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Foto: Ángela Cruz

Hjalmar Flax

Escritor puertorriqueño. Es autor de ocho poemarios publicados: 44 Poemas (1969), Los pequeños laberintos (1978 y 2003), Tiempo adverso (1982), Confines peligrosos (1987), Razones de envergadura (1995), Cuestión de oficio (1998), Poemas de la Bestia (1999), y Abrazos partidos y otros poemas (2003). Selecciones de su poesía han sido publicadas en múltiples antologías y revistas. Ha sido traducido al inglés y al rumano.

Realizó estudios de literatura en las universidades de Pensilvana y Puerto Rico. Es juris doctor por esta última (1969) y ejerció la abogacía desde 1970 hasta 1998. Además es piloto de pequeñas embarcaciones y avionetas. Ha sido crítico de cine y reside en Puerto Rico.

El Instituto de Literatura Puertorriqueña le otorgó el Primer Premio de Literatura  en el año 2004, en la categoría de Creación, por su poemario Abrazos partidos y otros poemas.


Comentarios a su obra

«Hjalmar Flax aparece en el escenario de la poesía puertorriqueña en un momento clave. Se trataba del enfrentamiento, entonces aparentemente apocalíptico, de, por una parte, la llamada poesía de compromiso o poesía social, cuya vocación primera se sustentaba en la denuncia política, económica y social, la protesta bajo consigna, pero que descuidaba la especificidad del lenguaje poético para arroparse en una retórica sabida y sobada, desbordante de una estentórea proclamación de justicia social pero precaria de justicia poética; y de la otra, un moderado grupo de poetas que, ante todo, anhelaba recuperar para el lenguaje poético una capacidad expresiva más intensa y específica, a la vez que en sus temas huían de lo extraordinario estridente para encontrar refugio en los laberintos de la conciencia, las sorpresas de lo cotidiano, los desgarramientos existenciales provenientes del amor, de la muerte, del sentido de la vida, todo ello sin abandonar una conciencia de solidaridad y de responsabilidad política.

»Alejado de grupos literarios de presión, de capillas partidistas, de gestores de revistas
y conciliábulos; fiel a la amistad, Flax se ha mantenido siempre como un francotirador. Una suerte de lobo estepario de la escritura y poco amigo de confederaciones bajo consigna, las que fueren. Su compromiso primero es con el lenguaje. Artesano de la palabra, orfebre de la sintaxis y la semántica es un relojero de los que organizan meticulosos artefactos siempre listos a explosionar ante la distraída conciencia del lector poco avisado.

»Desde su primer libro, 44 poemas, publicado en el volumen 144 poemas en 2 libros (1969), con 100 poemas de Arturo Trías, Hjalmar Flax nos deja saber de su proclividad hacia el rescate de la oralidad como instrumento de exploración y elaboración de una poética muy personal, configurando un lenguaje rítmica y sintácticamente superior a cierto conversacionalismo en boga, retórica de lo obvio.

»Siempre entre la palabra testimonial y la urgencia libérrima del lenguaje, entre un puñado de cálidas lealtades y el luminoso escepticismo, entre el humor desconsolado y la estimulante ironía... Un lenguaje siempre en estado de alerta, un lenguaje que no agota sus fronteras porque siempre las dilata para el disfrute de nosotros, sus lectores. »
(Pío E. Serrano).


«Exitoso atentado contra la solemnidad, la poesía de Hjalmar Flax ha oscilado, desde sus comienzos, entre polarizaciones: la ternura y la ironía, el desafío y la vulnerabilidad, el desamparo y la autosuficiencia, el lirismo y el humor.

»Hjalmar goza de un reconocimiento que va más allá del ámbito nacional. Celebrado en Madrid por Pío Serrano, en New York por Julio Marzán y en México por otro poeta imprescindible, Hugo Gutiérrez Vega, ha publicado sus versos en revistas puertorriqueñas, españolas, norteamericanas e hispanoamericanas, y ha participado en antologías tan prestigiosas como la neuyorquina Inventing a Word. An Anthology of Twentieth Century Puerto Rican Poetry, de 1980.

