María Vaquero Es posible que, pasadas algunas décadas, algún lingüista curioso (si es que todavía existe el gremio) tenga la feliz idea de asomarse a su pasado (nuestros días) y leer noticias y textos que producimos hoy. El lingüista del siglo xxi (aunque usted no lo crea), todavía tendrá que armarse de valor, protegerse como pueda del hongo y acampar algún tiempo en el archivo de turno: traerán a su mesa los periódicos, las revistas, los documentos, las actas..., y leerá, toserá, anotará... Y la clasificación de tantos apuntes pondrá ante su mascarilla azul (si no han cambiado de color las mascarillas) la prueba delatora, aunque usted no lo crea, de nuestra actual monotonía. ¿Ubi sunt? (que, como usted sabe, equivale a ¿dónde están?), pensará el lingüista del siglo XXI, viendo las muchas palabras que le ofrecen los glosarios, diccionarios y vocabularios de la época (la nuestra), y que están olímpicamente ausentes en las páginas que tiene delante. Y como nuestro lingüista del siglo xxi será un erudito (de lo contrario no tendría gracia), el erudito lingüista acabará entendiendo las ausencias y verá la repetición constante de los mismos verbos, los mismos sustantivos, los mismos adverbios, en cantaleta uniforme y sin variación. "Como que el periodismo triunfante de finales del siglo xx se aferró a unas cuantas "palabras mágicas" (dirá él) y dejó a las demás en el limbo del diccionario". Y no le faltará razón. No me negará que ha dado inicio, entre nosotros, una época crucial e impactada por parámetros de variada índole. Todo, en esta época nuestra, suele clarificarse con vivencias (¿qué ha pasado con los recuerdos, las experiencias?) que derivan, mayormente, en cuestiones dramáticamente domésticas. La no aprobación, la no asistencia (global o parcial) y el no apoyo, están a la orden del día. Lo semántico no se sabe, en profundidad, si finaliza en la superficie del texto, minimizando las discrepancias, o cala hondo y anula las ideas. El entender se visualiza como opinar, lo proclive como propicio, los vegetales como verduras. Y todo, bajo premisas que son supuestos, con prioridades que son preferencias... Tampoco me negará que comenzar o, simplemente, empezar, podría sustituir de vez en cuando al inicio insistente; que alguna vez habría que dejar la hipérbole y decir, de nuestra época, que, además de crucial, puede ser difícil, crítica, o conflictiva; que esta misma época no desmerece nada si, en vez de, o además de, impactada, queda marcada, caracterizada o sacudida por; que habrá que ver qué se quiere decir con los parámetros de turno, misterio insondable y recurrente; que clarificar puede alternar, sin perjuicio alguno, con aclarar o explicar; que derivar en algo, no es otra cosa que desembocar en lo mismo; que lo doméstico, en fin, no se refiere a 'lo interno nacional' sino a lo 'interno casero'... (¿se imagina un "vuelo doméstico" de la sala al comedor?). ¿Ubi sunt, amigo lector, tantas palabras elementales, verdaderas y precisas?: se nos están convirtiendo, caladas por la niebla del olvido, en fantasmas de diccionario y especialidad de los eruditos. Es la cosecha de nuestra época crucial.
__________ *Fragmento del libro Palabras son palabras: María Vaquero, Editorial Plaza Mayor, San Juan. |