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  • La formación discursiva colonial cubana*
    Elena Yedra Blanco

El cronista que numera los acontecimientos sin distinguir entre los pequeños y los grandes tiene en cuenta la verdad de que nada de lo que se ha verificado está perdido para la historia. Por cierto, sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado.

W. Benjamín
 

Introducción

   Un ejercicio de historia  literaria  de síntesis se desarrolla en estas páginas. Está fundado en un marco cognoscitivo interdisciplinar que nos dio la posibilidad de historiar una praxis literaria relacionada con el desarrollo de procesos identitarios culturales, regionales/ nacionales, mediante el examen de los discursos que integraron la formación discursiva colonial en Cuba.

   Antecedentes y motivaciones de este estudio fueron: El proyecto de la Historia de la Literatura Cubana, del Instituto de Literatura y Lingüística, el cual diseminó durante la década del ochenta por universidades y centros de investigación del país un grupo de problemas y tareas para el estudio de procesos y figuras de la literatura nacional; la tradición de estudios regionales, de historia, literatura y cultura en la actividad de la Escuela de Letras de la Universidad Central de las Villas y del Instituto Superior Pedagógico Félix Varela. También debe destacarse la madurez alcanzada por la institución literaria a lo largo y ancho del país en la década del ochenta, que al desarrollar una literatura estimulaba al mismo tiempo la reflexión crítico-literaria. Por último, se produjo nuestro encuentro con la regionalística histórica y con su teoría y metodología historiográfica  particular, desarrollada dentro de la  Obra Científica Historia de la Provincia Villa Clara; proyecto que requería realizar indagaciones históricas de la cultura dentro de este dominio de estudios y al que nos incorporamos en los inicios de los noventa. Se suma a los antecedentes explicados el significado que tuvo nuestro estudio de la teoría feminista de la literatura, desarrollado entre 1999 y 2000 dentro del proyecto interinstitucional El imaginario simbólico femenino en las literaturas cubana y colombiana contemporáneas, conocimiento que en buena medida se extendió hacia la comprensión de otros fenómenos de discurso en similares condiciones de heterogeneidad y subalternidad, además de proporcionar esta crítica e historia literaria una posibilidad cierta de renovación y actualización teórica y metodológica.

   Estas experiencias de trabajo  influyeron en el fundamento interdisciplinar de nuestra  propuesta. La conciencia de una comprensión multiaspectual y pluricausal para la aprehensión de la naturaleza de  procesos complejos, sustituía al enfoque tradicional monodisciplinario, limitado y discontinuo en sus resultados. Los Estudios Literarios mismos, en su devenir actual, ratificaron esta tendencia integracionista de las ciencias sociales y humanas desde un nuevo entendimiento relacional e interactivo de la  literatura en la cultura.  

  En nuestra indagación de un caso regional de la literatura cubana de la colonia encontrábamos un camino escasamente trillado dentro de la crítica y la historiografía literaria cubana, el de los estudios regionales, a la vez integrado por fenómenos discursivos, autores y géneros, marginales respecto al canon de la literatura nacional, requeridos por tanto, de un examen reevaluador. En el interés de superar las tradicionales limitaciones de este tipo de acercamientos, de énfasis regionalista, de un lado, como de acarreo positivista de materiales, de otro, surgía la necesidad  de confrontarnos en nuestro propio campo de estudios literarios regionales con  las sistematizaciones realizadas por Ángel Rama, entre otras figuras del pensamiento crítico-historiográfico latinoamericano.¿Y por qué habíamos elegido además, el   período colonial de nuestra literatura?

    Era esta una época histórica, la Colonia, crucial para el análisis de procesos identitarios de carácter discursivo. En el trayecto de nuestra crítica e historiografía literaria es atendible una  larga y fructífera labor  en torno a nuestros siglos coloniales, especialmente nuestro siglo xix –y en él José Martí como figura que lo desborda–, donde vale destacar en nuestro aprovechamiento de ellos los aportes fundamentales de José Lezama Lima en La cantidad hechizada; pero principalmente de Cintio Vitier con Lo cubano en la poesía, y un libro especial  realizado en el laboreo conjunto con Fina García Marruz, Flor oculta de la poesía cubana;  estudios que iban al encuentro y reconocimiento de los aportes discursivos –así fuesen humildes– en la representación de una identidad, de numerosas voces no consagradas. 

   Asimismo se convertían en fuentes directas de nuestra indagación visiones como las de Rine Leal  en  La selva oscura (1975) y, la más reciente, de Ambrosio Fornet en El libro en Cuba (1994), las cuales demostraban el rendimiento científico de esta dirección de la investigación literaria en relación con el proceso de formación de la nacionalidad desde una perspectiva  institucional y en atención a una pluralidad regional.

   A estos autores se suma la más reciente investigación de Carmen Suárez León sobre el romanticismo criollo en su libro José Martí y Víctor Hugo (1997), quien  realiza el estudio del movimiento romántico en Cuba como proceso institucional, e inserta el  tema dentro de la problemática más amplia de nuestra modernidad periférica.     

   Nuevos planteos se adicionaron a estas propuestas cubanas de estudios coloniales provenientes del área de los Estudios Coloniales hispanoamericanos, desde donde se desarrollaban los  análisis sobre el discurso colonial y la formación de la identidad cultural. Con este acceso se posibilitaba la ampliación del campo de la investigación histórico- literaria al ser comprendidos dentro de la noción de formación discursiva, el conjunto de los discursos y de las normas establecidas para su producción y recepción  en un área dada del conocimiento, incluidas unas circunstancias específicas, en este caso, las coloniales. 

   En resumen, el análisis crítico de las fuentes latinoamericanas aportó conceptos y valoraciones desde los cuales fue examinado un caso de la historia literaria colonial cubana: 1) La idea sobre el desarrollo regional interno de las literaturas nacionales del continente, explicada a partir del pensamiento de Ángel Rama; 2) las ciudades como centros de la producción simbólica en  Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976), de José Luis Romero; 3)  la teoría del discurso sustentada en los Estudios Coloniales, fueron los sistemas de conocimientos y tesis que posibilitaron una comprensión de nuestra cultura y literatura nacional menos atomizada y más integrada al subsistema latinoamericano aún en su singularidad,  al mismo tiempo que permitía enriquecer nuestra percepción de esta. 

   En fin, el estudio histórico- regional de la formación discursiva colonial cubana que se emprende, enriquece la visión de la literatura cubana desde la construcción de su canon histórico examinado en la perspectiva regional, y mediante el análisis de los discursos –incluido el literario–, para la relación de estos con los diferentes niveles de la identidad cultural. Esta nueva alternativa de la indagación histórico- literaria demanda principios y métodos desde dos áreas de los estudios literarios latinoamericanos  caracterizadas por una reflexión de la literatura en la cultura y abiertas, en este sentido, a una práctica interdisciplinar: sus estudios históricos de las literaturas nacionales y regionales del continente, y el sistema de teoría y método conocido como Estudios Coloniales y del siglo xix: fuentes estas tenidas en cuenta para una mejor comprensión de la especificidad del caso cubano en la unidad del proceso latinoamericano.

   En correspondencia con lo anterior, el objeto de estudio consiste en la caracterización de  la formación discursiva colonial cubana, y en ella, la génesis y desarrollo de la literatura nacional, proceso este relacionado con los distintos niveles de la identidad cultural y marcado por su carácter heterogéneo. La heterogeneidad es medida en nuestro estudio desde la perspectiva regional  sin que dejen de articularse otras determinaciones de la complejidad discursiva de una época, como la oralidad y la escritura; lo popular, lo culto y lo masivo, y lo rural frente a lo urbano.

  En consecuencia, la indagación fue desarrollada dentro de los límites de un caso  de la literatura cubana de la colonia: el proceso de la literatura y de otros discursos de la colonia en Cuba, su relación interdiscursiva  en un espacio regional cuyos núcleos son las ciudades. Este espacio regional son las llamadas regiones villaclareñas y las ciudades centros de sus regiones fueron Remedios, Santa Clara y Sagua La Grande.

   El objetivo general, propio de la investigación de una historia literaria integral de la literatura en la cultura, sería,  historiar la formación discursiva colonial cubana en un caso regional y local, el de las regiones villaclareñas y sus ciudades núcleos, estableciendo los rasgos propios de los discursos de la colonia  productores de ideología en estos espacios,  y la función de la  interacción y heterogeneidad conflictiva de los discursos coloniales en la construcción de los diferentes niveles de la identidad y de los imaginarios sociales durante la época de formación de la literatura y la cultura nacionales cubanas.

     Este objetivo se cumple en el desarrollo de tareas y en la solución de problemas  orientados a su vez en los siguientes objetivos específicos:

1. Examinar la naturaleza y función de discursos coloniales no artísticos, jurídico-religioso, histórico, testimonial y publicístico, en la construcción de los diferentes niveles históricos de la identidad regional y criolla, en textos de la cultura regional villaclareña.

2. Caracterizar el proceso institucional  y los géneros discursivos, histórico, poético, publicístico y testimonial, de la modernidad colonial del siglo XIX en las regiones villaclareñas, atendiendo a su periodización.