»Su sempiterna alergia a la retórica, propulsora de una extraordinaria poesía en tono menor, hace que Edgardo Rodríguez Juliá afirme: ‘Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como miniatura que nos revela la infinita extrañeza del mundo’.

»Alérgico tanto a la pose literaria como a los ritos del poder, Flax asume su desnudez con valentía. De ahí la maravilla de su poesía, construida a partir de una introspección profunda que no se alarma ante la propia precariedad, y que le permite desarrollar su potencial a plenitud. » (Mercedes López Baralt).



«Hjalmar Flax es un poeta de rupturas en los procedimientos y de fidelidades a los temas constantes en la vida de los hombres. Por eso su visión del mundo es "humana, demasiado humana". Sabe que después de Neruda la poesía ya no debe limitarse al uso de un repertorio de palabras consagradas y al tratamiento de los temas señalados por la tradición. La alegría, el amor, la caída, el encuentro, el desencuentro, la vida social, la justicia, las injusticias ...  todo es poetizable, todo forma parte del patrimonio cambiante de la poesía concebida como conjuro, como constatación de la realidad, y como misterio nacido en los territorios del sueño, en la caverna de las ideas platónicas; en los símbolos y emblemas de la vida diaria, la que gira en las calles, los hospitales y las funerarias, las academias, burdeles, campos, los ácidos basureros, las luchas por la libertad y la justicia, los mercados, los alimentos terrenales y las palabras para expresar sentimientos o para expresarse a sí mismas y exprimir todas sus esencias y significados.


»La poesía de Flax se pega a la tierra y al ambiente espiritual de su tiempo, y siempre encuentra su expresión novedosa y original, su manera de enriquecer los sustantivos con el adjetivo preciso y nuevo» (Hugo Gutiérrez Vega).



«
Sin fatiga de guerrillero, ni boina de bohemio, Flax nos dirige la atención hacia los pequeños laberintos que nos hacen la lucha a diario. Hay proyectos más alborotosos y heroicos, se sabe, pero el reto del escritor es reconocer fríamente el papel que le toca a cada cual, inclusive a sí mismo. En el caso de Flax, renace el empeño poético cuando se enfrenta a lo cotidiano de su propia vida, vida no lírica o heroicamente literaria, sino mera vida, una más, pero luchando contra las posturas, los autoengaños, y los romanticismos inventados por uno mismo.


»
De los poemas de Flax emana la música que se oiría en las oficinas, los tapones, las máquinas, los balcones y las paradas de guaguas, si se apagaran los motores de los automóviles, se bajara el volumen del toca cintas portátil y se escuchara bien. Es una poesía urbana, escrita a la sombra de un edificio sobre la mesa de un café. No es el estereotipo ni de poesía "caribeña" ni de poesía "popular" aunque contiene elementos caribeños y populares». (Julio Marzán).


»El sujeto poético de la obra de Hjalmar Flax reproduce la figura del hombre moderno que duda de la dimensión trascendente del mundo. El mito, el milagro, la fábula, la edad de oro y la utopía quedan fuera del campo de su legitimidad. Besar al sapo no conduce al príncipe, sólo al sapo, a su estoica figura agazapada. Así, sin ilusiones y sin consolaciones mayores, el poeta urde su respuesta ética ante la opacidad de un mundo que no tiene otra esperanza que la que pueda nacer de la propia imperfección.

»Hjalmar hace del lenguaje su patria fundamental. Allí se instala y se ampara. En sus versos hallamos el más agudo conceptismo de la poesía puertorriqueña».  (José Luis Vega).

»Aparentemente, y es necesario subrayar el adverbio, Poemas de la bestia,  de Hjalmar Flax, marca un cambio estético-temático en su quehacer poético. El poeta parece alejarse de esa ‘ironía profunda y tensión espiritual’ que señala Hugo Gutiérrez Vega; de ese delicioso regodeo en los juegos de palabras que tan acertadamente distingue Julio Marzán.


