Entre utopías y dominaciones* Beatriz Morales Me tienta recordar aquella aseveración de que lo bueno si breve dos veces bueno. Y lo malo, mejor, añado yo. Así me curo en salud en este reto de presentar ante ustedes el libro Suaves dominaciones, del doctor Héctor Sepúlveda. Reto porque él ha logrado en el aspecto más difícil del proceso intelectual ofrecernos en síntesis la labor de investigación que le ha ocupado varias décadas. Lo ha logrado con alma de poeta y espíritu de científico, entre verdades de corazón y sensibilidades de pensamiento. Alcanza lo que Jesús Martín Barbero considera imprescindible en el estudio de las comunicaciones: sensibilidad, reflexividad y creatividad, en una articulación de la lógica y la intuición. Fiel al epígrafe que sirve de inicio a su texto, recoge el encuentro de Pascal y Descartes. No sorprende que le sigan unas palabras de José Saramago: “Los profesores necesitan ir bien alimentados a la escuela para poder arrostrar el durísimo trabajo de plantar árboles o simples arbustos de sabiduría en terrenos que, en la mayor parte de los casos, tiran más para lo estéril que para lo fecundo”. De prosa acertada, sin tropicalismos verbales ni hermetismos de autoplacer, las múltiples proposiciones a las que nos invita Suaves dominaciones exigen diversas lecturas. Así lo requieren los epígrafes que sirven de presentación a cinco capítulos, polifonía de postulados que recorren intelectuales y actores de la historia de diversas geografías y épocas. Cinco capítulos ramificados entre introducción y epílogo – uno que, como Donoso temiera, tendría que volver la mirada hacia esa geografía patria, cosa de no ser condenado al papel de traidor. Ante aquella voz de alarma de Bourdieu de que “no se trata de leer ponencias como en la Universidad, sino de exponerse; lo cual es muy distinto: los académicos exponen mucho en los coloquios, pero se exponen poco”, Sepúlveda lo hace sin postura y sin temor a riesgos, en un mirar desde afuera – como cosas – a lo Durkheim. Tomo prestadas las palabras de Bourdieu – en esa operación que consiste en volver escandalosa alguna cuestión que ya se vio–, esas naderías de la vida universitaria, editorial periodística, suspender el vínculo de convivencia-complacencia e indulgencia. El prefacio de Mattelart – con permiso de Canales, sí, nuestro Nemesio R., que sé que no son butifarras ni etiquetas las que vendemos – hay que mencionarlo, porque en esa dimensión de prestigio transnacional o planetario el intelectual reconocido nos plantea una lectura sin insularismos estreñidos. Nos anticipa una lectura obligada para cualquiera que se precie del saber, del conocer o del hacer comunicacional, sobre todo en estos momentos donde la pérdida de credibilidad contrapone los modelos adversos y donde el vincit veritas se ha vuelto un poco mentira, contextualizado como respuesta a las necesidades simbólicas y materiales de la sociedad puertorriqueña y los marginados de la promesa tecnoglobal. Entre utopías y dominaciones –utopías que intercala en el subtítulo “críticas y utopías de los medios en Puerto Rico” – penetra en las dominaciones que en ese proyecto pueden ser citadela o quizás espíritus bienaventurados de aquel cuarto coro. Me tienta la semiótica –en esa portada – donde aseguro se encuentra el eslabón perdido entre la mujer y el mono: un yo extraviado en el éxtasis del saboreo mediático. San Anselmo aseguraba que poner un libro en manos de un ignorante es tan peligroso como poner una espada en las manos de un niño. Este libro tiene carácter de espada para legos y de antídoto para la ignorancia. Lectura que en eco borgiano conceptualiza el legado oriental de que un libro no debe revelar las cosas, sino que debe ayudar a descubrirlas, y tras esas geografías vamos. Suaves Dominaciones, tiene como objetivo principal según nos dice el autor, “escudriñar cómo se articula en las prácticas de la comunicación en Puerto Rico el hacer y el saber hacer, lo práctico y lo teórico – entre el Homo Faber y el Homo Sapiens”. Una búsqueda de ópticas entre un adentro académico y un afuera de haceres mediáticos, entre ideologías profesionales de un qué hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen esos que pasan de la formación académica a pirandelear buscando autores de estabilidad laboral. La pertinencia del texto – como voz profética a lo Shelley – nos plantea el repensar esa imprudente y afectada aseveración de aquellos que vienen