3. Establecer el valor de la codificación romántica en los discursos coloniales que participan en la construcción del imaginario nacionalista en el espacio de las ciudades criollas.

4. Realizar nuevas lecturas de fenómenos y figuras desde el análisis de la formación del canon histórico de la literatura cubana colonial, que posibilite la exégesis dentro de su contexto regional o para un rescate de su significación nacional.

5. Analizar las interacciones  entre  los sistemas de la  oralidad y la escritura  en  los discursos coloniales, y su papel en el proceso de la formación del canon de la literatura nacional. 

6. Valorar las relaciones interliterarias dentro de nuestra modernidad colonial desde su comportamiento regional, en relación con el problema de la originalidad creadora y la función de una praxis epigonal.

    En cuanto a la metodología empleada, ejercemos  la investigación histórico- literaria a partir de los propios principios fundantes de esta rama, erigida sobre el análisis  mismo del proceso literario en su continuidad y ruptura, la dialéctica de convención y originalidad, y la obligada tarea de la periodización a que este tipo de estudio conduce. Y nos adherimos  a un concepto de  historia cultural de la literatura que se aviene con los actuales paradigmas sociocríticos y de los Estudios Culturales  Edmond Cros, Frederic Jameson, Antonio Cornejo Polar, Walter Mignolo, pero que ha derivado directamente de una de las  fuentes  de estas tendencias.  Nos referimos al  modelo propuesto por Mijaíl Bajtín, por su carácter, interdisciplinar, donde lo sociocultural no funciona como “marco”, sino como imprescindible contexto de la interacción discursiva, o dicho de otro modo, una reflexión de la literatura en la cultura, y un pensar la cultura en la literatura, en una hermenéutica del texto literario.

   En el Capítulo 1. Presupuestos teóricos y metodológicos para el estudio de la formación discursiva colonial cubana en un caso regional: el espacio villaclareño, desarrollamos conceptos y principios aplicados en el  discurso histórico- literario. En el epígrafe 1, Regiones,  ciudades e ideologías, planteamos los conceptos y tesis de la historia regional, la historia de la cultura, y la culturología, de la relación interdisciplinar del estudio. El epígrafe 2. Dos problemas de historiografía literaria latinoamericana,  aborda  el  examen de la heterogeneidad o espesor de las literaturas nacionales del continente desde   el  problema regional, reflexión  que culmina con la formulación  del concepto de literatura regional. La idea de la formación discursiva colonial cubana es enunciada luego del análisis de la teoría del discurso desarrollada dentro de los Estudios Coloniales y del siglo xix, y tiene como noción un valor operacional.

   El  epígrafe 3, Esta historia. Cuestiones de método,  realiza  consideraciones de método y de procedimientos empleados en la práctica de la escritura del discurso histórico literario  desarrollado en el segundo capítulo. Incluye las tradiciones integradas cubanas de nuestra propuesta, así como distintos enfoques asimilados de la historiografía literaria mundial al modelo histórico-cultural presentado, deteniéndonos en algunos problemas como el del estudio de las figuras menores, y el de las teorías sobre la influencia literaria  aplicadas. Explicamos además,  nuestra estrategia para acceder a los textos en una historia literaria: desde una perspectiva institucional y en la comprensión de la literatura como práctica socialmente simbólica, en un marco cognoscitivo general sociocrítico de estudios del discurso literario en su producción de ideología.  Por último, se explican en este epígrafe los criterios ordenadores que incluyen una  propuesta de periodización regional, una justificación de los límites regionales dados, y  los principios de nuestra  escritura de la historia.

   El Capítulo 2, La formación discursiva colonial en las regiones villaclareñas de Remedios, Villa Clara y Sagua la Grande, contiene los resultados del estudio histórico del corpus villaclareño y se divide en dos partes: La formación discursiva colonial en los siglos xvii y xviii y La formación discursiva colonial durante el siglo xix.  Su estructura interna, que combina diacronía y sincronía, y que está diseñada a partir del abordaje de problemas, no sigue el orden histórico de la periodización propuesta, sino que subordina el orden histórico al lógico. La primera parte contiene los epígrafes, “El discurso jurídico-religioso de la fundación de las primeras ciudades: Una pelea cubana contra los demonios  yLos  poetas villaclareños  del siglo xviii… “ La segunda parte comienza con un estudio del proceso discursivo en las etapas que lo conformaron. El primero, “Los discursos en el espacio de las ciudades criollas“, examinado en los marcos del periodismo y del movimiento editorial, teniendo como núcleos las ciudades. También  se nombran y caracterizan en este epígrafe los primeros grupos de la intelectualidad criolla de estas regiones. A continuación, en  “El discurso histórico de una región...”,  valoramos las relaciones de la historia y la ficción en la obra de Manuel Dionisio González. En el epígrafe “Los poetas románticos de una ciudad criolla” se caracteriza la función del discurso poético de la ciudad de Santa Clara en la construcción de las identidades regional y criolla, y en la proyección de un imaginario nacionalista. El tema del epígrafe 4 es el problema del canon y lo excluido en las relaciones contractuales determinadas por la ciudad letrada, fuente de la tensión discursiva entre la escritura y la oralidad,  estudiada en  “la poesía criollista de Francisco Pobeda y Armenteros”. Un discurso desde la región y hacia la región en la coordenada de la nación en ciernes es el que representa la obra toda del remediano Francisco Javier Balmaseda, valorada en el epígrafe 5 mediante el análisis de Las fábulas morales. La historia de síntesis culmina con el estudio de géneros discursivos desarrollados dentro del fenómeno de la literatura de campaña: Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado y de nuevo Balmaseda, son estudiados como autores representativos de sujetos de discursos coloniales donde la guerra determina un cambio del sentido de la regionalidad y lo criollo.

  Nuestra propuesta de estudio de  la formación discursiva colonial en las  regiones villaclareñas realiza los siguientes aportes a la historiografía literaria cubana:

·        Ampliación del campo de conocimientos científicos sobre la literatura y la cultura colonial cubana: el funcionamiento institucional de una unidad de desarrollo regional (provincial) dentro del sistema nacional.

·        Rescate y nuevas lecturas, sistematización de fuentes primarias desconocidas o escasamente examinadas con anterioridad: la fundación de una literatura regional desde la función de su discurso histórico- literario. Pues  toda literatura  es fundada en la crítica y la historia literarias, encargadas de poner en relación las obras, de convertir un corpus en un sistema de producción y recepción en un contexto histórico- cultural dado.

·        Nueva alternativa de estudios de historia literaria nacional no excluyente de otras, como pudiese ser la perspectiva de género, por ejemplo, alternativa que permita diversificar la literatura más allá de los criterios de selección canónica en el seno de la institución, dar cuenta de la relación histórica del canon y lo excluido. 

·        Asimilación de distintos enfoques renovadores para el estudio de la cultura y de la literatura provenientes de fuentes de la crítica y la historiografía literaria y cultural latinoamericana, principalmente del área de los llamados Estudios  Coloniales y del siglo xix, en cuanto al rendimiento científico de estos sistemas teóricos contemporáneos en la tarea de  reintegrar la praxis discursiva histórica –incluida la literatura–  a la corriente de la cultura de nuestros pueblos, en una síntesis superior. 

·        Puede examinarse en un acceso micro, un proceso íntegro que tipifica y diversifica a un tiempo el de la colonia toda, logrado mediante el diseño de un modelo institucional en el espacio de las ciudades y las regiones. 

   Con el amable diálogo, unido a la crítica incisiva y poco halagüeña, nace  este trabajo que aquí introducimos a la recepción, juicio y sanción especializada,  y que es resultado de muchas voces sedimentadas de mis contemporáneos: en primer lugar, de mis compañeras  del Grupo de Cultura Regional del Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, también de los historiadores Hernán Venegas Delgado y Carmen Guerra Díaz desde la Universidad Central de Las Villas, y del Consejo Científico para la redacción de la Historia de la Provincia;  mientras que, el crítico Carlos Alé, con total desprendimiento nos adelantaba varias lecturas fundamentales, según transitábamos de consuno  un mismo camino teórico. Más tarde, fue decisivo el estímulo de Sergio Chaple desde su lectura de un primer material, hoy irreconocible; así como la anuencia al proyecto de historia literaria regional, de Ambrosio Fornet, cuyo pensamiento había sido una de sus paternidades. Luego vino una relación de intercambio profunda con Arnaldo Toledo, que tiempo antes de legitimarse en la tutoría del trabajo nos alentó en el riesgo y frente a la posibilidad de incomprensión del esfuerzo, desde su sabiduría amorosa de la literatura cubana.

 

Presupuestos teóricos y metodológicos para el  estudio de la formación discursiva colonial cubana en un caso regional: el espacio villaclareño
 

1. Regiones,  ciudades e  ideologías

      Tres regiones históricas cubanas  en el espacio de sus ciudades principales, fueron los escenarios donde se examinaron discursos  de la escritura dentro de la formación discursiva colonial cubana. Las características del desarrollo regional de las culturas, el papel histórico de las ciudades en este proceso, y las ideas e imaginarios  que intervienen en la construcción de la identidad cultural, se examinan en este epígrafe, para alcanzar  una comprensión más cabal de la literatura y de otros discursos  en la cultura de un pueblo y  en relación con la vida histórica.      