»El texto pertenece a una larga tradición, ya que el ‘canzoniere’ amoroso ha sido uno de los subgéneros más populares e importantes de la lírica en español desde el Siglo xvi. Un sinfín de poetas han escrito colecciones de poemas amorosos que se pueden leer, total o parcialmente, como un ‘canzoniere’. Basta recordar en los siglos áureos a Garcilaso, Figueroa, Aldana, Herrera, y Lope; y a Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Neruda, y Gonzalo Rojas en el Siglo xx.


»Así pues, vuelve Flax a un tema anterior, pero ahora su escueta e irónica expresividad poética se vuelca hacia una exaltación, a veces humorosa, a veces desesperada, que convierte al recuerdo, a la memoria íntima del amor y el placer perdidos, en centro de la escritura.” (Doris Raquel Schnabel).


«Hay un momento –no llega siempre, no les llega a todos– en que un escritor, un artista, un poeta alcanza una cumbre en su talento; es un momento de integración de sus posibilidades y de la capacidad para realizarlas. El creador empuja los límites de su arte hasta colmarlos y rebasarlos; sus visiones dan paso a auténticas revelaciones y su expresión adquiere el equilibrio admirable de quien camina -en alto- por una cuerda floja.


»En ese momento se encuentra Hjalmar Flax. En Abrazos partidos el poeta de lo coyuntural, lo contextual y lo contingente, el de la visión irónica sobre los supuestos que para otros eran intocables, ha llegado al meollo más radical de la existencia humana: su inapelable fugacidad. La ironía inherente en la consciencia de que había estado, precisamente, poniendo el dedo en la llaga durante una trayectoria que arranca de finales de los sesenta, da pie a una actitud deportiva, de buen perdedor. El jugador ha llegado al final del juego y lo acepta con resignación tristemente risueña, sin aspavientos ni tragedias, sólo -a veces- con cierta perplejidad.


»El poeta y su quehacer ocupan el centro de la escritura. Esta vez el poeta se enfrenta no sólo a las diferencias de perspectiva que siempre ha tenido con visiones convencionales, sino también con su propia trayectoria.

»Una síntesis, una summa de la poesía de Hjalmar Flax -que ha ido ensanchando el círculo de su alcance a la vez que ha ido sensibilizando a sus lectores para que accedan a su particular visión de vida-, Abrazos partidos es un poemario de grandes tensiones.

»Lúcido, lúdico, Hjalmar Flax ha llegado aquí a una cima que alcanzan tan sólo unos pocos poetas: los que se han entregado de lleno a ese exigente oficio. »  (Carmen Dolores Hernández).

Para leer

Poiesis

Escribe el escritor y al escribir
desde la más profunda soledad
donde se empoza impuro el sedimento
del sueño y la vigilia que es su vida,
a ese rincón de olvidos, a ese sótano
secreto acude, escarba, yace, busca
consigo estar callado en su desorden
entre sus trastos como un trasto más.
Entonces, quizá entonces, sólo a veces,
alguna oblicua luz que no le llega
de sol ni de bombilla, le relumbra
el papel sobre el cual junta sonidos,
cadencias de palabras, que no caen
desde el distante mundo, sino desde
su propia sangre viva, hasta su mano
menguada ya la fuerza originaria,
dejando trazos que parecen versos.


Juego

pero si no tenemos nada
jugando entre la muerte
como insectos de luz
invenciones del tiempo
que a su vez fue inventado por la muerte
que a su vez fue inventada por la vida
que a su ve.


Hobby

Colecciono
pequeños desencantos.
Por ejemplo,
llamadas telefónicas.


Alcohol iv

Me tomé la libertad,

toda la libertad.

Solo y borracho estoy

en esta cárcel cósmica

donde el espacio

apesta.


Ráfagas

(a J. G. R.)

¿Y se perdió tu aliento
cuando la tierra se tragó tu carne?
¿O se quedó en el aire
porque al aire regresa lo que es aire?
Invisible presencia que sorprende...
Brisa que alivia y sana...
Aura que le abre paso a las auroras...
Áspero vendaval de los desiertos...
Hosco huracán que rompe, arrasa, inunda...
Pomposo ventarrón del aguacero...
Tromba que surca mares y llanuras...
Elucubrados vientos marineros...
y otras extrañas ráfagas
que soplan en el sol y entre galaxias...

