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  • Jiribillas… ¿o comidillas?


En su edición final del mes de enero pasado la revista electrónica cubana “La Jiribilla” publicó una entrevista con María Mederos, directora general  de la xiv Feria Internacional del Libro de La Habana.  Su título, “Patricia Gutiérrez: escándalo, mentiras y deseos de publicidad”, es elocuente sobre sus intenciones, que infelizmente se deslizan a la hostilidad y la difamación.

El motivo ha sido sin duda la amplificación que tuvieron en medios de prensa mis declaraciones sobre la ausencia de la Editorial Plaza Mayor en la FIL de La Habana este año.

Para cualquier otra casa editora quizá el interés en asistir a la importante feria habanera permanezca encuadrado en los habituales intereses comerciales y de promoción. Asimismo, una decisión que impidiera su asistencia por parte de las autoridades culturales cubanas podría ser vista de manera ordinaria, sin connotaciones mucho más allá de la potestad que tienen los organizadores de la Feria para decidir a quiénes invitan o permiten concurrir.  No es así en el caso de nuestra Editorial, una de cuyas proyecciones fundamentales es la Colección Cultura Cubana.

Es obvio que el público natural para nuestros libros se encuentre también en la isla, y una modesta pero persistente historia de participación desde hace varios años ha ido cultivando además excelentes relaciones humanas y en particular literarias. No pocos amigos, lectores y funcionarios, merecían también nuestro punto de vista para explicarse mejor nuestra ausencia de la Feria este año.

Sin embargo, nuestros reiterados intentos para recibir una respuesta directa y clara sobre el hecho de que no hayamos sido invitados, fueron la razón de que hiciéramos  público ese esfuerzo e interés, y de  que hayamos comunicado a la prensa nuestro punto de vista al respecto.

En efecto, como comienza diciendo María Mederos en la entrevista de “La Jiribilla”, la historia de nuestra participación en la FIL de La Habana es más larga. No sólo más larga de lo que yo misma haya comentado, sino en especial diferente de lo que ella comenta.

Animada por la ineludible exigencia de evitar más torceduras a las verdades que debemos a tanta gente que nos ha concedido su apreciación y respeto, remití una amplia réplica tanto a “La Jiribilla” como a María Mederos. Ni siquiera mis más fuertes argumentos y aclaraciones abandonan en esa réplica una intención conciliadora, marcada de inicio por el propósito de evitar que la polémica siguiera trascendiendo a otros medios y alimentando un alud de interpretaciones tendenciosas.

El silencio recibido después de varias semanas puede interpretarse en múltiples sentidos de respuesta, pero en todo caso nos obliga una vez más a utilizar nuestro espacio para que quienes deben tengan  acceso a las opiniones y verdades que nos conciernen. No se trata, parafraseando lo que alguien inteligentemente ha sentenciado, de dar explicaciones que los amigos no van a pedir y los enemigos no van a creer, sino de pulsear entre cubanos sobre la mesa de los intereses comunes y la civilidad a perfeccionar.

Después  de tanto y tanto, para los cubanos los demonios siguen siendo los mismos en esta pelea…

A continuación nuestra réplica.

__________


Amigos de La Jiribilla:

Respondo con todo respeto y con sincero afecto cubano a ciertos aspectos de la entrevista publicada por ustedes con la señora María Mederos el día 5 de febrero.

Comienzo por decirles que no me anima ningún deseo de pugnar con la señora Mederos ni con cualquier otro cubano en posiciones oficiales. Podría decir que el diálogo periodístico parece más bien una auto-entrevista destinada a desacreditarme, pero lo que me atañe ahora es contestar, con mesura y la mayor delicadeza, algunas de las alusiones que se me hicieron.

La primera, obviamente, tiene que ver con mi imposibilidad de asistir a la FIL-Habana este año. Dicho de la manera más sencilla, a mí se me “des-invitó”. Debo decirlo de esta manera porque ya era habitual mi asistencia —lo hice por 5 años— a la FIL-Habana.

Se imponen precisiones tal vez sinuosas, pero inevitables.

Plaza Mayor siempre recibió invitación directa para participar en la Feria de La Habana.. El Gremio de Editores de Puerto Rico (GEEP) no existía cuando comenzamos a ir.

En el año 2003 es que se instituye el GEEP, y con el ánimo de aportar mayor cantidad de títulos y hacer más interesante nuestra presencia, pedimos a los organizadores que en lugar de cursar invitaciones individuales lo hicieran a nombre del GEEP, como en efecto sucedió el pasado año. Entonces se suponía que asistieran a la FIL de La Habana 14 editoriales, así como varios escritores y editores, pero finalmente nadie se atrevió a viajar, ni siquiera la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, y sólo Plaza Mayor emprendió el viaje.

El supuesto afán de protagonismo que nos atribuye Mederos en sus comentarios para La Jiribilla se desmiente por sí solo: Plaza Mayor no tuvo un stand con su nombre para permanecer en el espacio asignado al GEEP. Igualmente sacrificamos nuestro sello identitario en el catálogo de expositores que prepara la FIL.