   Dentro de la ciencia histórica, la regionalística  se ha dirigido al estudio de las culturas regionales al interior de un país, haciendo  énfasis en la formación y caracterización de las identidades regionales o regionalidad  y en el papel que estos procesos identitarios han desempeñado históricamente en relación con niveles superiores de la identidad cultural. 3

   Del asunto se han ocupado también estudios de la literatura latinoamericana como Transculturación narrativa en la América Latina (1982) de Ángel Rama, e Identidad de Iberoamérica en su literatura (1986) de Fernando Aínsa, indagaciones de perspectiva culturalista que fueron características de la reflexión de los años ochenta en torno a los variados ejes de definición conflictiva de la literatura latinoamericana

    “Aún en los países pequeños”, puede reconocerse la presencia de “subculturas regionales”, “habiendo podido ser fundamentada [...] para islas del tamaño de Puerto Rico.”(1982:61)  Por otra parte, sin la expansión horizontal de una cultura, no puede hablarse de una región. Dentro de ese espacio, se establecen comportamientos, consensos y contratos de los hombres que viven dentro de los límites regionales, sean cuales fueren sus posiciones dentro de la estructura social, o sea, se van produciendo rasgos que marcan una identidad diferencial, que impregnan por igual a los miembros de la comunidad y permiten que se reconozcan a sí mismos como integrantes de una subcultura regional, diferenciándose y oponiéndose a otras regiones. Pero en una subcultura regional existen tipos estructurales, pueden encontrarse verticalmente, distintas subculturas, como por ejemplo, indias tribales, indias modernas, campesinas, de plantación de ingenio, citadinas, de clase alta metropolitana, de clase media y de proletariado urbano entre otras; muchas veces estas subculturas se encabalgan. La coordenada vertical permite la existencia de los stratta, superpuestos en el mismo espacio, y una manifestación extrema de flagrante “verticalidad”, es la de las ciudades, que concentra tales estratos en el espacio reducido local. (Rama: 1982:61-62) 

    Hemos analizado “los indicios de diferenciación” que distinguen una cultura regional sin detenernos en lo que para Edmond Cros es el rasgo definidor dominante de la cultura en cualquiera de sus niveles, nacional, regional, o de clase: ser “el espacio ideológico cuya función objetiva consiste en enraizar  una colectividad en la conciencia de su propia identidad.”( 2002, p.11) La cultura es pues, el espacio de la manifestación de lo ideológico para la construcción de la imagen que de sí mismo elabora un grupo humano.

   La identidad regional o regionalidad  puede ser entendida como  la “expresión del ser regional”(Venegas, 1994, p.72), pero, además, habría que considerarla desde los estudios culturales como  una identidad fenoménica, diferencial y abierta, que “caracteriza la manera común  de vivir en el tiempo y en el espacio” (1999, p.117) de los habitantes de una región, unido al desarrollo de una conciencia que los identifica como comunidad, conciencia determinada en una enunciación,  representada en un discurso regional. La  regionalidad definida para el caso cubano sería uno de los niveles de resolución de la identidad nacional que la diversifica y enriquece, al tiempo que históricamente fue un estadio de su formación en la época colonial, y tiene que ver con el complejo tránsito de lo criollo a la cubanía. Las tesis de José Luis Romero en Latinoamérica: Las ciudades y las ideas (1976) completa las bases culturales de nuestra propuesta de estudio, al permitirnos integrar a la idea de la formación de la identidad y cultura regionales, la importancia de las ciudades históricas latinoamericanas en este proceso: la relación entre las ciudades y las regiones en que están insertas y como comienza a diseñarse en ellas el cuadro de nuevas ideologías ajenas a las que determinaron el impulso colonizador; en este sentido, las ciudades son escenarios donde se debaten y reelaboran ideologías provenientes de los impactos exteriores, como campos de batalla entre lo autóctono y las fuerzas heterónomas del desarrollo capitalista. Por otra parte, en la ciudad ideológica tienen lugar los procesos identitarios.
 

2. Dos problemas de historiografía literaria latinoamericana: literaturas regionales y estudios coloniales.

   Un campo de batalla privilegiado de la revisión y ampliación del canon ha sido el de las historias literarias nacionales. Y a nuestro entender, es la identificación del problema regional el primero que pone en situación conflictiva a la Nación como representación unívoca y homogénea  en la literatura. La cuestión de la heterogeneidad cultural y literaria anunciada desde Mariategui  y finalmente planteada por Antonio Cornejo Polar permite  comprender la densidad de una literatura nacional, noción esta ultima de Ángel Rama, quien diseña un modelo de funcionamiento del sistema de las literaturas nacionales en la interacción histórica de las denominadas regiones internas, con las regiones portuarias o capitales, de la que se derivan distintas practicas discursivas. Podemos a partir de estas fuentes definir una literatura regional  como un espacio institucional en el que se realiza la práctica literaria de una comunidad de escritores de las regiones internas, práctica con tendencia a los impulsos tradicionalistas  que  tienen incidencia en los focos de poder literario identificados por lo general con las capitales de esos países, y que está  a su vez influida por los impulsos modernizadores que llegan de las grandes  capitales y ciudades portuarias.

  Debido a los diversos procesos de síntesis que en cada época determinan un cambio en la jerarquía de estos dos impulsos, regionalismo / cosmopolitismo, y que ocurren tanto en las capitales como en las provincias, no es posible reducir las prácticas escriturales de las últimas a  la tarea de “localización identificadora”, el “registro de lo nativo externo, documental, horizontal”. (Yurkiewich, 1986 p. 7) que es la tarea del discurso regionalista, entendido como una  continuidad con distintas modalidades históricas. (Pizarro, 1996, p. 73) El regionalismo es ínsito, sin embargo, a las regiones internas, donde, por otra parte, también, las fuerzas del desarrollo  heterónomo permiten la manifestación de discursos marcados por las pulsiones cosmopolitas así como de diversas síntesis. El modernismo y las corrientes de vanguardia lo patentizan, como  ejemplo cubano: el modelo decadentista- parnasiano- simbolista que reproducen en la antigua provincia de Oriente, Boti y Pobeda  se sintetiza con componentes regionales, y tuvo un valor contestatario y de antagonismo, como literatura regional, de reafirmación de valores universales desde la periferia provincial y frente a la desidia literaria de la capital del país, por aquellos años. El modelo postmodernista es “vuelto al revés” en cuanto a producción de significados, aunque mantenga su misma estructura como acto simbólico.     

   Toda literatura regional se desarrolla en el marco de relaciones de una subcultura regional, unos referentes, un lenguaje y un imaginario. Condiciones para su existencia son la presencia de un número de instancias instituyentes, propias de la modernidad literaria. El espacio institucional debe ser contentivo de un corpus de obras producidas por intelectuales que hacen vida corporativa en la región, o que formados en la cultura regional, mantienen fuertes vínculos de identidad concretados en sus proyectos sobre y para la región. La literatura regional se sustenta en una “vida literaria” de las ciudades núcleos de sus regiones, entidades abiertas a la comunicación y flujo interliterario con la vida literaria de otras regiones y principalmente de la capital del país. Esta vida literaria incluye el proceso editorial y publicístico, la tertulia y el certamen que inducen la presencia de  comunidades  interpretativas, de un público regional  para quienes dichas obras adquieren un sentido como literatura. Como variantes de la literatura nacional, las literaturas regionales reproducen en realizaciones concretas el cuadro general de la formación discursiva histórica que simboliza aquella, comprendida  su diversidad discursiva y genérica, y el encuentro, diálogo y contrapunto de las ideologías que expresan.

