autóctonas –los indigenismos–, de las lenguas africanas –los afronegrismos–, y del inglés y otras lenguas –anglicismos, galicismos–, sino que, de forma paralela al acriollamiento de los hablantes, fue adaptándose, con la lengua misma, a la nueva realidad del mundo antillano. Si la adopción de unidades autóctonas y africanas enriqueció considerablemente el vocabulario de la lengua trasplantada, el lento proceso de las adaptaciones hizo posible el desarrollo de innumerables creaciones y cambios semánticos que, además de contribuir a aumentar el inventario léxico del idioma, ampliaron con nuevos valores el umbral significativo de no pocas palabras patrimoniales. Junto a los términos de variados orígenes, por tanto, y con los propios recursos de la lengua en reciclaje constante de formas y de significados, una legión de marinerismos, criollismos, preferencias y adaptaciones fue perfilando el léxico isleño.

 1.3. A la convivencia de los viajeros con el mundo del mar, en largas y continuas travesías, debemos muchos marinerismos anclados en tierra: amarrar (‘asegurar con maroma o cuerda una embarcación en el puerto’) se generalizó para ‘atar cualquier cosa’; caleta (diminutivo de cala o ensenada pequeña) se olvidó del ‘barquitoque iba tocando en las calas’ y pasó a designar ‘la calle que va al mar’; halar (‘tirar de un remo en el acto de bogar’) sirvió para ‘arrastrar en general’; rancho (‘cada una de las divisiones de la marinería en las embarcaciones’), pasó a ser ‘choza o casa’;volantín (‘especie de cordel con uno o más anzuelos para pescar’) se convirtió en ‘cometa de papel’; embarcar, en fin, con su valor adquirido de ‘engañar’, es un documento vivo de no pocos riesgos viajeros. Junto a estos y otros muchos marinerismos, la nueva sensibilidad criolla encontró cauces en la fuente del humor para recoger nuevas actitudes: labioso es ‘hablador’, lambío, ‘descarado’, bojote ‘individuo grueso y pequeño’, juma es ‘borrachera’, aguzado es ‘listo’ y raspa coco,‘pelón’. Con ¡umjú! se desconfía y con ¡bendito! se compadece, mientras la metáfora puede sorprender la esperanza en el ‘saltamontes’ o la gaita lejana en la ‘barbadel gallo’.

 1.4. Basta un manojo de palabras como este para confirmar que el léxico de Puerto Rico ofrece un variado caudal de procedimientos formativos en una continua cosecha de palabras que arropa todos los campos léxicos del uso cotidiano. La historia, a su vez, documenta retiradas inevitables y registra preferencias de uso ante elecciones posibles; parejas como trepar/subir, mata/arbusto, palo/ árbol, agricultor/labrador; coraje/enfado, virar /doblar, caminar/ andar… y tantas otras, van imponiendo convivencias, triunfos y ausencias en constante renovación.

 2. La recopilación del léxico en Puerto Rico: visión general

 2.1. La primera reflexión seria y abarcadora sobre este rico vocabulario se debe al diccionarista Augusto Malaret (1878-1976), que, después de su primer Diccionario de provincialismos de Puerto Rico (1917), y de otro repertorio léxico muy importante en la lexicografía hispanoamericana1, revisa cuidadosamente sus materialesy publica la segunda edición de sus provincialismos, muy aumentada, con el título de Vocabulario de Puerto Rico (1937)2.

 2.2. La calidad de la obra de Malaret, como apunta López Morales3, se descubre en lo abarcador de su macro estructura y en la sistematicidad de los artículos, omicroestructura, con definiciones que hoy no rechazarían los diccionarios más ac-tualizados. Rarísimas veces ofrece rastros de definiciones enciclopédicas, caracterizadas por descripciones detalladas del referente, y ni siquiera cae en lo enciclopédico cuando define plantas y animales, ocasión tan propicia para este tipo de tratamiento no lingüístico. Estos y otros rasgos hacen de Augusto Malaret, aun en la época precientífica de la Lexicografía, uno de los más importantes diccionaristas hispánicos. Su labor, ejemplo sobresaliente de estudio y dedicación al servicio de la lengua, ha sido referencia obligada de todos los recopiladores puertorriqueños posteriores a 1937; así lo confirma este Tesoro.

 2.3. Como nivel de la lengua más accesible y atractivo para los estudiosos, el léxico del país recibió atención posterior a Malaret en una larga serie de obras que conforman el cuerpo de las fuentes de nuestro Tesoro: vocabularios y diccionarios generales (los menos), diccionarios y glosarios de componentes léxicos determinados   (indigenismos, afronegrismos, anglicismos), estudios e inventarios léxicos de parcelas específicas (de la delincuencia, del mar, del mundo agrícola, de las peleas de gallos, de los estudiantes) y repertorios sobre el léxico de registros expresivos (hablas culta y popular). Puerto Rico dispone, además, de dos obras de gran actualidad, pioneras en Hispanoamérica, que, por su especial carácter, no figuran como fuentes de este Tesoro: el Léxico básico4 y el Léxico disponible5.