Soy miembro fundadora del GEEP y también ocupo un lugar en la Junta Directiva. En nuestras reuniones durante el segundo semestre del pasado año nadie mencionó haber recibido invitación para que el GEEP participara en la FIL-Habana 2005. Por tanto, el tema nunca ocupó parte de la agenda. Es cierto que Maria Mederos habló con el señor Burgos durante la  FIL en Guadalajara, pero Burgos no recuerda haber recibido invitación, como afirma  María Mederos. De todos modos,  desde el 28 de octubre de 2004 escribí a Mederos como presidenta de la FIL en La Habana, diciéndole que yo no había recibido invitación para asistir a la FIL, a diferencia de otros miembros del GEEP que sí la recibieron a título individual. Sin embargo, ya me estaban llegando ofertas de hotel y pasaje aéreo para la FIL por parte de las empresas turísticas que se dedican a esto. Ese correo jamás me fue contestado y pedí a mi coordinador en La Habana  que lo imprimiese y llevara copia a la mano. Así lo  hizo  y Maria nunca contestó.  A partir de ahí, y posterior a la FIL en  Guadalajara (en diciembre) volví a escribirle. Como tampoco hubo respuesta, decidí llamarla  y fue entonces que me expresó su opinión personal de no querer que Plaza Mayor asistiera,  por haber politizado el asunto el año anterior.

En fin, el Gremio como tal nunca recibió invitación, pero algunos miembros si la recibieron. Con excepción de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico y  Plaza Mayor, ambos miembros del GEEP, ningún otro editor asociado al  gremio ha viajado a la FIL de La Habana.. Plaza Mayor  siempre ha viajado desde que fuimos invitados por primera vez.


Decir que me autocensuré para no asistir este año por presiones del gobierno norteamericano es desconocer que por años mis viajes a Cuba han sido un reto silencioso a las restricciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Basta con leer los documentos y comunicaciones del gobierno norteamericano que mi padre ha hecho públicos  en La Habana. Dicho sea de paso, y por estar en conocimiento de estos documentos que ejercen presión contra mi padre, hube de conversar sobre ellos durante un diálogo telefónico sostenido con la señora Mederos.

En cambio, son de una delicada connotación política las insinuaciones que en la entrevista publicada por La Jiribilla aluden a nuestra supuesta complicidad con  organizaciones a las que Cuba acusa de estar financiadas y apoyadas por los servicios de Inteligencia del Gobierno norteamericano.  Es hora de poner punto final a esta otra  forma de provocación gratuita, que ya ha ocurrido antes y no puede sino evaluarse desde la grosería a la difamación. No necesitamos ni admitimos mediadores para plantear en cualquier lugar y momento nuestras posturas políticas, que por demás son transparentes y de conocimiento público. Tampoco necesitamos de ese linaje de mediación para nuestros proyectos y acciones, que como nuestros libros andan abiertos y a nadie prohibimos su acceso.

No tengo entonces que extenderme una vez más aclarando que no formo parte de ejes patrocinados por ciertas políticas de Washington, sobre los cuales hemos hecho siempre planteamientos, posiciones y denuncias demasiado claras y específicas.

Añado que, en efecto, es imposible aceptar que a escritores cubanos se les impida asistir a la Feria del Libro en Puerto Rico. Son inaceptables cualesquiera restricciones en cualquier parte del mundo, que conspiren contra el humanismo del que todos somos tributarios en nuestra cultura. Tal vez inmersa en mis responsabilidades, que no son precisamente publicísticas, no alcé mi voz en el momento justo para decirlo, y tal vez la señora Mederos ignore o calle que tampoco la Editorial Plaza Mayor asiste a la Feria del Libro de Puerto Rico, mientras que en cambio sí lo ha hecho a la de La Habana. No obstante, bastan para acreditarme mi conducta, mi discurso recto y consecuente y las ideas que de aquí se infieren.

Pertenecen también a ese género de insinuaciones infundadas los comentarios alrededor de nuestra intención de dar el nombre de Guillermo Vidal al Premio de Novela de Plaza Mayor. La estatura literaria de Guillermo, y el prestigio y la importancia de su obra, por no hablar de su fraternidad con lo genuinamente cubano de nuestro proyecto editorial, no sólo justifican nuestra inmediata intención tras su muerte inesperada y dolorosa para todos, sino que deberían haber hecho detenerse a quien es sólo una funcionaria y no una creadora, antes de involucrar la memoria y el renombre de una figura de las letras cubanas en las comidillas de este incidente. Honor a quien honor merece y zapatero a su zapato, no queda otra alternativa que ser rigurosos. Quienes no somos creadores no debemos temer a ninguna clase de valoraciones y consecuencias sobre las funciones que nos corresponden.

Carlos Tamayo, presidente de la UNEAC en Las Tunas, y Francisco López Sacha en la sede nacional, saben los motivos auténticos que nos llevaron a posponer esa decisión sobre el nombre de nuestro premio. No fueron presiones de escritores, y tanto el respeto a Guillermo y su obra como a su familia requieren que tratemos el tema en el espacio adecuado y con la debida sensibilidad.