   Las literaturas regionales son sistemas abiertos, sujetos al intercambio, sobre todo, con la ciudad letrada, cuyos miembros  canonizan  sus productos o los marginan  en relación con las necesidades históricas de construcción de los imaginarios nacionales.  Es en la ciudad capital o puerto, en la gran ciudad letrada, donde los productos de las culturas regionales internas “se legitiman”;  por ello al estudiar el proceso de las literaturas regionales al interior de un país no debe desestimarse el fenómeno de la emigración a la gran capital de muchos de los integrantes de las pequeñas y medianas ciudades letradas de provincias, la mayoría en busca de mejores oportunidades para desarrollar su talento en correspondencia con las mejores posibilidades de consagración simbólica. El menor desarrollo de las instancias de la  institución literaria, característico  de los sistemas provinciales,  determina en buena medida las razones del éxodo, además del hecho de que la ciudad letrada de provincias no está autorizada en la generalidad de los casos para realizar la hegemonía representacional de la nación. Las literaturas regionales pueden integrar una heterogeneidad étnico-nacional-  que no es por cierto el caso de Cuba-  y ser fenómenos provinciales y provincianos; que sería esta la realidad para el caso cubano, lo que se expresa en el rasgo de la dependencia y la mímesis.  Son  campo privilegiado   para la producción epigonal, pero también para algunas transgresiones de la norma no controladas por la ciudad letrada. Porque a pesar de los rasgos provincianos, el epigonismo, la desactualización con respecto a la norma vigente y el dilentantismo, las literaturas regionales, en su acción transgresora, pueden desarrollar una función instituyente, contrarrestando de esta forma, los factores disfuncionales descritos, al mismo tiempo que diversifican la formación literaria nacional. La emergencia de figuras autorales que instituyan nacionalmente sus poéticas  desde las regiones, están como posibilidades en la formación literaria nacional, lo mismo que el surgimiento y prevalencia de determinados discursos y géneros en las literaturas regionales, que van fundando “focos connotativos de tradición”, determinándoles una personalidad propia. El grado de homogeneización o de heterogeneidad  entre las variantes que componen un sistema y del sistema literario nacional  mismo, depende de los proyectos políticos regentes y sus políticas de mayor o menor centralización  de las instituciones culturales, y de otros múltiple factores, históricos, geopolíticos y etnoculturales. (Alé, 1994, p. 8)

   Una teoría del discurso entrevista desde los estudios coloniales posibitó enunciar la formación discursiva colonial cubana,  noción de valor operacional para el caso que se examina:

   La formación discursiva colonial, representa en el lenguaje, las ideologías  que se debaten y encuentran en la sociedad colonial, durante su dilatado proceso histórico. La formación discursiva colonial se constituye mediante una práctica discursiva  representada en una unidad de discursos en una relación común con asuntos coloniales.  Como productora de ideología, esta práctica  ejerce un poder sobre toda la vida social y política y coadyuva a su transformación y desarrollo. Distintos géneros discursivos, mediante la lucha discursiva, se jerarquizan en sus funciones dentro de la formación discursiva colonial. Entre los primeros siglos coloniales y el siglo xix, , con el cambio y ascensión de nuevos sujetos coloniales,  van variando los géneros discursivos, su protagonismo social y las formas de su interacción hasta que durante el siglo xix, el discurso literario ocupa una centralidad dentro de los discursos de una modernidad periférica colonial, en interacción con otros discursos sobre una base común de  procedimientos discursivos;  estas interacciones son de diverso tipo, incluida la absorción de la oralidad popular, fundamentalmente rural.

   En el seno de la formación discursiva colonial se describen y prescriben las normas escriturales que rigen la producción discursiva en relación con una comunidad interpretativa,  relacionados producción y recepción, por conceptos y objeto común de la construcción territorial de una identidad criolla y nacional, tarea que se realiza progresivamente por distintos sujetos discursivos portadores de distintas ideologías configuradoras de un espacio de tensión y diálogo, para lo cual se desarrollan estrategias discursivas, que caracterizan discursos,  en el seno de la formación.

 3. Esta historia. Cuestiones de método y metódica.

   En esta historia de la formación discursiva colonial cubana en las regiones villaclareñas  se asimila directamente un modelo, La selva oscura (1975),  de Rine Leal y una reciente ampliación del campo y reevaluación de fenómenos desde una perspectiva institucional, que es la que nos brinda Ambrosio Fornet en  El libro en Cuba. (1994).

 Nuestra propuesta de estudio histórico- cultural de la literatura se afianza desde la teoría del discurso de Mijaíl Bajtín, y  sobre la misma se asimilan otros enfoques y procedimientos de la historiografía literaria mundial: la estética de la recepción de la Escuela de Constanza, el enfoque institucional desde Jacques Dubois hasta la actual teoría del canon literario. Sociología y comparatística literarias con Hauser, Lotman y Bloom se unen para una comprensión de los fenómenos de las relaciones interliterarias, sumado a un entendimiento de la literatura como acto socialmente simbólico, en una tradición de hermenéutica literaria renovada en los aportes decisivos de Ricoeur y Jameson; y la idea de los imaginarios simbólicos asimilada  del psicoanálisis lacaniano dentro de un marco cognoscitivo de acercamiento sociocrítico de la literatura para un  renovado entendimiento de la misma como práctica discursiva productora de ideología y su aporte a la construcción de distintos órdenes de imaginarios en que se afianzan los procesos de identificación e identidad individuales y sociales.

Como  criterios ordenadores consideramos aquí los límites regionales, la periodización y los procedimientos de escritura histórico-literaria   empleados.

    Nuestro estudio se comprende en los límites de las llamadas hoy, regiones villaclareñas, por considerarse su relación y su unidad genético – histórica, que aunque formaron parte de una unidad mayor, la de la gran región de Las Villas, mantuvieron durante la colonia unos vínculos más estrechos que el resto de las regiones, Cienfuegos, centro de una sola región, y Sancti Spíritus, que contiene dos regiones.

   Las regiones villaclareñas,  como queda dicho, son tres: Remedios, Villa Clara y Sagua La Grande. A finales del siglo xvii Villa  Clara se desprende de Remedios, y hacia mediados del siglo xix surge Sagua como región independiente, antes formando parte de Villa Clara. Por otra parte son tres regiones diferenciadas por “patrones de desarrollo económico.- sociales diferentes” (Venegas, 1994, p. 82) manifiestos también en grados distintos pero al mismo tiempo interdependientes. 

   Los criterios de periodización  aplicados siguieron  un principio general  expuesto en Para una teoría de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones de Roberto Fernández Retamar: toda periodización deberá ser necesariamente empírica, no puede trasladarse sin ajuste de unos fenómenos a otros aún sean estos relacionados por la dialéctica de lo general y lo particular. Nuestra periodización entonces ha de ser regional, si se entiende esta en la comprensión de lo particular, ella debe contener la posibilidad de incorporarse al sistema mayor que integra, sin disonancias. 

  Adoptamos en principio la propuesta de periodización que aparece en las Bases metodológicas para una historia de la literatura cubana, de Sergio Chaple, sustentada en un criterio histórico cultural que no deja de atender a la especificidad del hecho literario, como se muestra a continuación: 

  La formación discursiva colonial  en las regiones villaclareñas.

1) La formación discursiva de los siglos xvii- xviii. Período de Antecedentes de  la institución literaria moderna.

2) La formación discursiva colonial del siglo xix. Período de cristalización de la identidad regional, criolla y nacional. La formación discursiva en la modernidad colonial cubana.


La formación discursiva entre 1831- 1869: Etapa de institucionalización literaria en las regiones villaclareñas de Remedios, Villa Clara y Sagua La Grande.

La formación discursiva entre 1869- 1898: Etapa  de la literatura y otros discursos   en la época de nuestras guerras por la independencia.

   Debemos aclarar que la estructura del relato histórico, sigue el método histórico, en cuanto a los grandes períodos, pero no así para las etapas, prefiriendo el ordenamiento lógico, que da cuenta mejor de la naturaleza de este proceso. El balance de ambos métodos historiográficos se relaciona a su vez con el llamado “principio de la representación”(Jauss: 1968:) mediante el cual se establecen nexos entre diacronía y sincronía. Ya que existe la posibilidad de revelar la dimensión histórica de la literatura mediante enfoques sincrónicos, porque “el carácter histórico de la literatura resalta precisamente en aquellos puntos donde confluyen diacronía y sincronía.”  Al mismo tiempo estructuramos el discurso historiográfico sobre la idea de la superposición de planos y problemas.  

   Por otra parte, un rasgo de la escritura histórica es apuntado como conveniente por distintos autores como Leal, Cándido y Pizarro: su riqueza factual, una historia viva, “más que un fatigado desfile de un mundo historizado, es decir, polvoriento”. (Leal, 1975, p.11) Pretendemos crear en el discurso histórico literario este  espacio donde la vida literaria transcurre sin caer en el lugar común de la anécdota ni de la biografía. No es una historia de autores sino de los sujetos sociales de la literatura, que enuncian  discursos que van instituyendo durante el siglo xix el imaginario nacionalista. Es una escritura  explicativa fundada en una prioridad de la literatura, del encuentro y diálogo con los textos, y donde la teoría subyace como plataforma invisible.

Síntesis del Capítulo ii. La formación discursiva colonial en las regiones villaclareñas.

   Dentro de la formación discursiva de los primeros siglos coloniales, se estudian textos jurídico-religiosos que reflejan imaginarios sociales propios de la etapa de la colonia temprana en Cuba. Nos referimos a los documentos del siglo xvii recogidos por Fernando Ortiz para reconstruir la pelea cubana contra los demonios.  La ciudad de Remedios fue el espacio de tensión y diálogo en que estos textos de la escritura notarial expresaron las contradicciones que alteraban la imagen impuesta por el férreo control colonial, de ciudad ordenada, hacia nuevas ideologías, por nuevos actores sociales que comenzaron a subvertir aquellos designios. El valor testimonial de este discurso notarial permitió a  Fernando Ortiz, conocer aquella epopeya en tono menor, isleña, mediante la cual se definieron los destinos de dos ciudades de aquellos tiempos, Remedios y Santa Clara.

