Quiénes somos  | Qué publicamos  | Distribuidores  |  Comprar     |   Contactar    Talleres para Maestros  |   Blog

 

 

 

 

Portada
Catálogo
En el Tintero
Fondo Critico
Presentaciones
Perfiles
De Nuestro Catálogo
Premio Novela
Registro
Archivo


 

Boletín

 

 Blog Plaza Mayor
  • Noticias
  • Mundo literario
  • Astrolabio
  • Abrapalabra
  • En imágenes
  • Comentarios
  • Más»



 

Boletín
  Lo Nuevo


 

Comunicados de Prensa y Presentaciones/ Archivo
 

Archivo

 

Esto es una celebración. Hoy conmemoramos el Día de la Liberación de Milagros Acevedo Cruz. Ya les explicaré por qué. Antes, y para festejar con propiedad y corrección, tengo que empezar agradeciendo este logro.

Tengo que dar las gracias a mi familia, especialmente mi padre y mi madre, porque todavía continúan educándome. Mi familia, toda ella, fue el sostén primordial durante toda esta aventura, particularmente, mi adorado hijo, que está en Boston, estudiando y haciéndome orgullosa.

Gracias a mis estudiantes, pasados y presentes, amigos, amiga, compañeros en esta profesión comunicativa que amamos. Gracias a la gente chévere de la escuela de Comunicación, muy particularmente a colegas que me apoyaron y los empleados y empleadas no docentes, que alegran mis mañanas.

Gracias a amistades, especialmente a todas mis amigas, compañeras de faenas cotidianas, excelentes escuchadoras durante esos ratos frustrantes de sequedad creativa. Soy una de esas personas afortunada que disfruta la amistad genuina de un montón de mujeres que me acomodan la existencia de muchas maneras.

Agradezco también la ayuda y las risas con la gente de la editorial Plaza Mayor: a Patricia y nuestros almuerzos de 6 horas y por contestarme cientos de e-mail al segundo; a Félix, un editor inmejorable y respetuoso de ideas, y a Eva, por su fuerza y por el entusiasmo en su diseño. Doy también las gracias a Gigi, nuestra maestra de ceremonias, quien también leyó y corrigió el texto, poniendo especial cuidado en la parte en la cual ella es la experta.

Durante la redacción de este texto, tuve tanto apoyo que me es difícil parar de dar las gracias. Pero, en lo que se refiere este libro, debo ser justa y dedicar un minuto a dar unas gracias especialísimas a una persona que, para mi, define lo que es auténtica amistad. Tengo esta amiga, gente, desde hace 23 años. La vi por primera vez pocas semanas antes de enfrentarme a mi primer salón de clase, y , de repente, me encontré con esta estudiante avispada, ingeniosa y eléctrica, que, poco a poco y no se cómo, se ha convertido en una especie de ángel guardián de mis escritos. Y a ella, muy especialmente, quiero dedicar hoy esta noche: A Aida Vergne.

Este libro no es sólo mío, Aida, este libro es nuestro. Por eso, quiero agradecerte, públicamente, todas las semanas, meses, que dedicaste a corregirme, criticarme, machacarme y a decirme, “no, no, no, esto no puede ser así”, “tienes que decir esto”, no debes decir esto”, porque, gracias a esa crítica dura y sincera, la que verdaderamente sale del corazón, este libro es mil veces mejor. Aida leyó este texto unas 4 veces; con paciencia, con mesura, con delicadeza implacable. Como escritora, soy más humilde gracias a Aida.

… creo, pues, que nadie puede hacer un libro solo. Consta mi nombre en la portada pero el trabajo es también de ustedes; los errores, sólo míos.

A José Javier, quien fue mi estudiante y aún continúa demostrándome su inteligencia y compromiso, con 4 puntos en decencia; y Jesús, quien fue mi maestro improvisado y oportunísimo en aquellas frías salas de vistas públicas del Senado, y quien tuvo la paciencia de enseñarme a cómo manejar los vericuetos políticos con certeza periodística, les agradezco el honor de estar aquí.

Esto, es una celebración que recoge mi amor por lo que hago. Soy profesora, pero antes, soy comunicadora, y más, periodista. Nunca dejo de serlo. No es fácil ser profesora, aunque tengamos 4 meses de vacaciones al año. Yo disfruto enseñando. Hay cierto masoquismo enredado en eso de corregir y corregir y corregir, que sólo lo entienden aquellos y aquellas que se dedican a esto. Y ser profesora de periodismo y dictar la clase de ética, qué puedo decirles…   Me enamoré de este tema en mi último año de estudio, allá por el 78. Una vez me afiancé en la rutina de la academia, retomé el interés y creé una asignatura que, cada semestre, me provoca nuevas emociones.

No obstante, debo confesar que eso de escribir un libro sobre el tema… me provocaba cierta inquietud. La ética es asunto para controversias por su complejidad, y ya había sufrido algún que otro rechazo, alguna que otra discrepancia agria que me intimidaban. En fin, padecí ataques de inseguridad ante la magnitud del proyecto y la posibilidad de no lograr lo que en mis entretelas, anhelaba: hacer que la ética mediática fuera tema obligado en todos los campos comunicativos. Me convencí que la intención de este texto fuera hacerles la vida más cómoda a los estudiantes en la clase. Pero no. MI secreto, hoy, debe ser revelado. He aquí, pues, esa liberación de la que les hablé al principio. Supero, con este texto, ansiedades y temores a la crítica implacable de aquellos y aquellas que creen que el estudio y el análisis exhaustivo de la ética no es necesario. Libero, tras 25 años de experiencia, y a estos, mis 51 años, que tan graciosamente cargan mi cuerpo, el requerimiento de decir lo que hay que decir, porque, simplemente, ya es hora de decirlo.

