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Patricia Gutiérrez, presidenta de la
Editorial Plaza Mayor, introduce la
presentación de los nuevos libros
de la Colección Cultura Cubana.


Cuba:el amor hará perdurable la libertad


Hace apenas 5 años, la Colección Cultura Cubana no era siquiera el embrión de una idea abstracta. Acaso era sólo un sueño que me acechaba en las noches. Sueño constante como un verso rimado, como mezcla de encanto, fastidio y desafío. Por las mañanas, las tareas normales de la Editorial Plaza Mayor se encargaban de ahuyentarlo de mi cabeza por unas horas, separándome de aquella obsesión de iniciar lo que  muchos me auguraron sería una empresa imposible.

Pero la noche era puntual. Con ella, persistente y conminatorio, regresaba el sueño de hacer realidad esta colección. Un día, soñador aun más incurable que yo, mi padre, Eloy Gutiérrez-Menoyo, me dijo que nunca debería desestimar los sueños. Hoy, 4 años y más de 27 libros después, comprendo que los sueños no son sino avisos que la realidad suele emplear para ayudarnos a plasmar las cosas.

Encontrarnos sobre el papel, hacer cada vez más difusa la línea que propone dividirnos entre cubanos de "acá" y cubanos de "allá"... he ahí el propósito y el compromiso sobre los que se centra la tarea de la Colección. Es también la idea de insistir en la preservación de lo cubano en medio de los vapuleos de la historia. Entender, insistir, defender el concepto de que la principal conexión de nuestro espíritu nacional es con su acervo, con su cultura. Reivindicarla a ella como propiedad común e inexpropiable, anterior y superior a cualquier ideología o a las concepciones políticas de moda o a las estéticas de turno.

Las tormentas van y vienen, pero cada vez que el hombre se sobrepone y consigue mirar en calma a su alrededor, descubre que lo permanente es lo que lo identifica; que tras la lluvia las señales quedan claras sobre la tierra, que nada puede confinar o detener la creación.

Decía William Burroughs que hay una sola cosa de la que un escritor puede escribir: "Lo que está ante sus sentidos en el momento de escribir". Exagerada tal vez, nuestro querido Burroughs, es esta acepción tan sensorial, pero suele ser por ello que los creadores, como el animal que anticipa un sismo, nos alertan sobre la deshumanización, los excesos de la autoridad, la desconexión que engendra la tecnología, la brutalidad de la guerra y la urgencia constante de defender a toda costa la necesidad de libertad.

Tengo mucho que celebrar con ustedes hoy. Sobre todo con nuestros escritores que presentan libros. Muy especialmente con Gregorio Ortega, quien con su manuscrito Cundo Macao resultó ganador de nuestro Premio Novela Colección Cultura Cubana de Plaza Mayor, cuya segunda convocatoria queda abierta a partir de hoy.

He aquí, con estas noticias, una intersección de estilos diversos, un ejercicio colectivo, pero libre y asimétrico, de un grupo de autores que no responden, necesariamente, a una visión teórica homogénea, pero que sí responden a Cuba, a lo cubano, a lo mejor de nuestra cultura. Eso, me parece, es lo que debe primar, promover y animar toda iniciativa cultural que se respete en su libertad creativa y en el amor por esta tierra.

Sin embargo, en la novela Las voces y los ecos, de Aida Bahr, en la obra Yo conocí a Benny Moré, de Félix Contreras, en las novelas de Alejandro Aguilar, de Antonio Álvarez Gil y de Gregorio Ortega, La desobedienciaLas largas horas de la noche y Cundo Macao; o en lo que recoge Ramón Fajardo en la biografía Yo seré la tentación. María de los Ángeles Santana, que presentaremos el próximo lunes –OJO: EN EL TEATRO AMADEO ROLDAN y no en la sala de conciertos de la Basílica y Convento de San Francisco de Asís como todavía se sigue anunciando en algunos medios de prensa–, existe un continuum de la cubanidad que no es un supuesto insignificante, sino una manera de expresar una esencia, de proyectarla y constatarla: la esencia de lo nuestro, de lo cubano, de nuestra cubanidad.

Se hace entonces difícil comprender que existieran aprensiones de esta parte. Pero hubo aprensiones de esta parte.

Suficientes en cuanto a un detalle que ya casi consideramos una regularidad, una peculiaridad de nuestra participación en estas ferias de La Habana: cada año debemos sacrificar la promoción libre y natural de alguno de nuestros libros y autores por motivos absurdos y hasta irracionales, todos extraliterarios.

