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  • Nuevo enfoque de estudio en la literatura infantil latinoamericana
    Luis Cabrera Delgado

Nueva York fue el sitio donde José Martí creó, a finales del siglo xix, una publicación que, en muchos sentidos, violentó normas imperantes en las letras infantiles de la época. Una de estas ideas originales fue el universo receptivo al que se dirigió y que tenía que ver con su noción de América: “del Bravo a Magallanes”, no sólo como unidad geográfica, sino histórica cultural.

En el prólogo del primer número de la obra a la que hago referencia, Martí escribe:

 “Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto […] Para eso se publica La Edad De Oro: para que los niños americanos sepan […] Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan […] y si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete muchacho la mano, como a un amigo viejo […] (Martí, 1889, 1,3)

 Bien conocidas son las actuales teorías de la recepción que establecen una relación entre las estrategias de comunicación de la obra y el receptor. Esta teoría es específicamente productiva en la literatura infantil, por lo que si partimos de la existencia de un receptor latinoamericano infantil, este demanda una literatura latinoamericana específica, y Martí se la propuso.

 Sin embargo, desde la Historia y antología de la literatura infantil iberoamericana de Carmen Bravo-Villasante de 1987, y posteriormente el Panorama de la literatura infantil en América Latina publicado como edición especial de la revista Parapara de Venezuela en 1984, el Catálogo de libros infantil y juveniles iberoamericanos, editado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca en 1987, el Había una vez en América. Literatura Infantil de América Latina, de Manuel Peña Muñoz, de 1997, hasta el catálogo de escritores e ilustradores latinoamericanos del libro infantil y juvenil Se hace camino…, publicado con motivo del 27º Congreso del IBBY, celebrado en Cartagena de Indias en 2000, enfocan el análisis del tema desde el comportamiento individual de cada país en particular, y no como un corpus continental.

 Cabría entonces preguntarse si la supuesta literatura infantil latinoamericana está formada solamente por piezas nacionales inconexas y diferentes que no permiten una concepción global de la misma, o si sería justo y oportuno reclamar o hablar de una literatura infantil latinoamericana con características definitorias de un único fenómeno.

 En las letras para adultos sí se habla de una literatura latinoamericana, la que en el circuito de distribución se manifestó en el llamado “boom” de los años sesenta; concepto este que deja fuera las particularidades de cada una de las naciones que nos integran y se manifiesta como una totalidad, no sólo por algún elemento externo del acto creativo, sino dentro de un sistema temático estilístico específico.

Pero este fenómeno de mercado editorial no se ha dado en la literatura infantil, y creo que es en el plano teórico donde en realidad se debe buscar la respuesta de la existencia o no de una literatura latinoamericana para niños.  

 Si bien es cierto que durante la primera mitad del siglo xx, la literatura infantil en el continente fue escasa y poco significativa, salvo por la obra individual y esporádica de figuras de alta valía, y la producción del libro para niños fue pobre y reducida a una distribución que rara vez traspasaba los límites nacionales, a partir de la década del sesenta se producen toda una serie de cambios económicos, políticos y tecnológicos que posibilitaron en los diferentes países del continente una eclosión creativa que supo aprovechar las múltiples posibilidades temáticas y formales de la composición literaria; lo que unido al desarrollo editorial y distribución del libro, se manifiesta, al de cursar del tiempo, en un fuerte movimiento literario en el campo de las letras para niños y jóvenes.

Habría que analizar entonces si las distintas literaturas nacionales que se producen en la región sobrepasan los límites particulares de cada país y son capaces de reflejar la imagen del continente. Si tenemos en cuenta la tesis de Benedict Anderson de que la nación en una “comunidad imaginada” (Anderson, 2003: 3) y podemos vernos integrado en un concepto de identidad mucho más amplio que la que determina una simple frontera, en el mayor de los casos geográfica, por qué entonces no poder hablar de una literatura infanto juvenil latinoamericana cuando en realidad compartimos una historia común, un mismo idioma, o al menos parecido,  rasgos de civilización semejante, con bases religioso-filosóficas judeo-cristiano, etcétera, y condiciones socio económicas similares.

En el catálogo Se hace camino editado por el IBBY latinoamericano para el Congreso de Cartagena se afirma que:

[…] “el interés por los libros para niños comienza a superar las fronteras nacionales y la información y los libros viajan más que antes […] Los que seleccionan libros infantiles y juveniles para programas de gobierno o para las bibliotecas, aunque privilegian a los autores nacionales, muestran mayor curiosidad en la producción de toda la región […] las editoriales tienen interés en una circulación más generalizada de los libros que están editando; quieren dar a conocer su producción más allá de las fronteras nacionales.”