   Durante el siglo xviii surge la literatura como discurso que construye un nivel de la identidad microsocial, la del espacio de la villa y su jurisdicción en el nuevo contexto de la escritura, donde puede reconocerse el nacimiento de un también nuevo sujeto de la escritura: el letrado. Distinto del notario o escribano, que era enajenado de su voz, la praxis del villaclareño José Surí y Aguila comienza a expresar un nuevo poder.

   Fue fundamental en nuestras consideraciones sobre la figura, el asimilar la perspectiva crítica asumida por Lezama sobre este autor, avenida en todo, con nuestra propuesta de estudios coloniales, en tanto se percata de las relaciones de asimetría cultural que definen el caso colonial de la escritura de este típico poeta de la ciudad;  por consiguiente propone una lectura contracultural de sus textos, frente al canon metropolitano, pero aún más, en el ajuste necesario a las condiciones humildes de producción de la isla, con relación a la de los virreinatos, y aún más, en la alusión comprensiva, de una periferia provincial, de una condición interior, frente a la gran ciudad letrada,  en la que se instala la escritura ingenua y popular de este “aprendiz de brujo provinciano”.

   Otra variante de la institución poética del siglo xviii manifestada regionalmente fue una poesía nacida de la circunstancia social inmediata, la cual expresó las necesidades espirituales de una vida social urbana que comenzaba a diversificarse en saraos y reuniones particulares, circunstancias que determinaban su misma acentuada función referencial y comunicativa de mensajes puntuales, su carácter local. Junto a la variante oficial que representara Surí,  esta poesía de las “contestaciones” producida en décimas, representa un fenómeno de producción-recepción de la literatura, previo a la modernidad literaria.

   La formación discursiva del siglo xix cubano sí ya estuvo constituida por discursos característicos de una modernidad colonial, en los que puede apreciarse la sacralización de nuevos símbolos de la sociedad civil, en géneros discursivos instituidos dentro de su sistema. En su comportamiento regional, se comprobó la importancia de una primera etapa entre 1831 y 1869, época donde la literatura se consolida como institución en las regiones villaclareñas y es legitimada dentro de la producción discursiva en su función de apropiación territorial de una identidad regional y criolla. Es en Santa Clara, de las ciudades criollas estudiadas en la etapa, donde fue posible observar el cuadro completo del nacimiento de la moderna institución de la literatura bajo las condiciones provinciales, y en la coherencia que alcanza en la comunidad regional el proceso de emisión-recepción de discursos.

   En esta ciudad pudo apreciarse la cohesión entre el movimiento de la prensa y la naciente institución del libro, relacionados estrechamente con el movimiento autoral. Es visible en el análisis de la dinámica interna de esta élite cómo se renovaba generacionalmente y cómo manifestaba su espíritu corporativo, que se dirigía desde la tertulia hasta la necesidad de fundar proyectos comunes editoriales. Esta élite tuvo también sus propios líderes. Por prestigio y calidad de su gestión fueron el poeta y mecenas local, Miguel Jerónimo Gutiérrez, el poliglota y periodista Eduardo Machado; Eligio Eulogio Capiró como la voz poética mas sensible del grupo, también maestro y periodista, y Manuel Dionisio González, el autor de la primera historia de la región.

   La riqueza de los fenómenos de la formación discursiva del siglo xix, es causa del tempo dilatado del relato histórico en este periodo como en sus etapas, donde se analizan distintos problemas, eventos y fenómenos en una magnitud dada por su importancia. El valor del discurso histórico en la construcción de la identidad regional y criolla es establecido mediante el estudio de la Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción (1858), de Manuel Dionisio González; aquí también, el estudio de la leyenda literaria en este autor permitió problematizar, en relación con su producción historiográfica, las complejas relaciones entre historia y ficción dentro del romanticismo criollo.

   El estudio de la producción de los poetas románticos de la ciudad de Santa Clara, desarrolló dentro de una propuesta hermenéutica la idea de la contribución del discurso poético del romanticismo a la formación de las identidades regional y criolla, aun en la condición marginal  de las regiones internas de un país, mediante la construcción de un imaginario poético  cada vez de mas acentuada tendencia nacionalista.

   En el espacio de la ciudad criolla de mediados del siglo xix que fue Santa Clara, los textos poéticos  iban  conformando un tejido; en finos hilos, formando un entramado de distintas voces y texturas,  la poesía fue construyendo los imaginarios simbólicos de la naturaleza, la región  y la patria en su significación de nacionalidad, con el enorme poder heurístico y de descubrimiento de la ficción. En este sentido, aspiramos haber cumplido nuestro propósito, mediante el comentario de disímiles textos poéticos, de configurar el espacio en que se hizo visible la trama que urdieron estos imaginarios simbólicos en su contribución al diseño del cuadro de las ideologías de la ciudad criolla.

   Además del estudio de la poesía villaclareña, significado por el abordaje de  las asimetrías culturales, los procesos identitarios en la literatura, y el corpus que se descubre, sobresale el acercamiento a la obra poética de Francisco Pobeda y Armenteros que aborda la escritura poética como resistencia en el discurso criollista de este bardo campesino, y cuyo centro es el encuentro de los sistemas de la oralidad y la escritura en la textualidad de este autor.  La obra de Pobeda es entendida en el marco de las relaciones históricas entre la ciudad y el campo, y el consecuente proceso de ruralización de las ciudades, más bien las de provincias, que explica un imaginario y un discurso como el del criollismo.

  La poesía de Pobeda en este contexto representaba ese estar, descrito frente al ser, de los discursos pronunciados desde otros ángulos de enunciación a los canonizados por la ciudad escrituraria. La critica de Vitier, desde la cual partimos para realizar nuestra propuesta de lectura, había reconocido ese estar del imaginario rural, en lo que definía como el carácter, manifestado sobre todo, en la zona de sus leyendas, que fue la muestra de producción desde la que se desarrolló fundamentalmente nuestro análisis de la obra de este autor.

   El estudio de las Fabulas Morales de Francisco Javier Balmaseda examina el género en relación con  la literatura para niños en la colonia y desde la perspectiva de los valores regionales y etnonacionales en que se forman;  todo ello relacionado con la problemática del canon de la literatura colonial, lo cual posibilitó valorar  a su autor como sujeto social de la escritura en su contexto.

   Las  Fábulas Morales  al institucionalizarse dentro de la literatura infantil, y como libro de texto, fueron  expresión del carácter abierto de los sistemas regionales, desde la región y hacia la región; y  en su género, la fábula, fue un típico producto de la síntesis cubana de los impulsos ilustrados y románticos que caracterizaron nuestro romanticismo, por el criticismo ínsito a la anédota simbólica, por un lado, y del costado romántico por la exaltada espiritualidad en el tratamiento de tópicos y motivos, al tiempo, románticos y criollos.

  La historia de la formación discursiva colonial en las regiones villaclareñas finaliza con el estudio de los discursos testimonial, periodismo y poesía, desarrollados dentro de la llamada literatura de campaña. De vuelta Balmaseda con  Los confinados de Fernando Poo, M.J. Gutierrez como poeta de la guerra .y el editorialismo independista de Eduardo Machado en las paginas del periódico mambi La Estrella Solitaria. Los casos regionales examinados pusieron en evidencia la profunda ruptura y el cambio experimentado en la formación discursiva colonial con esta producción de la guerra y del exilio. Nacían nuevos géneros literarios y se refuncionalizaban otros desde nuevas formas de enunciación de los sujetos coloniales, para mensajes donde se manifestó una alta tensión ideológica.

 Conclusiones

    El estudio del proceso histórico de los discursos coloniales en las regiones villaclareñas, nos hizo comprender la presencia de manifestaciones regionales que diversifican la unidad de la formación discursiva colonial cubana, y el papel que dentro de esta desempeñó el discurso literario en su naturaleza heterogénea, presidiendo los discursos durante nuestro siglo xix colonial.

   La perspectiva regional también hizo posible argumentar con nuevos ejemplos los rasgos conocidos de la formación discursiva colonial, sin dejar de mostrar  el caso singular, por la “excesiva riqueza” de los fenómenos de la realidad que aporta este acceso.

   Por otra parte, los resultados obtenidos pudieron probar la utilidad metodológica de una teoría del discurso actualizada por los Estudios Coloniales de la literatura, cuya fuente originaria es el  pensamiento del sabio ruso Mijaíl Bajtín. Luego, la naturaleza individual y socialmente simbólica de los textos fue dictándonos otras exigencias para la lectura, en vínculo enriquecedor con nuestra propia tradición cubana de estudios literarios de la Colonia.

   La concepción interdisciplinar del estudio histórico-literario emprendido, permitió una comprensión de la literatura en su relación con otros discursos de la cultura de un pueblo y en la vida histórica, analizada esta mediante las sistematizaciones características de los estudios culturales. Conceptos como cultura regional, identidad cultural, regionalidad, la comprensión del proceso en que las ciudades como centros de sus regiones se convierten en escenarios donde se forjan y confrontan las ideas e imaginarios de una cultura, fueron decisivos en las valoraciones realizadas. A partir de estas consideraciones teóricas y metodológicas, los resultados de su aplicación a este estudio pueden resumirse en las siguientes tesis:

1. Los discursos coloniales no artísticos, jurídico- religioso, histórico, testimonial y publicístico, participan de modos diversos, históricos, en la construcción de los diferentes niveles de la identidad regional y criolla, como se muestra  en  los textos de la cultura regional villaclareña desde el siglo xvii.