Suficientes en cuanto a la exigencia que nos hacen del cumplimiento estricto de normas y otros asuntos contractuales, mientras asistimos asombrados a la publicación, distribución y venta de una obra de nuestro catálogo editorial, cuyos derechos mundiales pertenecen en exclusiva a Plaza Mayor, sin que siquiera haya existido una ronda de acuerdo entre la editorial Letras Cubanas, el autor y nosotros, tal y como lo establece una cláusula del contrato firmado para esa obra.

Suficientes en cuanto a la ya larga lista de presiones, consejos para que abandonen esta Colección, críticas y hasta estigmas y etiquetas politizantes que reciben (y sufren) muchos de nuestros autores, colaboradores y amigos simplemente porque han puesto su talento y sus valiosas obras en nuestras manos y han entregado su corazón de cubanos hermanos a nuestro proyecto editorial, que hasta ahora ha ido ofreciendo, una tras otra, sólidas pruebas de ser una seria e interesante aportación a la Cultura Cubana, como bien lo dice el título de esta Colección.

Suficientes en cuanto a Luís Manuel García, autor del libro de relatos El éxito del tigre. Suficientes aprensiones como para que no se le permitiera venir a esta feria, aunque manifestó desde el primer momento su disposición de estar aquí con nosotros. Algo parecido, aunque de otras tonalidades, hubo de ocurrirme recientemente en la Feria del Libro de Miami, el pasado mes de noviembre de 2003.

Fue un momento francamente surrealista, que me recordó aquello que dijo Mark Twain: “En América, como en cualquier parte, la libertad de expresión es un derecho que se otorga a los muertos".

Pero esa es otra historia...

Ahora, sí les contaré lo que ocurrió aquí: El éxito del tigre reúne 19 relatos políticamente inofensivos. Este tigre no está al acecho ni salta a la yugular de la política; pero en una decisión sistemática, se me informó que Luís Manuel García "no sería invitado a La Habana por cuanto laboraba en la revista "Encuentro", que se publica en Madrid".

Permítaseme protestar, en nombre de este valioso autor, joven ganador precisamente en este mismo país del premio Casa de las Américas de cuento 1990 con Habanecer, que recibió también el Premio Nacional de la Crítica; y protestar no sólo en su nombre, sino también porque me parece digno y oportuno dejar de mi parte un testimonio de tristeza, inconformidad y reclamo.

¿Cuál era la finalidad o el objetivo de este rechazo? ¿Qué lógica explica que se permita que traigamos el libro, pero se excluya al escritor? Los creadores cubanos siguen encarando un reto, prolongado a lo largo de varias décadas de revolución: es el compromiso de asumir su independencia revolucionariamente.

Que Luís Manuel García sea jefe de redacción de "Encuentro", podría haber sido una discutible, pero brevísima nota biobibliográfica. Al centro de la cuestión, eso sí, quedan por demás incontables motivaciones y consecuencias traumáticas en torno a nuestra reciente y dolorosa fragmentación como país. Esas están por resolverse. Pero de esa fatigosa búsqueda, de ese ahondamiento sobre lo que nos ha dividido, no debería derivarse esa suerte de actitud paranoica que puede a veces limitar y hasta devorar la propia capacidad de creación entre nosotros.

No deberá nunca, no debió jamás, obstaculizar la cultura y atomizarnos como gente. ¿Se pensó tal vez que Luís Manuel García forma parte de extraños intereses organizados? ¿Por qué temerle a este manso tigre literario?

Hermanos, los invito a una tregua. Basta de denunciarnos y renunciarnos los unos a los otros. Basta de descreimientos y castigos. Basta de suprimirnos. Reconozcámonos. Confrontémonos. Hagámoslo con respeto y terminaremos entendiendo que hay mucho sobre lo que aceptarnos.

Una verdad puede afirmarse: en Cuba, para los cubanos todos, ya casi nada es "a-p-o-l-í-t-i-c-o"...  Esta verdad puede sonar muy dura, pero la digo aquí, no como una queja, sino como resultado de un análisis de un largo proceso histórico que tiene sus inicios con Félix Varela, Domingo del Monte, José de la Luz y Caballero y José Martí. Proceso que posteriormente ha continuado; no piensen que solamente en la isla, sino también, y por muchos pensadores, en el exilio. Podrá sonar como una verdad crispante pero no me quedo atrás en aceptar la propia profundización ideológica que el proceso revolucionario de 1959 nos ha hecho alcanzar.