A ello han contribuido las convocatorias en las últimas décadas de premios internacionales en el continente, pues han permitido confrontar textos que, independientemente de su nacionalidad, compiten en niveles de calidad y representatividad. Los concursos a que me refiero son:

 El Casa de las Américas, de Cuba, pionero en esta actividad, comenzó a convocar libros para niños en 1975, inicialmente con una periodicidad anual, bienal durante la década del ochenta e inicios de la del noventa en que recesó por casi diez años, para reiniciarse en 2005. Ha premiado autores en su mayoría de Argentina y Cuba, pero también de Venezuela, México, Brasil y Guatemala.

Posteriormente fueron apareciendo otros concursos que sobrepasaban el ámbito puramente nacional: en 1977, el ENKA, inicialmente convocado para Colombia, pero que con posterioridad se fue ampliando a los países andinos.

En 1987, aparece en Argentina el Concurso de Novela Juvenil Colihue. En 1992, el A la orilla del viento, del Fondo de Cultura Económica de México. También en 1992 se lanzó en Costa Rica el Premio Latinoamericano de cuento para niños Cocorí. En 1996, con el propósito específico de estimular la creación en el continente de obras para niños y jóvenes se comenzó a convocar el Premio Latinoamericano Norma-Fundalectura, certamen anual que se mantiene vigente hasta la fecha y que, al publicar también en ocasiones los finalistas, ha dado a conocer un grupo de importantes libros de calidad. Y más recientemente, en 1998, desde Ecuador, el Julio C. Coba-LIBRESA; este se convoca de manera bienal, y es de destacar que en su última edición se recibieron trabajos de diecinueve países.

Varias han sido las publicaciones, recientemente también en formato electrónico, dedicadas a divulgar temas relacionados con la literatura infantil; dentro de ellas merita ser mencionada la revista Latinoamericana de Literatura Infantil, la que surge por un reclamo de la Reunión de Secciones Latinoamericanas del IBBY, celebrado en Colombia, en 1994, para “fomentar en la región los estudios críticos e investigaciones relacionados con la literatura y los libros para niños y jóvenes”. Se comienza a publicar en mayo del 1995, con una frecuencia semestral y estuvo apareciendo en soporte de papel hasta completar doce números en 2000, cuando se convierte en boletín electrónico.

Tuvo, y así se especificó en la presentación de su primer número, interés en enfatizar las literaturas de cada uno de los países, y la mayoría de los trabajos que aparecieron en ella, estuvieron signados por enfoques nacionales.

Ampliación del campo de estudio

Creo que ya es hora de que los investigadores, estudiosos y críticos de la literatura debemos traspasar los enfoques historiográficos y limitados a puros análisis nacionales para abordar las características que de manera general identifiquen, particularicen y definan a la  literatura infanto juvenil latinoamericana.

El estudio de la producción narrativa de las últimas décadas, permite distinguir en ella especificidades recurrentes en el orden temático-argumental,  que pueden constituir un enfoque de partida para reconocer a la literatura infanto juvenil del continente latino. Estas peculiaridades temáticas las pudiéramos clasificar en distintos tipos, y son:

Rescate de leyendas aborígenes

Las culturas autóctonas del continente ofrecen un cúmulo de mitos y leyendas que los antropólogos se han preocupado de rescatar de labios de sus conservadores, y los escritores, con más o menos destrezas, se han ocupado de transcribir, sobretodo en libros para niños de manera tan prolífera que “su presencia es tan fuerte en algunos casos que suplanta a la literatura infantil” (Rosell, 1995, 9); es por ello que múltiples son los textos que a manera de ejemplos que se pudieran citar, pero me limitaré a mencionar a Primitivos relatos contados otra vez, del colombiano Hugo Niño, libro premiado en el Concurso Casa de las Américas de 1976, y Hace muchísimo tiempo. Cuentos, mitos y leyendas de América Latina, del cubano Sergio Andricaín.

Recreación de temas de culturas autóctonas

 La diversidad y riqueza cultural aborígenes ofrecen un rico caudal de motivos, anécdotas, personajes o referencias que los autores han sabido aprovechar. El valle de los Cocuyos, de Gloria Cecilia Díaz, libro galardonado con el Premio El Barco de Vapor de 1985, se ambienta en un lugar fantástico, en el que la  autora, sin especificar a qué cultura en particular se refiere, mueve la anécdota de la aventura a través de mitos y leyendas que nos son propias. Por su parte, Aníbal Eduardo León Zamora recurre a la cultura de uno de los pueblos del altiplano andino para, en dos planos: realista y fantástico, fabricar la historia que nos cuenta en Sueño aymara. Esta novela obtuvo el primer premio del concurso Enka de 1995.