    La cultura “del acta y el escribano” se encuentra representada en la región de Remedios con los textos jurídicos de “una pelea cubana contra los demonios”. Su estudio significa el  conocimiento de un fenómeno de discurso jurídico-religioso del siglo xvii, ya analizado como textualidad en los llamados estudios coloniales hispanoamericanos,  pero no en Cuba.      

  Los textos examinados se integran a la formación discursiva de la colonia durante los siglos xvi y xvii como discursos coloniales que fundaron los primeros contornos de una identidad cultural que pudiera considerarse protocriolla: patria y república, que eran, ciudad y región, se vinculaban en el imaginario de aquellas primeras comunidades cerradas  a la tierra que los vio nacer, la que ya albergaba sus muertos, la que había fecundado su arado, la que se reverenciaba en el género, por las matronas remedianas;  que tenía que ver con sus plegarias, y con sus quejas ante las autoridades coloniales. La comunidad remediana comenzaba a simbolizar un suceder y un entorno, creando la primera ficción del infierno criollo.

   Los discursos no literarios de la formación discursiva colonial del siglo xix se examinaron como prácticas culturales de carácter dialógico e interactivo, caracterizándose por su asimilación de la función estética. Una  textualidad  literaria se integraba a discursos no literarios por su función social, como la historia,  la literatura testimonial del exilio y de la guerra, y el discurso publicístico analizado dentro de los variados géneros del periodismo. Cabe destacar la significación del periódico villaclareño La Época, en la expresión de un pensamiento regional y criollo que evoluciona políticamente hacia la idea separatista, con el que nace en las regiones villaclareñas un periodismo de opinión reconocido en su tiempo por su repercusión en la Isla; también el periodismo de La Estrella Solitaria  que desde los campos insurrectos del Camagüey escribe el patriota Eduardo Machado; y la fuerza verbal del testimonio personal del exilio y la cárcel, Los confinados de Fernando Poo,  del remediano Francisco Javier Balmaseda.

   La Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción (1958), de Manuel Dionisio González, merece especial atención, ya que brinda un ejemplo de la interdiscursividad en géneros no literarios, el papel jugado por “la literatura” en esta forma de conservar el pasado que fue el discurso histórico del siglo xix. Este discurso reforzaba la singularización, la mismidad trasmitida al futuro, en su carácter marcadamente regionalista, que acentuaba las particularidades culturales forjadas en un área interna, y en esta condición representaba  la cultura criolla en tránsito hacia la nacionalidad. Su importancia puede valorarse entonces, como resultado de la madurez alcanzada por una cultura regional, la villaclareña, hacia mediados del siglo xix; y una excepcionalidad dentro del discurso historigráfico de la época que no puede ser probada dentro de  los límites de este estudio sino  en los criterios vertidos por  Henríquez Ureña y Fornet, asimilados a nuestra lectura: como historia integral de la cultura sumado a su aparición temprana, y producto, como ya se ha indicado, de condiciones singulares  de producción.

 2. El proceso de la formación discursiva colonial del siglo xix en las regiones villaclareñas, comprende dos etapas marcadas por los distintos hitos culturales que jalonaron el desarrollo de nuestra modernidad colonial. En este período,  los  discursos histórico, del  periodismo, artísticos, principalmente la poesía, como enunciados de sujetos coloniales diversos,  representaron una consolidada condición criolla en desarrollo hacia la cubanía desde  los factores mediáticos  de la época, el periódico, y el libro.

  Como hechos de significación en la vida literaria del período que transcurre entre 1831-1898, se encuentran: la actividad de los periódicos, su desenvolvimiento notable hacia mediados del siglo en Santa Clara, como lo atestigua La Sagra;
un movimiento editorial autóctono de proporciones discretas en Remedios y en Santa Clara, primero, y luego, en Sagua La Grande; una vida corporativa para los hombres de letras; en general, una institucionalización de la literatura como discurso dominante, fundamentalmente el poético, con un núcleo fuerte, si bien de carácter epigonal, en Santa Clara, ciudad de cultura pequeño burguesa donde el romanticismo encuentra un espacio propio y un tiempo fértil para su desarrollo entre 1831 y 1869, fechas que delimitan una primera etapa del desarrollo cultural y literario villaclareño. Luego de iniciada la guerra en los territorios centrales, la siguiente etapa se marca con la quiebra institucional  y el cambio cualitativo de los discursos, así como por el desplazamiento de los focos de la cultura hacia Sagua La Grande, Caibarién, y  durante las dos contiendas, hacia los campos de Cuba Libre.

   Tipifican esta última: los discursos de la campaña y el exilio; la expansión del periodismo a varios pequeños municipios y poblados que surgían como nuevos términos municipales; el periodismo de opinión y para el debate político, como el género discursivo dominante en las regiones villaclareñas; poesía femenina, cohesionada en un conjunto de voces, y plenitud de la voz poética del campesinado, diversifican el discurso poético desde distintas enunciaciones. El relato se bifurca en géneros tan regionales, como la tradición o más sujetos a los influjos cosmopolitas, como la crónica de sucesos excepcionales y del gran mundo, de sabor modernista. Por último, la producción editorial crece a expensas del libro de texto escolar mientras, por otra parte, aumenta el mal gusto poético, el dilentantismo y un regionalismo empobrecedor.

   El proceso regional se distinguió en última instancia, en todo el período, por la  producción y recepción de discursos  mediante los cuales nacía una literatura regional: estos portaban sentidos compartidos por  la comunidad, y por ello pueden ser comprendidos como discursos regionales, aunque no siempre por sus  marcas acentuadamente regionalistas, que sí pueden encontrarse en los ejemplos más realizados de: la poesía criollista de Francisco Pobeda en Sagua La Grande, de Juan Jorge Sobrado en Remedios; unas “leyendas villaclareñas” de Emilio Pichardo para los naturales de esta villa; unas “tradiciones remedianas” en el periodismo  diario cultivadas por  Facundo Ramos  Ramos;  una historia integral de la región de Villa Clara, en la que los nacidos “pilongos” pueden construir su propia identidad como criollos.

  3. La literatura como discurso alcanza su protagonismo hacia mediados del siglo xix  y   bajo la égida del romanticismo,  con impulsos variables neoclásicos e ilustrados, y rige los procesos de interacción discursiva  que se producen entre distintos sistemas, orales y escritos, cultos y populares, centrales y periféricos, en varias mediaciones y síntesis. El fenómeno regional estudiado, permitió analizar la asimilación de las influencias y en general las relaciones interliterarias en las condiciones históricas de la colonia, caracterizadas por el intercambio asimétrico con sus metrópolis culturales. Como se constata con el romanticismo criollo, se fue manifestando en la literatura una conquista de la originalidad, la representatividad, y en definitiva, la independencia de los modelos de los cuales provenía, porque estos modelos fueron transformados y enriquecidos aun en las condiciones del desarrollo provincial, donde si bien encontramos el epigonismo, también pudo verse el surgimiento de géneros como la poesía criollista y la tradición.

  Esta centralidad de la literatura en la formación discursiva del siglo, que fue  examinada en su interacción con géneros discursivos no literarios, como la historia o el periodismo, está relacionada con su función social dentro del romanticismo en el ámbito de las culturas nacionales en formación.

  Sin embargo, la  poesía fue su manifestación más importante, como lo muestra el estudio de los poetas románticos villaclareños, quienes representaron con su producción las distintas tendencias del romanticismo desarrolladas en la isla durante la época, imitando los modelos de las grandes figuras del primer romanticismo.

  Como una práctica propia de las culturas provinciales, la imitación cumplía en este discurso  las funciones de  reproducción y expansión  de los modelos, tipificando así una literatura, en este caso, la cubana en formación.

   Mediante los lenguajes simbólicos del romanticismo, la poesía contribuía a la conformación de los imaginarios de la ciudad, la región y la nacionalidad.  Era notable su variedad discursiva, desde los “vagos deliquios” vesperales, una bucólica romántica en varias formas, pasando por su variante  social y política, y la ineludible naturaleza enlazada con la patria y la mujer,  hasta el poema de más criollo costumbrismo; todos modos y referentes impresos en formas múltiples,  donde contemporizaban el grave soneto y la jovial décima, la alegoría histórica y la fábula. Así los textos poéticos actuaban en el escenario ciudadano con su capacidad heurística múltiple de cuestionamiento y respuesta, redescribiendo y descubriendo la realidad. Ellos eran fruto de un hacer en la cultura, el hacer de los sujetos de la escritura poética que, se unían en la empresa romántica de construcción de la cubanía.  La poesía se integró de esta forma, a los discursos que expresaron las ideologías de su élite criolla, en la visión de los sectores criollos centro-orientales, defensores de la utopía reformista de una sociedad de pequeños productores, y los poetas que formaron parte de esta  élite, que a su vez representaban, dieron a  la escritura poética la tarea de contribuir a conformar un imaginario nacional.  