 2.4. Además de los tipos de trabajos citados, existen acercamientos al español de Puerto Rico que son fuentes indispensables en la colecta del vocabulario local. Se trata de estudios dialectales, encabezados por la investigación histórica de Manuel Álvarez Nazario, estudioso de los arcaísmos hispánicos y de los componentes indígena y africano. Por su parte, la Geografía Lingüística, iniciada por Tomás Navarro Tomás en 1927, ofreció un importante caudal léxico, de carácter rural, recogido por el fonetista español en encuestas de campo por toda la Isla. Esta primera investigación geolectal del país, base de la aplicada después a varios municipios bajo la dirección de Rubén del Rosario, continuó llevándose a cabo hasta los años setenta, en tesis de maestría y doctorado presentadas al Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras6. A fines del siglo xx, Manuel Alvar aplicó en Hispanoamérica y el Caribe los principios de la nueva Geolingüística e hizo posible la colecta de materiales para el moderno Atlas Lingüístico de Puerto Rico7. Tanto los materiales recogidos por Navarro Tomás en 1927,como los allegados más tarde por los autores de las tesis citadas, la mayoría inéditas, así como los materiales léxicos del Atlas de Puerto Rico y el Caribe hispánico, publicados en libro aparte8, más los materiales dialectales obtenidos por diferentes especialistas, se han incluido como fuentes de nuestra obra. El Tesoro Lexicográfico de Puerto Rico que el lector tiene en sus manos ofrece, por tanto, todo el léxico del país que ha sido recogido previamente en las fuentes consideradas9.

 3. El tratamiento de las fuentes

 3.1. La inclusión en el Tesoro de materiales allegados mediante procedimientos tan heterogéneos –baste comparar la estructura de los vocabularios y diccionarios con la de los atlas lingüísticos o con el discurso de las descripciones dialectales–exigió una minuciosa labor inicial de revisión de todas las fuentes que permitiera identificar el tratamiento dado al léxico en cada una de ellas. A partir de esta revisión, se podrían identificar los problemas relativos a la aplicación de los criterios lexicográficos adoptados para el Tesoro.

 3.2. Esta labor fue especialmente lenta en los estudios dialectales, en los cuales había que empezar identificando, en revisión cuidadosa página a página, las unidades léxicas locales recogidas en el discurso y los rasgos semánticos implícitamente atribuidos a dichas unidades por cada uno de los autores; esta labor sería la base para proponer las definiciones que hicieran posible la inclusión de dichas unidades como entradas.

 3.3. Los materiales del Atlas de Navarro Tomás y los recogidos para el Atlas de Puerto Rico necesitaron tratamiento diferente; el aprovechamiento de todas las respuestas consignadas en los mapas ofreció una cantidad considerable de variantes  (léxicas, fonéticas y geográficas) que fue necesario someter a un riguroso criterio de elaboración y presentación uniforme.

 3.4. Nuestro propósito ha sido lograr, en lo posible, que el usuario tenga la mínima dificultad a la hora de hacer las consultas y que pueda acercarse, mediante las constantes remisiones cruzadas y dentro del formato alfabético que impone un diccionario, a la cantidad de relaciones diversas que puede haber entre las unidades léxicas recogidas. No se descartan las inconsistencias, difíciles de evitar en obras de esta envergadura, pues, si bien es cierto que la informática facilita la corrección de errores, y que, sin ella, la obra necesitaría, aun, muchos más años de elaboración, también es cierto que labores decisivas como la interpretación semántica, como la aplicación de criterios uniformes al tratamiento de las entradas o como la identificación de las unidades en sus mutuas relaciones, no se pueden llevar a cabo mediante un programa informático, por una razón elemental: las palabras oscilan entre tupidas redes de relaciones con otras unidades y sólo el investigador, inclinado sin prisa sobre el laberinto, puede ir descubriendo sus mutuas conexiones.

 4. Propósito de la obra

 4.1. Como “diccionario de diccionarios”, este Tesoro traslada a su macro estructura, con los debidos reajustes exigidos por la uniformidad, todas las unidades léxicas que el lector tendría que buscar en todas y cada una de las fuentes utilizadas, muchas de ellas agotadas o de difícil consulta. El Tesoro de Puerto Rico que hoy ofrecemos permite acercarse, por lo tanto, a un solo libro que registra la enorme cantidad de palabras y expresiones recogidas en el país durante muchas décadas y en obras muy heterogéneas, con los valores y significados que les dio el autor de cada fuente en su momento, cronológicamente expuestas en cada artículo. Esta enumeración histórica permite, además, rastrear la vida de cada vocablo: hay palabras constantes que mantienen su imperio a través del tiempo y las hay que se gastan o se retiran; otras cambian su significado, sin cambiar de piel, y muchas amplían o modifican sus valores semánticos con rasgos nuevos. Y si la enumeración histórica de los registros nos ayuda a datar olvidos paulatinos, también será útil para constatar las novedades. Un Tesoro Lexicográfico permite asediar el vocabulario desde muchos puntos de vista, y esta es la razón de que sea útil en distintos campos de trabajo.