¿Cómo escindir un aire de otro aire
si todo es aire?

Acaso te respiro,
te he respirado todos estos años
desde que no te miro, escucho, beso.

Quizá me hiciste falta cuando niño.
Quién recuerda esas cosas tan profundas.

En esta tarde de ceniza el cierzo
sacude las ventanas y se oculta
detrás de las cortinas,
mueve las verdes plumas del helecho,
levanta los papeles,
roza mi piel y me acaricia el pelo.
 

Pero a mí, que he vivido tantos climas
en este apartamiento,
no me tientan las húmedas corrientes
aunque me traigan motivos poéticos.
No saldrá de una manga de borrasca
la ráfaga que raje el pensamiento.

Por eso sigo piedra. Pero hay días
que me siento ser barro blando, quieto,
confundido en el barro de esta orilla
donde se dice adiós sin entenderlo.

Entonces, necesito
decirme ciertas cosas y no puedo.
Paso las horas sentado en esta silla
esperando, buscando, deseando
sacar del aire el soplo de tu aliento.


Plegaria

Perdónanos, Señor.
No sabemos lo que hacemos.
Otórganos, Señor,
Tu perdón general e irrevocable.
Lo merecemos
porque en Ti creemos
aunque nunca sabemos lo que hacemos.

 Fuegos artificiales

Poderosa alegría la esperanza
cuando uno espera al otro,
quieta en el corazón como diamante
en su estuche de terciopelo rojo,
callada como flor en su capullo
sepultada como centavo nuevo
en el puño de un niño.

Todo se abre cuando el otro llega:
el estuche, el capullo, el puño, todo
abre indefensos brazos infinitos.

Todo se hace cristal por un instante,
suspendido, expandiéndose,
cayendo en aguacero de colores
sobre el tiempo y las cosas,
la explosión retumbando,
como el inmenso corazón de todo.

Canción de amor

Desde que tú me besas
comprendo lo que dicen los boleros.
Por eso los reescribo con idénticas letras,
las mismas melodías y los viejos arreglos,
pero son diferentes porque estás dentro de ellos.
Los canto para verte, para que te mires,
para decirte lo que siento exactamente.

Si dejas algún día de escucharme
porque escuchas a otro, o a nadie y simplemente
no te interesan ya nuestras canciones,
dímelo, por favor, por si no me doy cuenta.
Aunque jamás te pediré que no me dejes,
te pido que no me dejes
hacer el ridículo.


En el parque del buen retiro

No es entender. Entiendo. Es aceptar.
Acepto, pues, la juventud que pasa
frente a mí desplegando su belleza,
y el abismo insondable que separa
su voluptuosidad de mi deseo.
Acepto el cuerpo donde siempre habito
cada vez más extraño y menos mío.
Acepto a mis amigos y enemigos
porque en unos y en otros me reencuentro.
Acepto mis poemas, mi poética,
y todo lo que he hecho y lo que no he hecho.
Acepto mis manías, mis costumbres.
Acepto a mis parientes y a mis muertos.
En fin, lo acepto todo,
hasta el engaño de alargar la vida
viviendo cada hora de este día.


Abrazo partido

                                              (para Carlos Varona)

Ya nos hemos contado muchas cosas
en todas sus variantes varias veces,
y nuestras vidas ya no nos sorprenden.
Nos hemos comprobado que no somos
perfectos, ni aun extraordinarios.
Entre nosotros lo que piensen otros
es justamente eso, y nada importa.
Nos hemos reducido al buen tamaño
de cómodos caber en un abrazo.
Conmovidos y alegres aceptamos
este regalo que nos dio la vida,
y nos llevamos sobre el corazón
como amuleto de la buena suerte,
ineficaz, ya lo sé, contra la muerte.


Desnudo en la avenida

Pizca de inspiración, tonel de oficio,
maniático obsesivo, pobre esposo,
a veces energúmeno horroroso,
y siempre adicto al solitario vicio.