Referencias a hechos históricos

 El surgimiento de la literatura infantil en el panorama del mundo occidental coincide en América Latina con el proceso de independencia y liberación política que se desarrolló en sus colonias desde finales del siglo xvii, por lo que no es raro entonces que  entre los primeros libros de cada país del continente, generalmente aparezcan los temas históricos, las biografías de caudillos independentistas, las anécdotas patrióticas y la épica libertaria como una manera para la formación y/o reafirmación de la identificación nacional en los niños. Actualmente, y con una mayor intención estética, se siguen abordando los hechos históricos acaecidos acá.  Puedo citar la serie La saga de los confines, donde la argentina Liliana Bodoc vuelve, con el vigor de una nueva épica, al descubrimiento y conquista de América; y La vieja que vuela, en la que su autor, el cubano Froilán Escobar nos lleva al escenario y acontecimientos de la guerra de guerrilla de la Revolución que precedió la instauración del socialismo en su país.

Utilización del folclor o cultura popular

En América Latina existe un rico folclor nutrido de savia de los diferentes pueblos aborígenes existentes en el continente a la llegada de los europeos, que  por su parte aportaron un inmenso caudal de tradiciones y sabiduría popular, de la misma manera que posteriormente lo hicieron los africanos de disímiles etnias, que como esclavos llegaron portando la oralidad de sus respectivas culturas.

Un libro emblemático de este abordaje es De olho nas penas (Premio Casa de las Américas 1981 de literatura brasileña, infelizmente no traducido al español), donde Ana María Machado precisamente hace a su héroe realizar un recorrido onírico por los tres grandes complejos étnicos que constituyen los cimientos de identidad de América Latina.

El folclor hispánico, de manera particular, ha sido utilizado como motivo temático en un libro como El valle de la Pájara Pinta, de la cubana Dora Alonso, libro premiado en el Concurso Casa de las Américas en 1980; por su parte, la brasileña Marina Colasanti ha trabajado un tipo de cuentos de hadas en Lejos como mi querer (Premio Norma, 1996), donde resulta fácil descubrir la huella del cuento tradicional europeo.

Empleo de la fauna y la flora

Esta ha sido una temática muy tradicional en la literatura infantil latinoamericana que, como todas, comenzó con fábulas y otras historias de animales, pero que ha evolucionado hasta nuestros tiempos en su forma e intención. Gilberto Rendón Ortiz, por ejemplo, recurre a recursos al antropomorfismo para recrear el hábitat de la fauna mexicana en su libro Grillito Socoyote en el circo de pulgas y otros cuentos de animales, premiado en el Concurso Casa de las Américas de 1981; mientras que los argentinos José Murillo y Ana María Ramb, hacen un reclamo ecologista en Renancó y los últimos huemules, también premiado en el certamen de Casa de las Américas, este en 1975.

Ubicación de historias con locaciones específicas

La aventura es, prácticamente, sinónimo de movimiento y desplazamiento, y  esta, de manera independiente al realismo o fantasía con que se trabaje la historia, se puede ubica en una zona geográfica determinada. Ello no necesariamente definirá una literatura regional, pero si a ello se une otras condiciones, como la nacionalidad e intencionalidad del autor, entonces sí será un elemento que la caracteriza. El cubano Gumersindo Pacheco mueve a los personajes de su novela, galardonada con el Premio Casa de las Américas de 1994: María Virginia está de vacaciones, en un recorrido de mucho realismo desde del centro, y a través de diferentes pueblos de Cuba, hasta la capital de la república; por su parte, la boliviana Isabel Mesa se vale de la fantasía que le proporciona, no sólo la literatura, sino también los videos juegos, para llevar a los protagonistas de su novela TrapiZonda al escenario del Cono Sur de hace sesenta y cinco millones de años para seguir las huellas de diferentes dinosaurios que habitaron en lo que hoy es Bolivia, Chile y Argentina.

Uso de asuntos místicos

Dada la amplia religiosidad en el continente, fundamentalmente de la  doctrina católica, en ocasiones aparecen temas místicos en la literatura latinoamericana. Paradójicamente el libro que inaugura la literatura infantil de la revolución Cubana: Navidades para un niño cubano, se apoya en el mito de los Reyes Magos. En este tipo de literatura, por tener generalmente una intención utilitaria de orden ideológico, no abundan, al menos en la narrativa, que es el género que nos interesa, muchos ejemplos de adecuado vuelo artístico. Me atrevería a citar Gopi, el niño ángel, del colombiano Alfonso Lobo Amaya, y Manuelito de la Candelaria, versión libre de la boliviana Elda de Cárdenas, libros ambos que de alguna manera se asocian a la figura del niño Jesús.