Los hechos concretos que están detrás de todo esto no son mencionados y debemos exponerlos claramente: algunos comentarios de escritores publicados por Plaza Mayor, expresados en persona en La Habana o leídos allí durante los eventos del pasado año provocaron cierta irritación en María Mederos, así como entre personas pertenecientes al segmento más ortodoxo del gobierno. Así me lo expresó la señora Mederos. De ahí que se me descalifique éticamente por haber supuestamente  “politizado” mi presencia, lo cual pudo haberse hecho más evidente con un par de discretas menciones que por mi parte hube de hacer sobre la presencia de mi padre, el Comandante Eloy Gutiérrez-Menoyo, en el evento en honor a María de los Ángeles Santana que celebramos en la Sala Caturla del Teatro Amadeo Roldán.

Ocultar los verdaderos motivos tras la aseveración de que busco protagonismo mediático es superficial, para decirlo con la puerilidad de su mismo planteamiento. Aparte de la misión editorial de Plaza Mayor de cara a Cuba me animan también los propósitos de conseguir un diálogo nacional para lo que hace falta mesura, serenidad y madurez. Tanto es así, que entre asistir a una Feria editorial y conseguir una pulgada de avance en ese diálogo, es obvio que optaría por lo segundo. Precisamente por pensar de esta manera, es que evité viajar a La Habana durante los días de la feria, cosa que hubiese podido hacer, pero evité porque no es mi intención provocar o buscar protagonismo. Vengo de regreso –igual que mi padre, salvando las distancias– de cualquier protagonismo, exhibicionismo o pugnacidad estéril.

Todos los cubanos a quienes importa verdaderamente el destino de nuestra isla merecemos ser mutuamente constructivos, no importa si en algún momento necesitamos o nos permitimos inculparnos en el calor de las indignaciones. Pero la constructividad ha de ir a las esencias y no erigirse sobre comineos del folclor burocrático como las menciones que se hacen en la entrevista de Mederos sobre el alquiler de una computadora, o las exquisiteces culturales puestas a nuestra disposición para presentar el libro sobre la gran artista cubana María de los Ángeles Santana.

Es ridículo insinuar que no disponemos de 75 dólares para alquilar una computadora cuando hemos regalado en Cuba decenas de ejemplares de nuestros libros, incluyendo precisamente todos los que llevamos a la memorable presentación dedicada a la Santana. Sobre esta actividad no sólo tendríamos que hablar de la dirección artística de alto nivel y los cantantes líricos, que sin duda lo merecen, sino además de los innumerables desaguisados organizativos y los disgustos provocados en el público asistente, que animaron a criticarlo incluso al mismo autor del libro.

Asimismo, autores cubanos de inmenso prestigio honran el catálogo aún modesto en alcance de nuestra editorial, junto a otros que todavía no gozan de extenso reconocimiento, pero a los cuales es injusto calificar de dudosa calidad literaria. Pocas editoriales podrían preciarse de disponer de un catálogo sin contrastes, ni los grandes del mundo editorial ni los propios sellos editores cubanos. Así pues, un funcionario del rango de María Mederos debería delimitar sus inculpaciones a quienes estrictamente deben dirigirse, en este caso a mis responsabilidades, a mi persona y a los hechos que estamos llamados a esclarecer, no a los escritores ni a los libros. Es algo que éticamente se espera nada menos que de la directora general de una Feria Internacional del Libro.

Lo mismo pudiera decirse de sus referencias a la composición del jurado que ha evaluado en sus primeras ediciones nuestro Premio de Novela. No hay especialistas y estudiosos de prestigio sólo en Cuba (aunque el juicio expresado por Mederos lleva a pensar que también desconoce esta verdad de Perogrullo), ni las literaturas de cada región o país son evaluadas o leídas exclusivamente por sus nacionales. Sólo señalo de paso que la dirección de nuestro proyecto es desconocida evidentemente por Mederos: ya en su segunda edición nuestro Premio de Novela tuvo como jurados a destacados especialistas de las tres Antillas hispanas, entre ellos precisamente un cubano.

Mucha comidilla de esta clase podríamos aludir, pues en honor a la verdad estricta las cribas burocráticas en nuestro camino hacia la FIL de La Habana no coinciden con la miel sobre hojuelas que esboza la compañera Mederos en sus comentarios. Pero repito, retomemos el espíritu de la constructividad, sostengamos la jiribilla y declinemos las comidillas.

Rebaso mi enojo por tanta injustificada hostilidad y opto por ser conciliadora y extender un abrazo lleno de comprensión. Eso sí, que comprenda María Mederos también que, tristemente, no estuve este año en la Feria porque en mi caso, por pequeño e insignificante que sea, imperó esta vez una política de bunker, y cuando la gente se mete en el bunker deja de pensar con claridad.

No obstante, amigos y hermanos de Cuba, aquí me tienen dispuesta inclusive a olvidar este incidente. Después de todo, la Nación cubana está por encima de estas minucias

Con un abrazo, para María y todos los que me estén leyendo.

Porque la cubanidad es amor.

 

Patricia Gutiérrez-Menoyo
Presidenta
Editorial Plaza Mayor.

 

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