¿Así que poemitas? ¡Mal indicio!
¿Actitud melancólica? ¡Espantoso!
¿Regusto por el límite? ¡Morboso!
¿Renunciar al trabajo? ¡Poco juicio!

Se ha puesto viejo ya, sus actitudes
le corresponden mal a su figura.
Sus bromas tienen trazos de amargura.

Sus sentencias atisban senectudes.
Helo ahí, mírenlo. Ninguno olvide
que es menos lo que da que lo que pide.


La fama y otras desgracias*

Recientemente asistí a un simposio celebrado y cerebrado en el Ateneo Puertorriqueño dedicado al delicado tema de la presencia del escritor puertorriqueño en el extranjero. Variante de tal delicadeza es el puertorriqueño como escritor extranjero en su propio país. En este último contexto, extranjero significa desconocido. Descubro la última manifestación y amarga denuncia de esta situación en un artículo titulado Escritor invisible busca mecenas, del joven escritor puertorriqueño Francisco Font Acevedo, publicado en Expresión, el periódico de los universitarios, Marzo 2004, cuya existencia hasta hace unos días desconocía.

El simposio y el artículo validaron viejas sospechas. Puede el simposio resumirse así: el escritor puertorriqueño no tiene presencia en el extranjero; y el artículo así: el escritor puertorriqueño no tiene presencia en su país. Hay la excepción, por supuesto, pero por su propia naturaleza confirma las anteriores generalizaciones. Y vale apuntar que las excepciones son muy escasas.

Agobiado por el peso de una estadística (que doy por buena: el 99.9% de los residentes de Puerto Rico lo desconocen), Font, cuentista por lo que dice en su artículo, quiere dejar de ser invisible, quiere reconocimiento. La solución que a su agobio le provee el simposio es que se deje de cuentos y escriba novelas para así entrar al reino de las remotas posibilidades. Eso es sin duda descorazonador, pues aparentemente lo que le interesa a Font es el cuento y no la novela. Confieso que soy uno de los 99.9% de puertorriqueños que no sólo no ha leído a Font sino que no sabía ni que existía hasta que por casualidad cayó en mis manos el citado número de Expresión. Ahora podrá sentir Font la diminuta alegría de que alguien que no es ni pariente ni amigo está enterado de su existencia.

Yo hago poemas y el simposio del Ateneo confirmó la total libertad que mi duro oficio me depara. Allí aprendí que sólo los novelistas puertorriqueños tienen una remota posibilidad de darse a conocer en el extranjero, pero que los cuentistas y los poetas no tienen ninguna, a menos que se den a conocer primeramente como novelistas.

En lo que a mí respecta, me alegra no tener la más remota posibilidad de darme a conocer en el extranjero porque plantearme la posibilidad de escribir una novela, hacer un escrito de cientos de páginas, me apabulla, me causa vértigo existencial, y finalmente parálisis. Un poema de diez o veinte versos me da tanto trabajo que no concibo cómo alguien pueda escribir una novela, cuanto más que algunos poemas (menos mal que pocos) me han tomado hasta diez años terminarlos. No tener la menor posibilidad de darse a conocer en el extranjero le concede al poeta (y al cuentista) puertorriqueño su enorme libertad: le permite dedicarse a su oficio sin la menor tentación de hacerse famoso y rico. Espero que Font no se sienta tentado por el mito norteamericano de sólo se "llega" cuando se llega a ser "rich and famous". Creo que es lo peor que le puede ocurrir a un escritor, salvo literalmente morirse de hambre. Para un escritor, la fama y el dinero son derivados tóxicos del oficio y como tal deben manejarse con cuidado y distanciamiento para no perecer por sus efectos nocivos.

La ambición de fama y dinero debe relegarse a otras actividades tales como: los deportes, los grandes espectáculos, el crimen organizado, el tráfico de drogas y demás contrabando, el peculio a gran escala, el fraude masivo, el desfalco monumental, las empresas capitalistas, la destrucción del planeta, la manufactura y promoción de aparatos bélicos para la guerra contra el terrorismo, y demás empeños prominentes y lucrativos.