 4.2. Recoger sin exclusiones las entradas de todas las fuentes, no significa–como se desprende de todo lo expuesto– que las palabras se hayan trasladado a nuestra obra sin reajustes. Como queda dicho, la heterogeneidad misma de las obras y de sus objetivos exigió uniformar en lo posible la presentación de los datos, de acuerdo con nuestros criterios, razón de que el traslado alfabético del léxico no se haya hecho, de ninguna manera, de forma automática, sino a partir de una ponderada consideración y estudio de cada unidad.

 6. Consideraciones finales

 6.1. En este Tesoro no se tiene en cuenta si el uso que pueda tener o haber tenido cada unidad registrada es o ha sido general, regional o local. El usuario encontrará en sus páginas, junto a la mayoría de términos locales, otros términos recogidos en las fuentes que son o han sido de uso puertorriqueño, antillano, hispanoamericano, o general. Asimismo, encontrará que muchas de estas palabras, por haberse generalizado modernamente en el país, se incluyen hoy, con la marca P. Rico, en el dicciona19rio oficial de la lengua española (DRAE, 2001): alcapurria, ‘fritura en forma de croqueta grande hecha de yautía o plátano rallados, rellena de carne’; babosería ‘habladuría sin sustancia’; chiringa ‘cometa’; julepe ‘desorden, problema’;prerrequisito ‘asignatura obligatoria y previa a otra que también lo sea para alcanzar un grado’; recado ‘planta aromática que se usa como sazón’; sanano ‘tonto’;suplir ‘abastecer’, etc., etc.

 6.2. El Tesoro no se limita al léxico exclusivo puertorriqueño (no es, por tanto, un repertorio contrastivo), puesto que la investigación de lo exclusivo no fue el propósito de sus fuentes. Malaret es el testimonio explícito de esta realidad: sus artículos incluyen referencias constantes a la presencia de muchas de sus entradas en las hablas de otros países americanos: como ejemplo de su modo de hacer referencia al uso compartido con otros países, véanse, entre otras muchas, las palabras:“achicar. (T. en Col. y R. Dom.).” O “traquear2. (T. en R. Dom.).”

 6.3. No hay duda, por otra parte, de que muchas palabras y acepciones han podido quedar fuera de nuestras fuentes, y, por tanto, de nuestra obra. Dentro de sus limitaciones, propias de toda obra lexicográfica, este Tesoro ofrece el léxico puertorriqueño de uso documentado durante el siglo xx que incluye lo particular y muchas unidades de lo general.


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notas

1 Augusto Malaret, Diccionario de americanismos, con un índice científico de fauna y flora, Mayagüez, R. Carrero, 1925. El índice de términos científicos incluidos en esta obra sería la base desu importante Lexicón de fauna y flora, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1961, 577 pp. Para la laborde Malaret es imprescindible la obra de Humberto López Morales, Augusto Malaret, diccionarista, Discurso de Incorporación a la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico, San Juan, 1983.

 2 A Humberto López Morales se debe la edición crítica del Vocabulario de Puerto Rico de Malaret (Madrid, Arco/Libros, 1999), así como la puesta en marcha de su actualización. Véase: “Desgasteléxico en el español de Puerto Rico. El Proyecto Malaret”, Investigaciones léxicas sobre el español antillano, al cuidado de Orlando Alba, Santiago, República Dominicana, PUCMM, 1991, pp. 169-178.

 3 Confr. Humberto López Morales, Augusto Malaret, diccionarista, op. cit.

 4 Amparo Morales, Lexico básico de Puerto Rico, San Juan, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, 1986.

 5 Humberto López Morales, Léxico disponible de Puerto Rico, Madrid, Arco/Libros, 1999.

 6 Para detalles sobre los estudios lingüísticos realizados en la Universidad de Puerto Rico durante el siglo xx, véase el volumen monográfico: El español de Puerto Rico en el siglo xx: Estudios y Bibliografía, al cuidado de María Vaquero y Amparo Morales, Revista de Estudios Hispánicos, 1(xxvii), 2000, 481 pp.

 7 Para la importancia de la Geolingüística en el Caribe hispánico: María Vaquero, “La Géolinguistique hispanique aux Caraïbes”. La géolinguistique en Amérique latine, Hors série nº 2 de Géolinguistique, Université Stendhal-Grenoble iii, 2002-2003, pp. 7-31.

 8 María Vaquero, Palabras de Puerto Rico, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, Prólogo de Manuel Álvarez Nazario, San Juan, 1995.

 9 Es posible que falte alguna obra elaborada o publicada en el período considerado; su ausencia puede deberse a error de omisión involuntaria.


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*Editorial Plaza Mayor, San Juan, Puerto Rico 2005. Fragmento de su Introducción.

 

 

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