a nuestras puertas universitarias disfrazados con el cliché de la búsqueda de la verdad y la mea culpa de la injusticia social como si fuéramos beatrices del dante perdido buscando a Dios. Si así fuera – y Sepúlveda sí es profeta- cuánta indignación- protesta hubiesen causado las declaraciones recientes de una figura conocida en nuestras murallas capitalinas cuando esta expresara que un alto ejecutivo (aparente y alegadamente) de un canal de tv local le había hecho proposiciones – ofrecimientos de trueque en la compra y venta de conciencias, en una postura ideológica a cambio de tranzar una demanda. No digo nombre, y no porque sea hasidic yo y se me tenga vedado el nombre número100. Nuestro comunicólogo escapa de los funcionalistas norteamericanos (interesados en demasía en las expresiones empíricas) que como nos recuerda Jean Mouchon en Política y Medios: La politique sous l’efluence de média, abandonaron todos los sistemas interpretativos. Supera por igual a aquellos críticos europeos de una lectura de la sociedad excesivamente simplificada. Navega airosamente las aguas de la confusión de las posiciones intelectuales y la confusión de los intereses particulares empresariales, invitándonos en su postura ideológica a transgredir ese mandamiento 11 del que nos habla Robert W. Mc Chesney en Rich Media Poor Democracy: “Thun shalt not cover big local companies and billionaires critically”. Entra en el tríptico del scientia donum dei est, unde vendi non potest (el conocimiento es un don de Dios, razón por la cual no puede venderse). “El mismo saber es una forma de comercio” de Jonson, y del Marx de “las ideas de libertad religiosa y libertad de conciencia se limitaron a expresar el dominio de la libre competencia en el ámbito del conocimiento” (Burke, p. 193). El hacedor de Suaves Dominaciones contrapone esas realidades seudo contradictorias de una academia aislada y una empresa antagónica. Como en búsqueda jimeniana en esa inteligencia que le dé el nombre exacto de las cosas y la palabra sea la cosa misma, o las situaciones – y éstas viven y se oxigenan en una sociedad donde la producción y venta de información son una parte esencial de la economía planetaria, pronto galáctica–, recorre y supera los postulados desde un Stigler de los 60, un Fuller de los 90 y el Schiller de la cercanía (2000) del nuevo milenio. Sin renunciar a lo de poeta – nos recuerda aquel preámbulo de la ley de los derechos de autor del 1709 creada para que los hombres de letras se animasen a componer y a escribir libros útiles – es decir, de conocimiento más que de ficción (Peter Burke p. 194), aunque la tarea sea quijotesca en esta villa (village) del Potemkim boricua rodeado del simulacro mediático económico, político, social y académico por todas partes. Desde el Cicerón formulador del possesio – conocimiento como propiedad – enfrentándose como el Petrarca de De remediis utriusque fortunae (Burke, p. 194) – el libro como mercancía es aquí el comunicar y la información. Ni trascendentalismo ni intersubjetividad como únicas posibilidades de objetividad. Por ello no le tienta lo que Fernando Broncano en Saber en condiciones llama la zanja insalvable entre el espacio de las razones y el espacio de las causas (p. 125). Su perspectiva ontológica no queda en la dualidad de las razones (los intereses, los valores, el poder) (p. 126) individuales o sociales y ese espacio, o esos espacios de las causas en el ámbito del mundo frío y en el desencanto de la ciencia donde el flujo de información va como acto comunicativo (Broncano 128). Por ello ese saber hacer, ese saber pensar, entran en la trayectoria de objetividad epistémica. Steven D. Levitt y Stephen J. Dubnen en Freakonomics dicen: “You might become more skeptical of the conventional wisdom; you may begin looking for hints as to how things aren’t quite what they seen… some of these ideas might make you uncomfortable even unpopular (p. 2006). Llo que describe nuestro autor tiene ante sí un mundo al que John Perkins describe en Confessions of an economic hit man: “Our media is part of the corporatocracy. The officers and directors who contral nearly all our communication outlets know their places; they are taught throughout life that one of their must important jobs is to perpetuate, strengththen, and expand the system they have inherited. They are very efficient at doing so, and when opposed they can be nuethless”. El autor de Suaves Dominaciones se