Abandonar toda esperanza de hacerse rico y famoso aplica particularmente al poeta en cualquier lugar si consideramos lo siguiente. Es muy difícil (por no decir imposible) disfrutar de poesía en un idioma que no es el vernáculo, y hasta en un dialecto que no es dialecto del lector, aunque comparta con el poeta un vernáculo común. Además, es muy difícil traducir poesía (requiere recrearla, es decir, ser a la vez traductor y poeta o al menos profundo lector de poesía). Y para rematar, la traducción de poesía es la peor paga de todas. Por todas estas razones es muy remota la posibilidad de que un poeta sea traducido a otras lenguas. (Y no agiten el pendón Neruda, por favor.)

Por si lo dicho no fuese poco, el poeta puertorriqueño confronta otras desalentadoras dificultades. Escribe en español y en su metrópolis, Washington, se habla inglés. En su antigua ex metrópolis, Madrid, les importa poco la literatura hispanoamericana; cuestión de sensibilidad, historia, gusto literario, e imperativos dialectales, no de malas leches. ¿¡Latinoamérica, última esperanza!? Piano, piano, pues en ese mare nostrum también hay inmensos escollos. Además de las mentadas cuestiones, prevalece más de lo que pudiera pensarse la crítica inculta y decimonónica de que somos colonizados y por eso no hay más que hablar (ni que leer). Puede ser cierto, o no ser cierto, que seamos colonizados, pero lo que sí es cierto es que eso no importa para evaluar excelencia literaria.

Por último, sí, hay poetas puertorriqueños que escriben en inglés, algunos excelentemente, pero ni "allá" ni "acá" se les ha dado gran reconocimiento. Otros, los que más reconocimiento han recibido escriben en "spanglish", por lo visto más efectivo que el inglés para adquirir un poco de reconocimiento en la metrópolis anglohablante. No olvidemos que este "spanglish" viene integrado a tonos, temas y banderines de la experiencia minoritaria en el ghetto del cual, como diría Cavafis, es imposible escapar. Parafraseo versos de su poema "La Ciudad": "Dijiste -Iré a otra tierra, iré a otro mar. / Otra ciudad mejor encontraré. / [...] / No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares. / El ghetto te seguirá. / Vagarás por las mismas calles. / Y en el mismo ghetto envejecerás. [...]." Falleció hace poco el poeta Pedro Pietri, quizá el mejor y más representativo de los "spangloescribientes" del ghetto puertorriqueño neoyorquino. Dios lo mantenga en su ghloria. Tal parece que para llamar la atención en casa del colonizador un escritor que no es "blanco, anglosajón y protestante" tiene que bailar al son que baile su minoría en las calles del ghetto. Allá, "Puertorrican" no es gentilicio de caché.

Y no pasemos por alto que aun los grandes poetas (de cualquier país) no pueden subsistir de las regalías de sus poemarios (absit excepción Neruda) y que están condenados al castigo bíblico. Tal desgracia del poeta es su buena suerte, y por lo visto no hay mejor suerte que la del poeta puertorriqueño compartida por los cuentistas del patio. El cuentista Font (y lo entiendo) desea liberarse del castigo bíblico y se plantea el mecenazgo como la última coca-cola en el desierto donde se percibe. No parece que lo diga en broma (aunque ésa fue la primera impresión que tuve). No hay mecenas, desconocido Font. En ocasiones extraordinarias alguien (que usualmente no lo necesita) es nombrado por el gobierno de su país al puesto de "poeta o escritor en residencia", "poeta laureado", etc. Ese mecenas tampoco lo da gratis, pues los agraciados escritores tienen obligaciones.

El caso de nuestro mayor poeta, Luis Palés Matos, es una gloriosa excepción. Tuvo la suerte de vivir bajo el largo gobierno de Luis Muñoz Marín, quien reconoció su talento y le proveyó modestas, pero adecuadas fuentes de ingresos para que se dedicara a escribir lo que le diera la gana. Sólo le pedía a cambio, que de vez en cuando fuera a La Fortaleza, la casa del gobernador, a conversar con él y darse el trago. Y para eso enviaba un chofer a buscarlo. Pero Palés se lo merecía de sobra.