Tratamiento de problemáticas sociales

 Los países de América Latina arrastran una situación económica desfavorable, la que unida a una desigual distribución de las riquezas en diferentes capas de la sociedad, hacen que existan graves problemas sociales que afectan directamente a la población a la que pertenecen muchos de nuestros niños. La literatura que se hace para ellos no se ha sustraído de asumir la presentación de esta realidad, y dentro de este acápite puedo citar al libro Premio El Barco de Vapor de 1984: Cuentatrapos, del chileno Víctor Carvajal, donde se presentan diferentes historias de marginados económicos; también cito un libro que recibió el Premio Ismaelillo de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) en 1997:  El oro de la edad, de Ariel Rebeau, texto cuya historia nos lleva por la nueva la nueva forma de ejercer la prostitución en Cuba.

Abordaje de la problemática política

 El continente ha vivido en los últimos decenios transcendentales situaciones políticas que al reflejarse en la literatura, necesariamente la va a caracterizar como propia de la región; y la dirigida a los niños no se ha visto limitada a tratar estos temas, fundamentalmente de manera realista. Paso a paso. Vuelve, papá, de la colombiana Irene Vasco, es un libro donde aborda el trágico fenómeno de los secuestros de familiares por parte de los paramilitares de su país; y el libro del chileno Roberto Skarmeta: La composición, en el que se desarrolla una historia en época de la dictadura militar en Chile. Este libro fue premio en el Concurso Por la Tolerancia, de la UNESCO, en Francia.

Tratamiento de la migración

América Latina ha sido un continente poblada en su mayoría por inmigrantes de todos los tiempos; también, y sobretodo en los últimos años, ha habido, bien por razones políticas o económicas, fuertes movimientos de emigrantes, y tanto en un sentido como en otro, es un asunto que, por sus particularidades específicas y ubicación geográfica, puede caracterizar nuestra literatura. Cito dos libros que de manera diferente abordan los flujos migratorios: Stéfano, de la argentina María Teresa Andruetto nos lleva por el desarraigo de los que, dejando su país, llegaron al continente; y Mi tesoro te espera en Cuba, (Premio de la Ville de Cherbourg, 2001, en Francia), del cubano Joel Franz Rosell, que narra una entretenida aventura motivada por el encargo que un antiguo emigrante le hace a su nieta cuando esta tiene la oportunidad de ir a conocer la isla.

Incursión en hechos sui géneris.

La adopción, por ejemplo, de niños, hijos de izquierdistas o simples personas progresistas, por parte de oficiales en época de las dictaduras militares, es un hecho muy significativo de la historia reciente de nuestro continente y ha sido trabajado en textos realistas y con el dramatismo inherente al asunto, y también en planos más lúdricos, pero no menos críticos. En el primer caso cito la novela para jóvenes: La soga, del argentino Esteban Valentino, y como ejemplo de la segunda vertiente, un libro de mi autoría: Vueltas de vida revueltas, finalista en la edición 2001 del Concurso Internacional Julio C. Coba, de la editorial Libresa.

Consideraciones finales

Constituyen estos planteamientos, el esbozo de algunas ideas con respecto a la literatura infanto juvenil latinoamericana, ideas que no pretenden ser  definitivas, sino más bien motivación para estudios posteriores del tema, tarea que deberá ser priorizada por la Academia Latinoamericana de Literatura Infantil.

La Academia Latinoamericana de Literatura Infantil fue creada en 2002 durante la celebración en Ayacucho de un Taller Internacional  al que asistían representantes de Uruguay, Cuba y Perú. La preside la doctora uruguaya Sylvia Puentes, actualmente cuenta con secciones nacionales en Chile, Ecuador, Perú y Uruguay, y en proceso de formación en Bolivia, Cuba, Argentina, Panamá y México. Uno de los objetivos de esta institución es precisamente el estudio e investigación de la literatura del continente; sus miembros, entonces, tendrán la tarea de profundizar en el tema para encontrar otras aristas lingüísticas y/o estilísticas que la caracterizan y definen como un hecho artístico particular.

Bibliografía

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______ Catálogo de Libros Infantiles y Juveniles Iberoamericanos. Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Salamanca. ¿Año?

______ Se hace camino… Escritores e ilustradores latinoamericanos del libro infantil y juvenil. 27º Congreso IBBY. Fundalectura. Bogotá. 2000.

 

 

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