adelantó a ambos al expresar la hegemonía que se construye desde un capitalismo global o planetario mediante el dispositivo mediático y publicitario. Se dan unas suaves dominaciones – unas menos, otras más– en un forcejeo ideológico de la seducción entre productores y consumidores. Recae sobre el intelectual – el comunicólogo– la responsabilidad de salvarnos de “las artimañas de la geopolítica”, como señala Mathelart en el prefacio. Son múltiples planteamientos los que hace Sepúlveda, tantos como haría un amante que quiere sobrevivir recriminaciones futuras. No puedo decirlo todo. Me atrevo a la seducción de un listado de temas que van desde la interdisciplinariedad del saber comunicacional –la seducción mediática en Puerto Rico, lo ético o no ético, el melodrama– a ese escapismo en el que se van construyendo “decires, sensibilidades y creatividad” que la academia puede realizar por “compartir la significación y compartir la acción”, como lee la cita de Martín Barbero. No sería un texto justo en su promesa preambular si no cumpliera en él no sólo aquellos menesteres del comunicólogo, sino del comunicador, insertados en esa “sospechosa globalización (Sepúlveda), entre súper héroes globalizantes modernos y anti héroes post modernos”. Un oficialismo perpetrado al uso del menoscabo de compromiso que por corolario trae medios que en Puerto Rico aún no se percatan de que pueden ser los más genuinos constructores de una negociación entre el pueblo y el poder (p. 111). El peligro de los que van creando espacios de fachadas ya ni siquiera con la diligencia de Potemkin; el peligro de un instantanerismo sin reflexión o una reflexión sin acción, como nos advirtiera Ignacio Ramonet. Concluye con el peligro que acarrea el desconocimiento, con premeditación y alevosía en muchos casos, del quehacer de los investigadores académicos del mundo de la comunicación, en y fuera de la universidad. El forcejeo entre la seriedad del quehacer mediático y el faranduleo de los lectores de noticias, comentaristas de todas las profesiones que como bien señala nuestro comunicólogo, se remorizan en el vientre del espectáculo, la fama y el estrellato. Entre esas utopías que consuelan y las heterotopías que inquietan (Foucault) Héctor Sepúlveda insiste en el valor heurístico de la investigación, por lo cual recorre todo un proceso histórico no sólo en Puerto Rico, sino en Estados Unidos, en el mundo de la información –la comunicación entre academias y empresas en todos los espacios, radio, prensa escrita, televisión, publicidad, y en menor escala el cine por la situación en que se encuentra en Puerto Rico. Pero el diagnóstico no es mortal atacando los síntomas: curemos la enfermedad. Así lo ve el poeta en sus utopías realizables, porque el papel del comunicólogo no es otro que fomentar un estado de alerta y tener en cuenta que “la comunicación de masas debe surgir a través de la negociación, tanto con el poder como con la educación, los nuevos escenarios de las nuevas tecnologías y los discursos globalilzantes”. Entre la confusión de posturas intelectuales debe lidiar con la confusión de intereses, como diría Munchon. Para ello asume aquella postura de Einstein: “La imaginación es más importante que el conocimiento”, aunque tengamos que lidiar con situaciones como la expuesta con aquella escena de los dos perros en una conversación, donde uno le decía al otro; “On the Internet, nobody knows you’re a dog (New Yorker Cartoon by Meter Steiner, July 5, 1993). Sepúlveda teme que esto no sólo pase en la red, sino que pueda ocurrir en espacios como la empresa mediática o la academia. Por ello concluye: el reto a la crítica mediática en Puerto Rico está echado. No hay otro desafío para los intelectuales profesionales y hacedores de la comunicación en este país, sino continuar el difícil y escabroso camino de alimentar las propiedades de nuestra sociedad civil. Hay que fomentar un estado de alerta, cosa de que, como James W. Carey afirmara, “the role of the press is simple to make sure that in the short run we don’t get screw”. Yo creo que es el rol de la academia…también. Es por ello que hoy tenemos ante nosotros este libro. ___________ *Texto leído en la presentación del libro Suaves dominaciones. Críticas y utopías de los medios de Puerto Rico, de Héctor Sepúlveda, el 15 de febrero de 2006, en Río Piedras, Puerto Rico. »Lea un fragmento de Suaves dominaciones... »Héctor Sepúlveda en nuestros Expedientes |