Ya estimado Font (y por eso incurro en tutearle), siento la obligación de pedirte excusas porque sin conocerte ni haberte leído te he tomado de pretexto, como también la obligación de agradecerte la oportunidad que me has dado para decir lo que he dicho. Creo que tu ambición por dejar de ser invisible es muy peligrosa para tu escritura. Considera abandonar tu ambición altamente impráctica de hallar un mecenas por la alcanzable meta de plegarte al castigo bíblico y obtener una fuente de ingresos que te permita escribir lo que te dé la gana, cuándo te dé la gana y cómo te dé la gana. Y no olvides, Font, que a menos caudalosa la fuente más llevadero el castigo. Considera que rico no es el que tiene mucho sino el que necesita poco. Para el poeta y el cuentista (ya que en términos de reconocimiento en el patio y en el extranjero los doctores del simposio nos han colocado en la misma yola) la mayor riqueza es el tiempo.

Creo que quien escoja ser escritor, o cualquier rama de creación artística, con la intención de hacerse famoso y ganar dinero, ya tiene comprobado (ipso facto y sin duda) que no es artista. El arte escoge al artista y no viceversa. Sé que mi oficio me escogió a mí desde muy pequeñito y que al ejercerlo cumplo mi destino. Dejar de ejercerlo me causaría mucha tristeza, gran desorientación, profundo desasosiego y posiblemente deseos de suicidarme.

Hace tiempo descubrí una pesada metáfora que pinta lo que debe ser la realidad del poeta (y, por qué no, la del cuentista): Lanzar una piedra al centro de un infinito lago sereno produce una serie de círculos concéntricos y dinámicos. La piedra es el poema, y en el centro, en el primer círculo, está el poeta solo. En el segundo círculo están los pocos íntimos y buenos lectores; en el tercer círculo quizá estén los parientes, los conocidos, etc., poco importa; y en cuanto a los demás círculos, nada importa quiénes estén ni a dónde lleguen las ondas que se van propagando en la superficie del lago. Para mí, el primer círculo es, por mucho, el más importante: el poema me tiene que llegar a mí y, después que me llega a mí, entonces pasa a mis buenos íntimos lectores. Disfruto de sus elogios, pero no me agobian sus rechazos. Considero sus críticas y opiniones para ver lo que he pasado por alto, lo que mi entusiasmo ha falsificado, porque nadie considera a sus hijos feos, ni le apestan... etc. Con rarísimas excepciones no muestro un poema que no haya vuelto a considerar desde la distancia de una temporada en la oscuridad de la gaveta.

Escribo fundamentalmente para mí mismo; escribo de lo que se me antoja (o, mejor dicho, se le antoja a las invasoras palabras obsesivas); escribo con todo el peso de mi tradición encima de mi pluma (entiéndase mi bolígrafo Pilot y/o el teclado de mi computadora); escribo atento a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (entiéndase la verdad poética que es la verdad de la emoción); escribo tratando de alcanzar la excelencia (aun sabiendo que no la alcanzaré); escribo tomándome todo el tiempo necesario (y el que no es necesario) para terminar un poema o abandonarlo por un momento o para siempre; escribo sometido al ojo crítico y al oído severo de sólo un lector (servidor suyo); escribo para complacer totalmente a ese lector; y, por supuesto, escribo con la gran humildad que me impone conocer a algunos de los pocos grandes poetas que en el mundo han sido.

Cuán lejos está de esto el periodista o el abogado que tiene que entregar su escrito en una fecha límite, en un plazo improrrogable o, como se dice en inglés, un "deadline". Cuanto más que el escrito del periodista o del abogado tiene la vigencia de lo que dure la noticia o la causa ante el tribunal. Para el poeta, el "deadline" es indeterminado y misterioso: se lo impone la muerte; y la vigencia de su poema también es indeterminada y misteriosa: la determinan lectores que aún no han nacido y que lo leerán en otro mundo.