¿Qué se teme entonces? ¿La introducción de algún virus anti cubano? Los creadores no están para ser virólogos y no existe todavía la pandemia que pueda inocular y vencer nuestro sano sentido de Nación. Por supuesto que son muchos los obstáculos y asedios a los que Cuba se verá enfrentada siempre. Hoy, más que nunca, y mañana también quizás tenga que ser así en el caso de un país como el nuestro.

No constituye una revelación reconocer que existe un afán hegemónico en ciertos sectores del gran vecino y puede que exista una exigua pero vociferante y poderosa población anexionista. Y si continuamos mirando en derredor, veremos que está la llamada globalización, que en buena medida tiende a deformar, arrasar y a homogeneizar los gustos. Es esa misma globalización que se propone "desimplicar" al individuo, en lugar de hacerlo protagonista de su destino.

Leí hace poco que en Varsovia, por ejemplo, quedan apenas tres salas de cine que exhiben cine polaco, cine que fue cuantioso e inspirador de toda la vanguardia de otra época. Por lo tanto, no soy tonta: conozco los peligros. Pero el proceso intelectual cubano arroja la certeza de una conciencia forjada en los valores de la independencia, la soberanía y el respeto y el amor por lo propio. Es también, la certeza de un orgullo por una creatividad desbordante. ¡Los cubanos apostamos por lo nuestro!

Sabemos que se nos hace imposible vivir sin analizar y comprender esa dimensión político-social que consigue permear casi todas las cosas del país. Pero sabemos defendernos...  ¡Tenemos con qué defendernos! ¡Los cubanos sabemos apostar por lo nuestro!

Apostamos por nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad. Desde Fernando Ortiz hasta Lydia Cabrera. Desde Cirilo Villaverde hasta José Lezama Lima. Desde Alejo Carpentier hasta Guillermo Cabrera Infante. Desde Roldán, Caturla y Benny Moré, hasta Aurelio de la Vega, Chico O'Farrill y Celia Cruz. Desde Amelia Peláez hasta Mijares, Cundo Bermúdez y Flora Fong.

No hay afán hegemónico de nadie que pueda subyugar o suplantar la creación y la capacidad de pensamiento de un pueblo tan ingenioso. La Cuba que va desde Ballagas hasta Padilla, de Agustín Acosta a Fina García Marruz, e incluso hasta Zoé Valdés... Desde ayer hasta siempre. Cuba, tierra de pensadores, pintores, poetas, bailarines, cineastas, novelistas, músicos... Cuba sincrética, mestiza, europea, africana, protegida por los dioses...

Y por Dios, Cuba eterna e invencible.

Para mí, a pesar de ese solo "reparo" que he compartido con ustedes con toda franqueza, este es un día singular. Celebro la cubanidad de esta colección y el debut de obras de autores que aman entrañablemente a este país, sin que importe en algunos casos lo lejos que puedan vivir de él.

Con ellos todos, celebro esa densidad del ideario cubano de dos siglos y canto mi optimismo desde estas primeras fechas del siglo xxi. Optimismo de libertad. Optimismo de renovación. Optimismo de iluminación. Optimismo de nuevas expresiones. Optimismo de revolución en la creación.

Patricia Gutiérrez en otro  momento de sus palabras introductorias.

Entendamos, de una vez, nuestra fuerza y despertemos nuestra originalidad. Sin temor. Sin censura. Con una fe común en Cuba, por encima de nuestras diferencias. O precisamente porque de las diferencias nace la mejor expresión.

Hay un libro de Cintio Vitier cuya lectura me deslumbró. En ese libro fundamental, Ese sol del mundo moral, cuyo subtítulo, tan apropiado, es "Para una historia de la eticidad cubana", uno de nuestros supremos pensadores, el inmenso Cintio Vitier, luego de discutir sobre nuestra nación en el tiempo, desde la neutralidad apolítica hasta el análisis sistemático marxista, cita a José de la Luz y Caballero. Es con esa cita que agradezco la tolerancia y la paciencia de ustedes. Es con esa cita que me despido: "Que otros amen la ira y la tiranía: el cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad".

Muchas gracias.

(Palabras de Patricia Gutiérrez-Menoyo, presidenta de la Editorial Plaza Mayor, durante la presentación de los nuevos títulos de la Colección Cultura Cubana en la Feria Internacional  del Libro de La Habana, Sala "José Antonio Portuondo", 13 de febrero de 2004).

 

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