4.  La  construcción del canon de la literatura nacional que se emprende desde nuestro romanticismo criollo, encuentra en el discurso poético criollista el espacio de las interacciones discursivas  de  los sistemas de la oralidad y la escritura mediante las cuales se  expresó la asimilación de los imaginarios rurales y populares a la cultura letrada. La obra poética de Francisco Pobeda y Armenteros, en tanto que sujeto colonial bicultural, representó las tensiones  y   síntesis de este proceso.

   En los textos poéticos de Francisco Pobeda y Armenteros, El trovador cubano, se produjo una imbricación de los sistemas de la oralidad y la escritura desde una escritura que se erigió como resistencia frente a la absorción por la ciudad escrituraria de los imaginarios rurales en su tarea de forjar la ideología nacionalista, y esta actitud discursiva fue fuente de contradicciones manifestadas en  una condición ambigua y conflictiva de letrado bicultural, siempre mal asimilado al sector dominante. Último reducto del  arte campesino, Pobeda accede a la escritura y pide un puesto en la ciudad escrituraria para legitimarse en medio de las nuevas condiciones de producción. Su capacidad de resistencia podía expresarse en el ingenuo plagio de la cultura “elevada”, como del  pasatiempo banal: ambas, poesía “culta” y producción “coplera” eran asimiladas y transformadas  desde los  imaginarios rústicos, a una dominante función lúdrica y ornamental propia del arte de las comunidades campesinas y de los públicos “aguajirados” de los pequeños pueblos y ciudades de provincias del centro de la isla. Esta resistencia impediría la canonización del modelo pobedeano del criollismo, situándose como una figura menor y antecedente de mejores muestras de adaptación. La obra de Pobeda se ubicó, de esta forma, en una posición marginal frente al canon de la literatura cubana que se construía. 

5.  El análisis de la formación del canon histórico de la literatura cubana colonial, y la consiguiente ampliación del campo realizada dentro de los Estudios Coloniales, posibilitó realizar nuevas lecturas de fenómenos y figuras, y por tanto, una  labor de exégesis y rescate, no solamente de sujetos autorales, sino sobre todo, de hechos de discurso y cultura.

   La tarea de rescate  que toda ampliación del campo supone, se erige sobre el criterio axiológico, del  valor de las obras establecido dentro de normas dadas para valorarlas dentro de un sistema.  En este sentido, la  perspectiva histórico- literaria desarrollada examinó los fenómenos desde su ponderación en el contexto regional  y en la posibilidad de su exaltación nacional,  teniendo en cuenta distintos tipos de merecimientos.. Estos son: 1) La capacidad de diversificar el corpus, de sumar elementos para comprender el carácter heterogéneo de una literatura nacional; 2) la cualidad de reafirmar valores conocidos, o sea, lo que se ha dado en llamar, la representatividad histórica de una figura o fenómeno dados; 3) la calidad literaria, que puede ir unida o no, a los criterios anteriores.

     Así, el valor de la obra de Surí se encuentra más bien desde el ángulo sociológico y cultural que desde la perspectiva ideoestética, pues la posición defendida por Lezama en realidad lo que quiere destacar es esto, su valor de representatividad  insular. Una sola frase con la que este lo define: “aprendiz de brujo provinciano”, y la inadmisible comparación con Góngora, iluminan una lectura que puede permitir comprender el problema de la originalidad creadora en los mundos coloniales, y en la misma periferia insular. Por otra parte, el caso de los poetas villaclareños posibilitó conocer variantes insulares de la poesía, así como variados sujetos coloniales de la escritura en las condiciones de una institución literaria en formación, con anterioridad a una cultura de la letra impresa.

   Un fenómeno dado en las condiciones particulares del desarrollo regional y citadino que se estudia, fue el de la poesía villaclareña de mediados del siglo xix, y en general, de su movimiento editorial y publicístico,  exaltado por el propio Ramón de la Sagra ante Gertrudis Gómez de Avellaneda. Aquí no destacamos para la literatura nacional, figuras u obras, sino la singularidad del fenómeno sociocultural producido en circunstancias  irrepetibles de la cultura de una región y ciudad, Santa Clara, dadas en la paradoja de su creciente importancia político-administrativa y su desventajosa mediterraneidad; y el brote romántico, esencialmente poético,  producido en este espacio, en condiciones humildes de producción tanto material como espiritual. 

   El caso de Pobeda es también uno de los pocos en esta historia donde el merecimiento  indica una obra madura, de realizada plenitud poética. La tarea de su rescate,  emprendida desde otras aristas por Vitier y Feijóo, aún debe continuar en un espacio de análisis comparativo con las otras dos grandes figuras del criollismo, como el Cucalambé y Fornaris. El problema, diría Martí, es el de las antiparras con la que se mira un fenómeno. La poesía guajira de Pobeda no puede ser juzgada con antiparras francesas, de cultura letrada. Había que reconocerla en los valores de su hibridez y su capacidad de resistencia.

  Por su calidad, también merece ser exaltada nacionalmente la obra de Francisco Javier Balmaseda, no solo con sus Fábulas Morales, y su obra testimonial Los confinados de Fernando Poo,  sino en especial, el interesante mosaico discursivo que conforma su producción toda, en el que está su teatro, cuya importancia para la escena nacional fue enunciada por Rine Leal.

  Pero el problema de la calidad artística se complica en las condiciones regionales, ya que esta, muchas veces es el resultado del desarrollo de las posibilidades expresivas en  una norma dada y dentro de determinado contexto de producción. No entraría  entonces, en el criterio de valor,  una obra fragmentada y desigual, aún tenga muestras que testimonien de su relevancia, como por ejemplo, ilustran los casos de E. E. Capiró y Agustín Baldomero Rodríguez

    Así, en tanto sujetos sociales representativos de la escritura en las condiciones coloniales de la Isla durante el siglo xix, en su acción intelectual y en la calidad  de textos, que no de la obra en su conjunto, no desmerecen frente a otros autores más conocidos en el panorama nacional: E.E. Capiró, Eduardo Machado, Agustín Baldomero Rodríguez, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Facundo Ramos, Francisco López Leiva y Juan Jorge Sobrado, entre otros que pudieran mencionarse.

   En tanto autores, con una obra de determinada significación en cuanto contribuye al desarrollo de una identidad criolla y nacional desde la región, con notable calidad estética en casi todas sus muestras, tenemos a Manuel Dionisio González, con su Memoria histórica…;  y en sus obras completas, a Francisco Javier Balmaseda y a Francisco Pobeda y Armenteros.

   Un problema que impide  considerar a un grupo bien nutrido de figuras sino como sujetos coloniales de la escritura, fue el de la pérdida por deterioro o extravío de las fuentes. Lo conservado no permite una evaluación de su valor. Ello ocurre con nombres que pudieron ser bien significativos como Emilio Pichardo, el autor de las desaparecidas Leyendas  villaclareñas; y Aniceto Pérez de Alejo, Francisco Clemente López, Manuel Cecilio Blanco…, en la poesía criollista villaclareña. 

   Otro grupo de figuras, localizadas y apreciadas de manera general en la historia de síntesis,  deben ser valoradas con mayor profundidad dentro de otros límites del trabajo científico, ya que no tuvieron  una obra  de mayor significación –aunque también debió sufrir los embates del tiempo–. Nos referimos  al grupo de poetisas de Santa Clara y a la producción sagüera en su conjunto, con la interesante muestra de una intelectualidad mulata: Atanasio Inza Ochoa,  Antonio y Francisco Rosales…

 6. La historia de la formación discursiva colonial cubana en las regiones villaclareñas, al mostrar  los rasgos propios de los discursos de la colonia en estos espacios y el rol que desempeñaron  en la construcción de los diferentes niveles de la identidad cultural en la época de formación de la cultura y la literatura nacionales cubanas, permitió, dentro de sus límites, enriquecer, modificar, polemizar y en definitiva, iluminar nuevas zonas del conocimiento sobre la cultura y la literatura cubanas.   

  El estudio realizado contribuyó principalmente a ampliar los conocimientos que se tienen sobre el romanticismo criollo y a comprender cómo funcionó como código para la construcción por la élite letrada de un imaginario nacionalista en las condiciones coloniales. El proceso institucional en los espacios protagónicos ya había sido examinado por Carmen Suárez León. Por otra parte, interesante incorporación del espacio matancero nos brinda Urbano Martínez en Domingo Del Monte y su tiempo, en la polémica de nuestro romanticismo. Si nuestro estudio no permite ofrecer, por ejemplo, el debate que distinguió a núcleos de la intelectualidad criolla en la defensa de tendencias y determinadas posiciones en relación con la fundación de una literatura nacional, sí posibilitó ilustrar cómo se expandían  y reproducían los modelos instaurados luego del primer brote romántico; y la necesidad de una tradición, recién instaurada, que debía defenderse y enarbolarse. 