Pienso en Garcilaso de la Vega ... releo la Égloga Primera, y sé que tengo razón.

___________

*
Publicado en Por Dentro de El Nuevo Día, 25 de julio de 2004.

»Lea la Introducción de Abrazos partidos y otros poemas 


De viva voz

 Sobre la poesía:

“La poesía no tiene función alguna. La tuvo en la antigüedad, pero ya no. (No debe perderse de vista que poesía y verso no son lo mismo. El verso puede utilizarse, y se utiliza constantemente, para propaganda comercial, política, religiosa, etc., el mejor ejemplo son los ‘jingles’. Pero eso no es poesía.) La poesía sólo ‘sirve’ para comunicar una experiencia estética inseparable de una emoción, o una emoción inseparable de una experiencia estética. La poesía no tiene otra finalidad que la de expresar en verso la verdad del sentimiento. Ése es su único propósito, su única finalidad. Cualquier uso del lenguaje para otra cosa es eso: otra cosa. ”  (En entrevista con Eugenio García,
en Diálogo)

“Estoy convencido de que cualquier lector de poesía se beneficiaría de adquirir un sentido artesanal del oficio de poeta (si es que ya no lo tiene) para incrementar su entendimiento y, por ende, su disfrute de la poesía. Esto implica conocer algo de su tradición y desarrollo histórico, conocer algo de prosodia y versificación para aprender a ‘leerla’, conocer algo de los estilos y las épocas, y de las formas y los temas que más se repiten. El lector que tome esos derroteros no quedará derrotado. Se sorprenderá de lo mucho que ya había aprendido en sus lecturas sin estar consciente de ello. Pero con sólo hacerse consciente entenderá mejor lo que sabía y aprenderá otras cosas que lo harán gozar más y mejor, porque de eso se trata”. (Prólogo a su libro Cuestión de oficio).


Sobre la crítica literaria:

“Creo que la crítica literaria debe tener una función didáctica. (Recuerdo con nostalgia a Juan Martínez Capó y a sus breves, sencillas y acertadas críticas semanales en el periódico El Mundo.) Para lograr su propósito de presentarle al lector una obra literaria, el crítico literario debe ubicarla dentro de su tradición, momento y contexto, enfrentarla al canon y emitir una opinión valorativa. Es decir, debe hacer un juicio estético, destreza que está casi perdida porque requiere conocer el canon, lo que implica ser una persona culta. El canon no es otra cosa que la tradición literaria, la secuela de obras literarias que han sobrevivido los estragos del tiempo. Además, el canon es conservador, pero es dinámico. Va cambiando poco a poco, incorporando y descartando obras, influido por las obras de nuevos escritores extraordinarios. Hoy el canon está fuera de moda y hasta se desprecia como instrumento de opresión.

La crítica literaria no es ni debe ser ‘literatura’ ni ‘filosofía’. (Si el crítico desea hacer ‘literatura’ que escriba poemas, cuentos, ensayos, novelas; si ‘filosofía’, que escriba tratados.) La crítica literaria debe ser el vehículo fácil que conduzca al lector a la obra literaria impartiéndole criterios para que él mismo pueda entenderla y evaluarla. Por desgracia, en mucha de la crítica que leo descubro que su autor sólo interesa apabullar con: 1) el cúmulo de sus conocimientos, 2) una jerga de ‘insider’, y 3) una buscada falta de claridad en la expresión. En absoluto le interesa abrirle puertas al lector para ayudarlo a entender y disfrutar de la obra. Este crítico no hace ningún bien pero, por fortuna, hace poco daño, pues sus escritos no salen del círculo exclusivo que componen otros colegas suyos que están en lo mismo. ” (En entrevista con Eugenio García,  en Diálogo).

Sobre sus proyecciones:

Mis proyectos de escritura se dirigen casi exclusivamente hacia otro poemario. Necesito un número sustancial de poemas para poder escoger suficientes y ordenarlos de manera que tengan alguna unidad y formen un libro. Todavía no puedo decir siquiera que tengo un libro en proceso. También entretengo la idea de escribir más ensayos, si surge la ocasión y la inclinación.

(2005).


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