La ética para comunicadores y comunicadoras, es vital. Y no basta ampararse en la frase, “mi ética me basta”, porque sus reglas morales como individuo, no son suficientes. El ser humano es tan imperfecto que el o la comunicadora tiene que trascender de esa imperfección para ser mejores periodistas, fotoperiodistas, relacionistas y publicistas. Es esa superación sobre uno mismo lo que los hace profesionales.

No basta con ampararse en la libertad de prensa o el derecho a la expresión porque ese derecho protegido por la Constitución, no es suyo, es de todos. Y hay que aprender a saber cómo defenderlo.

No basta, en la rutina diaria, dejarse llevar por la rutina, o por las emociones, o por la misma pasión que nos motiva a hacer el trabajo. Hay que aprender a actuar con mesura,   a no permitir que ideologías, educación, experiencias de vida, afecten la toma de decisiones correctas. Hay que aprender que la libertad personal para actuar en su profesión exige, ante todo, responsabilidad. Al optar por obedecer y respetar las reglas éticas ajustadas a cada profesión, no somos menos libres, sino que estamos actuando con responsabilidad.

Es más, no basta con asegurar ante todos “yo soy una persona responsable”. Más bien, es ese todo que observa nuestro desempeño, el que tiene que decirle a usted cuán responsable es. Las raíces de la responsabilidad descansan en que somos seres individuales pero también sociales, y nuestras decisiones y acciones, inevitablemente, afectan a otros. El hecho de que tenemos la habilidad y el poder de afectar a otros, ya sea para bien o para mal, exige que actuemos responsablemente con los demás si deseamos que la sociedad prospere.

Hay que aprender a cómo causar daño con precisión de cirujano, porque no se pueden desfigurar reputaciones y afectar la vida íntima o social de aquellos y aquellas a los que servimos. En las profesiones comunicativas, especialmente en el periodismo, se provocan daños irreparables; muchos, inevitables por la necesidad imperiosa de informar. Pero no podemos clavar el cuchillo y dejar a nuestras víctimas desangrándose de tristeza por un asunto interesante que quizás, ni es noticia. Sí hay que investigar y cuestionar y rebuscar la verdad, sin permitir que esas emociones que nos definen como seres humanos, entorpezcan las exigencias comunicativas.

El autocontrol -no la censura- se aprende. Hay que hacerlo íntimo, concebirlo y acomodarlo como si fuera una órgano tan importante como el corazón o el cerebro. Los y las comunicadoras deben reinventarse en la ética y domar necedades provocadas por la ambición, el ego, la prisa, la inmediatez propia de estas profesiones.

Con el estudio de la ética, se aprende, además, a justificar acciones que provoquen reacciones ambivalentes… no sólo a razonarlas con excusas banales. Con la ética como estandarte, se aprenden a manejar temas controvertibles, como son el aborto, la homosexualidad, la pena de muerte, la religión, el racismo, la política… Ay, la política. Cuánto debemos controlar emociones y creencias cuando se cubren hechos noticiosos relacionados con la política local. Debo confesarles que si los políticos fueran una raza, me costaría, muchísimo, no ser racista. Pero, gracias al estudio de la ética, sé que no puedo dejarme llevar por estereotipos, porque sé y confío en que hay dos o tres almas nobles y sensibles que no se han dejado abacorar por el poder y se comportan como auténticos servidores públicos.

Y, ¿qué me dicen del error craso con el que tropiezan muchos comunicadores, cuando permiten ser dominados por lo que es lógico, por la presunción, por la posibilidad? Ocurre mucho en la vida diaria, y del mismo modo, se observa en nuestros medios.

Abandonarnos a las conjeturas sin obligarnos a buscar la verdad, es una práctica despreciable en cualquier profesión comunicativa. Un ejemplo: Imagínense si un o una periodista redactara una noticia señalando que “un hombre al que le pegaron 40 tiros, murió de muerte natural”, porque es natural que te mueras con 40 balazos en el cuerpo.

Hay que aprender a domar la bestia de la impetuosidad y detenerse a pensar y a considerar, con mentalidad científica, cuál es la acción correcta y como produzco el bien que persigo.

En fin, hoy, reclamo esta liberación que consiste en manifestar, públicamente, que vivo para la ética. Me libero al proclamar que ya basta de miedos. La ética para los medios y en los medios no es una camisa de fuerza. Mas bien, es un camino que muestra una mejor ruta para ser profesionales de altura, aún, cuando continuemos cayendo en la inevitabilidad de nuestros errores.

No quisiera parecer presuntuosa. Someto ante ustedes, solamente, una posibilidad para aprender. Y sepan que siempre estaré disponible para sentarnos y hablar y discrepar, pero con la buena intención de lograr, como profesionales, ser un poco menos imperfectos.

Celebren conmigo, al menos hoy, esta aventura. Muchas gracias.

___________
*Palabras de la autora en la presentación de su libro
Muchas preguntas y algunas respuestas: la ética mediática. San Juan, Puerto Rico, 6 de abril de 2006.

 Subir
  

Subir
 

 

Portada | Catálogo |  Expedientes  |  Colecciones  |  En el Tintero |   Fondo Crítico   |  Archivo 
          Quiénes Somos  |
Qué publicamos   | Distribuidores  |  Comprar Contactar

Términos de Uso   |   Política de Privacidad


© 1990-2011  Editorial Plaza Mayor
Alojamiento y Diseño por All Internet Services