    Otra cosa era la belleza, darse cuenta de la belleza, cómo a pesar de todo se producía esta  más allá de los límites del análisis morfogenético. Era descubrir, como le ocurrió en su momento a Cintio Vitier y a Fina García Marruz, flores ocultas de la poesía cubana; e íntimamente establecer relaciones, parentescos, asociaciones con ilustres, casi sagradas voces de poetas cubanos: Milanés, Plácido, Zenea, Mendive, Martí…, quienes acudían a la memoria en el verbo encendido de Eduardo Machado, en la gracia zalamera de Agustín Baldomero Rodríguez, en el designio moral y social de los versos de Miguel Jerónimo Gutíérrez. Había en algunos de estos poetas menores, como en Capiró, hasta premoniciones, ideas anticipadas, hallazgos,  que en otros, consagrados, hicieron fortuna, cierto, pero no había desarrollos  a partir de tales indicios.  Aquí estaban, por ejemplo, los sensa, “sonidos, imágenes, sentimientos”,  más característicos del llamado  romanticismo de escuela. El estudio de esta voz lírica debe permitir reevaluar el romanticismo criollo, sobre todo en esa zona de coincidencias con la poética de Zenea que queda advertida, y que serviría para apreciar mejor a esta figura en una misma familia de discurso; o sea, reevaluar, tanto la década del cincuenta, a la que se le ha puesto el membrete del mal gusto poético, como el segundo romanticismo.

   Finalmente, si este estudio desde las regiones pudo arrojar nuevas luces a la historia literaria nacional, fue no solo por abordar una de las aristas de la densidad o espesor de la literatura cubana, sino por mostrar cómo históricamente se constituye una literatura nacional desde la construcción de su canon histórico: fruto del  complejo intercambio  entre las regiones internas y las regiones capitales o puertos. El estudio de la interacción histórica entre lo canonizado y lo excluido examinado en este caso regional, nos permitió comprender  la compleja dialéctica de la formación de una cultura y de una literatura en ella. Con las correspondientes demarcaciones epocales, el problema vale también para nuestro tiempo. 

 Recomendaciones

 1. Realizar estudios comparativos de fenómenos discursivos y autores que permitan arribar a conclusiones acerca del lugar que ocupan nacionalmente.

2. Estudiar la obra completa de Francisco Javier Balmaseda, para demostrar su significación en las letras y la cultura cubanas de la colonia.

3. Divulgar las Fábulas Morales de Francisco Javier Balmaseda, dada su significación nacional, en edición crítica.

4. Continuar dentro de los estudios de historia literaria villaclareña, la investigación sobre el discurso femenino poético de la Colonia.

5. Estudiar la obra de Francisco Pobeda y Armenteros dentro de la poesía criollista del siglo xix en Cuba.

6. Sistematizar el estudio del caleidoscopio que conforman los géneros discursivos de la colonia, incluido los literarios,  que integran la formación discursiva colonial cubana.

7. Continuar revalorizando el estudio del romanticismo criollo hacia mediados del siglo xix desde la institución literaria, y en los distintos espacios y sujetos culturales que convergen en su expresión.

8. Emprender estudios sobre la producción discursiva de los sectores negros y mulatos de la sociedad colonial, con inclusión  de la muestra regional.

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Inéditos y en preparación

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Crítica simbólica, imaginarios simbólicos,  en la literatura cubana. (Meditaciones y proposiciones), trabajo presentado en el IV Coloquio de la Praxis Literaria, Santa Clara, diciembre, 2001.

Los poetas románticos de una ciudad criolla, antología y estudio crítico, en preparación.

El discurso jurídico de la fundación de las primeras ciudades: Una pelea cubana contra los demonios, presentado para publicar en la revista Signos en el número en preparación sobre Los pequeños pueblos.

 fuentes primarias.

1) Libros.

NOTA ACLARATORIA: No se consignan las fuentes propiamente villaclareñas del siglo xix, por aparecer estas registradas en el anexo titulado “Cronología de la producción intelectual de las regiones villaclareñas entre 1831 y 1898”.
 

ALCOVER. Antonio Miguel. (1901). El periodismo en Sagua. La Habana: La Australia.  
 

BACHILLER Y MORALES, Antonio. (1936-1937). Apuntes para la historia de las letras y la instrucción en la Isla de Cuba.3 t. La Habana:Cultural, 1859-1861.
 

CALCAGNO, Francisco. (1873). Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Néstor Ponce de León.

––––––––––––  (1878)  Poetas de color. La Habana: Imprenta Militar de la V. De Soler y Compañía.

FORNARIS, José y José Socorro de León (editores). (1858). Cuba Poética. Colección escojida de las composiciones en verso de los poetas cubanos, de Zequeira hasta nuestros días. La Habana.   

 GARCÍA GARÓFALO Mesa, Manuel. (1926). Diccionario de seudónimos de escritores, poetas y periodistas villaclareños. La Habana: Imp. Julio Arroyo.

––––––––––– (1927). Los poetas villaclareños. La Habana: Imp. J. Arroyo.

–––––––––––– (1938). Plácido, poeta y mártir. Mexico: Ediciones Bota.

     La voz del tiple. Colección  de décimas cubanas.  (1881). Habana: Imp. La Idea.
 

LÓPEZ PRIETO, Antonio (1881). Parnaso Cubano. Colección de poesías selectas de autores cubanos desde Zequeira a nuestros días. Habana:Editor  –Miguel Villa– Librería.
 

MARINO PEÑA, Luis. (1812). Biografía de Miguel Gerónimo Gutiérrez. Revolucionario y  poeta cubano. La Habana.
 

MARTÍ, José. (1968). Los poetas de la guerra. La Habana, Universidad de La Habana.1893.
 

MARTÍNEZ-FORTÚN Y FOLLO, José Andrés. (1925). La prensa en Remedios y su jurisdicción. Remedios: Imp. La Tribuna.

–––––––––––– (1930).  Anales y efemérides de San Juan de los Remedios del Cayo y su jurisdicción (1492-1849).  Tomo 1. La Habana: Imprenta Pérez Sierra, La Habana.

MITJANS, Aurelio. (1963). Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba. La Habana: Consejo Nacional de Cultura. 1890.

SAGRA DE LA, Ramón. (1861).   Historia física, económica- política, intelectual y moral de la Isla de Cuba. París: Librería L. Hachette

 2) Periódicos consultados.

El Eco de Villaclara, o El Eco (1831- 1856); La Alborada (1856- [1862] ) Números conservados en: Sala Cubana de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial Martí. Sala Cubana de la Biblioteca Nacional.

 La Época. (1866-1869); El Alba (1862- 1878); El Central (1860- ?);  El cielo de Cuba (1857- ?);  La Amapola (1857- ?); El autonomista (1886- ?); La Batalla (1994- ?); La Caridad(1885-  ?); El círculo villaclareño (1885-?); La Academia (1873- 1874); La Acracia (1889- ?); El Clarín (1882- ?); La defensa ([1893]-?); El demócrata ( 1891- [1892] ); La Estrella Solitaria (1898-?); El hogar (1894- ?); El Horizonte (1886-?); La igualdad (1890-?); La lealtad (1872-  ?); El liberal (1886- [1887] ); El Liceo (1887- ?); La Luz (1886- ?); La Maruga (1890-?); La perseverancia (1885- 1886); El popular (1895- 1898); La propaganda (1885-?); La protesta (1886-1887); La protuberancia (1885-?); La Provincia. Diario. (1891-1892); El Pueblo (1887- 1898); La situación (1884-?); El trabajo (1890-1891); La Unión Cubana (1898); El Universo (1886- ?); La vanguardia (1887- ?); La verdad (1887-1888); El vespertino (1885- ?).   Números conservados en: Sala Cubana de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial Martí.

 El Boletín (1852-1861); La Razón (1861-1863); La Atalaya (1863-1868); El Porvenir (1864-1867); El Heraldo (1866-1869);  El Criterio Popular, El Remediano (1878- 189?); Juventud (1878- 1879); El Casino de Recreo (1879-1884);  La Constitución (1882-1888); El sinsonte (1894-1895); El criterio popular (1879-1896). Números conservados en:  Archivo Municipal de Remedios.

  El Faro Industrial. Números conservados consultados en: Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística.

La Hoja Económica de Sagua (1852-1862), La Colmena (1865-1869), La Estrella Solitaria ([1875]-[1877?]) en el Fondo Coronado de la Biblioteca Chiqui Gómez de la Universidad Central de Las Villas.

 3) Papelería.

Textos poéticos entre otros documentos, en recortes de periódicos, manuscritos y copias mecanografiadas, conservados en: Expediente 453. Legajo 9 del Fondo Manuel García Garófalo del Archivo Provincial de Historia de Cuba de Villa Clara.

 Otros papeles, cartas, etc. conservados en: Biblioteca privada de Manuel García Garófalo. Albacea Judith Quesada Miranda.         

__________________

* “La formación discursiva colonial cubana en las regiones villaclareñas. Un estudio histórico de los discursos y la identidad cultural”. Resumen de la Tesis en opción por el grado científico de Doctora en Ciencias Filológicas, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Santa Clara, Cuba, 2002.

 

 

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